Autonomía Relativa

En busca de la pureza

Tener simpatías partidistas o ideológicas no habla mal de nadie, esconderlas, sí. Pero éstas se esconden cuando hay miedo, cuando no hay un clima propicio para manifestarlas.

La búsqueda de la pureza en la vida pública es una constante. Cada caso de corrupción mancha a la administración pública en turno, al partido que gobierna y a la política en general. No es un asunto exclusivamente mexicano, sino una condición humana. Como parte de esta corrupción ligada al poder se ha incluido el nepotismo. La manera en que los poderosos comparten el poder con sus familiares cercanos, los ponen en puestos para gozar de los bienes públicos. Es una forma en la que degenera el personaje con poder, en la que muestra que hace lo que quiere, que puede pasar por encima de las normas. De que su voluntad manda.

En México hemos tenido ejemplos verdaderamente escandalosos, como el de López Portillo, que nombró a su hijo subsecretario y todavía enfatizaba que era “el orgullo de mi nepotismo”. Las cosas bajaron de volumen por mucho tiempo, pero eso no ha sido impedimento para que poderosos y familiares abusen de una manera u otra en las distintas esferas de poder. Con la 4T hemos visto excesos. Regresaron las candidaturas y los nombramientos de familiares en la administración pública federal y en varios estados. Pero el hecho de que se hagan ese tipo de acciones por determinados personajes no invalida la vida familiar de los demás. Lo comento porque Maite Azuela, mujer talentosa que pertenece al comité de selección de consejeros del INE, argumentó la cercanía familiar de algunos de los aspirantes como impedimento para la imparcialidad. Por supuesto es algo atendible. Pero descalificar en función del parentesco se me hace tan arbitrario como lo contrario. No sé cómo sea la señora Bertha Alcalde, ni sé de su carrera o capacidades, pero suponer que va a ser el mismo patético papel que su hermana en la Secretaría del Trabajo es desconocer por completo la estructura y el funcionamiento de las familias. Así de claro. Bajo los argumentos de Azuela, John F. Kennedy no hubiera sido presidente ni su hermano fiscal, ni el otro senador; Carl Philipp Emmanuel Bach no hubiera compuesto nada de las bellezas musicales que escribió; de las hermanas Emily, Charlotte y Anne Brontë, solamente la mayor podría haber sido escritora, en fin, que Jesucristo no hubiera podido pasar a la carpintería de su papá.

En las familias se comparten muchas cosas: ideales, valores, pasiones, animadversiones, aficiones y oficios y también una gran cantidad de problemas que han generado ramas muy interesantes de la psicología. Pero la política no soluciona cosas que debieran atenderse en el diván –nuestro Presidente es un buen ejemplo–. Que en una familia politizada varios de sus miembros militen en un partido político es natural; también lo es si militan en partidos distintos. Al contrario de lo que muchas veces se piensa, en la gente que hace las cosas bien, el familiar en el poder –público o privado– suele ser más un flagelo que un bálsamo. En muchas ocasiones, demostrar que uno tiene valor propio cuesta el doble de trabajo de lo que supone la descalificación por parentesco.

Y es que el caso de la selección de consejeros para el INE, cada que se tiene que hacer, resulta que se está a la búsqueda de ciudadanos inteligentes, probos, sin familia, sin ideas, sin preferencias partidistas, expertos en derecho electoral, intachables, honestos y que no tengan fotos con nadie que participe en política. Es la búsqueda de la pureza imposible. Entiendo que tampoco se trata de nombrar a los siervos del partido en el poder, pero se han logrado muy buenas cosas en ese sentido. Tener simpatías partidistas o ideológicas no habla mal de nadie, esconderlas, sí. Pero éstas se esconden cuando hay miedo, cuando no hay un clima propicio para manifestarlas. Lo demás es evaluar el trabajo de los nombrados y exigir en consecuencia. El IFE –así se llamaba–, que fue aplaudido y recordado por todos, estaba lleno de consejeros con simpatías partidistas que estuvieron a la altura de hacerlas a un lado para llevar a cabo su trabajo.

De la pureza que hable el padrecito que vive en Palacio; la democracia se construye con ciudadanos reales que se meten a hacer vida política y también así, haciendo política, se defiende la democracia.

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