Durante el neoliberalismo hubo cosas que funcionaban con normalidad. El INE era una de ellas. La emisión del voto estaba garantizada.
Se sabe. Una vez llegado a la cima, comienza la bajada. El caso de Arturo Zaldívar es un claro ejemplo.
En aquellos días, el apóstol Martí bajó del cerro anunciando a su rebaño que había tenido una iluminación, una revelación.
Podemos decir, en consenso, que el evento organizado por el INE fue un desastre. Nadie terminó contento con el debate presidencial.
López Obrador se ha dedicado a patear todas las puertas del vecindario hasta que salió uno que abrió la puerta y le metió un golpe seco.