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El desmadre en la embajada

Las acciones de Enrique Márquez, es decir sus pifias, generaron un gran problema para Marcelo Ebrard, que le ha de haber exigido a su esbirro arreglar el problema de inmediato.

Mientras el Presidente y sus más cercanos se desgañitan en contra de los españoles que llegaron por acá hace más de cinco siglos, los señalan como la encarnación del mal contra los casi ángeles que habitaban estas tierras, y hacen todo lo posible por cambiar la historia de la forma en que la conocemos la mayoría, vale la pena preguntarse qué acciones se están tomando allá en la mal llamada madre patria. Pues básicamente ninguna. Lo cual es una cosa muy mexicana: echar gritos y sombrerazos, ‘armar desmadre’, pero no hacer nada: todo queda en la mentada de madre, en la valentonada, el desplante machín, el balazo al aire.

Pero bueno, tampoco seamos rigurosos. Hay algunos mexicanos, uno concretamente, haciendo un papel sistemáticamente bochornoso ante los españoles y no es el Presidente. Se trata de un sujeto de nombre Enrique Márquez, que ocupa el cargo de director ejecutivo de diplomacia cultural (un puesto que, al parecer, fue creado para él porque no estaba en el organigrama). Este hombre, cuyo mérito es el de ser incondicional lacayo del canciller –en palabras del presidente López Obrador, un “ladino”, un “aspiracionista”, un “vulgar ambicioso”–, que en las últimas semanas ha provocado toda una crisis en la sede diplomática de nuestro país allá en la tierra de la raza maldita que se paseó por acá mientras nos robaba la inocencia, pero también en la sede de la Cancillería.

En efecto, el señor Márquez decidió correr al escritor Jorge F. Hernández, como ha sido público y vastamente comentado en los medios de comunicación. Las causas del cese no son claras: unos dicen que por criticar a un funcionario menor de la SEP, pero mayor en términos de cariño en la casa presidencial; el oscuro Márquez dice que por un deficiente comportamiento institucional del escritor y por comentarios misóginos inaceptables contra la embajadora. El “jefe de la diplomacia cultural” no puede escribir bien un boletín de prensa. En uno puso que “la embajada de España” informaba sobre la destitución de Hernández, cuando la que informaba era la embajada de México en España. Son entidades diferentes, de países diferentes como bien lo ha hecho notar nuestro Presidente en estos días. En el segundo se equivocó en el apellido de la embajadora, a quien defiende valerosamente contra los embates misóginos de sus entonces compañeros de trabajo.

Las acciones de Márquez, es decir sus pifias, generaron un gran problema para Ebrard, que le ha de haber exigido a su esbirro arreglar el problema de inmediato. Por supuesto no era fácil de solucionar. En primera circuló la pregunta de ¿qué hace el jefe de la diplomacia cultural mexicana residiendo y laborando desde España? ¿La conmemoración de algún festejo? No lo creo ¿Le cae mal la altura de la CDMX? A lo mejor. ¿Por qué México y España atraviesan momentos estelares de su relación? Lamentablemente no es el caso. ¿Porque le gusta Europa al señor Márquez? A lo mejor. Pero más allá de esa explicación que no llega, el asunto giró en torno a la falta de respeto a opiniones diversas como la de Hernández sobre Marx Arriaga o sobre la política misma o sobre lo que sea, simplemente por no concebir la vida como un monoblock. A Marcelo le llovió por culpa de Márquez, claro.

Entonces, al director ejecutivo de la cultura diplomática se le ocurrió otra brillante idea para calmar las aguas: nombrar a una escritora, Brenda Lozano, como agregada cultural en España. La Cancillería se encargó de subrayar en el comunicado que el nombramiento era de Márquez. Y bueno, la cosa salió peor porque, resulta que la escritora ha manifestado que López Obrador está en contra de las mujeres y cosas por el estilo. Los seguidores el presidente, gente de trato suave como se sabe, no la bajaron de renegada, traidora, que “hace memes” y que no es digna del cargo. Así el desmadre.

Por lo pronto queda clara una cosa: el elemento nocivo es Enrique Márquez, de eso no cabe duda.

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