Columnista invitado

México y la Unión Europea: hacia una relación más fructífera

1

La Unión Europea tiene un lugar prioritario en la política exterior de México. El vigoroso legado cultural que nuestro país recibió de Europa, parte de lo que Carlos Fuentes llamó "el alma de México", ha sido la base de esta relación fundamental. Pero no es sólo la historia lo que explica esa cercanía, sino también una visión de futuro para nuestras sociedades que privilegia la democracia, el Estado de derecho y las libertades fundamentales como valores centrales.

A partir de esos valores y de una lúcida promoción de nuestros respectivos intereses, tanto México como la Unión Europea estamos trabajando para reforzar los vínculos que nos unen. La reunión cumbre celebrada en Bruselas el 12 de junio representó un paso importante en el cumplimiento de este propósito. El encuentro nos permitió hacer un balance de los alcances y los límites de los instrumentos jurídicos vigentes: el Acuerdo Global (en vigor desde hace prácticamente 15 años) y la Asociación Estratégica de 2009 y su Plan Ejecutivo Conjunto. También sirvió para refrendar nuestra voluntad de seguir trabajando juntos y de ampliar la agenda de temas para incorporar nuevos desafíos y nuevas prioridades en el entorno internacional actual. Sobre todo, estas deliberaciones marcaron el fin de la etapa de reflexión compartida que antecede al inicio de negociaciones formales para el establecimiento de un nuevo marco jurídico que guíe las relaciones entre México y la Unión Europea.

Ambas partes sabemos del potencial que tienen el libre comercio, la inversión y la integración para impulsar el desarrollo económico y la cohesión social. Así, poner al día nuestros instrumentos para reflejar las nuevas realidades en materia de comercio e inversión es un paso necesario para incrementar nuestros intercambios y, en consecuencia, impulsar el bienestar y la prosperidad de nuestras sociedades.

En el ámbito internacional, tanto México como la UE hemos demostrado nuestra disposición para asumir mayores responsabilidades en el ámbito global, particularmente en temas como el cambio climático, la agenda de desarrollo posterior a 2015, el problema mundial de las drogas o la migración. Sin duda, cualquier esfuerzo en estas materias será mucho más eficaz si México y la UE trabajan de manera conjunta como los socios estratégicos que son.

Esto también aplica al ámbito de la cooperación internacional para el desarrollo. La UE es un actor de primera importancia en este sector y la colaboración con México ha registrado importantes avances en los últimos años. Con ello se abre la posibilidad de promover más proyectos bilaterales, pero, sobre todo, de incursionar de manera conjunta en la cooperación triangular con otros países, como sería el caso con los centroamericanos.

A los pilares básicos de diálogo político, integración económica y cooperación en los que se ha sustentado la relación bilateral en los últimos tres lustros, hay que sumar una amplia agenda de temas específicos en los que la colaboración entre la UE y México es benéfica.
Tal es el caso de los intercambios en materia de ciencia y tecnología, formación, energía, educación superior, derechos humanos, justicia, política regional, empleo, y muchos más.

Tras 55 años de relaciones diplomáticas, mexicanos y europeos contamos hoy con una relación vigorosa y con una agenda amplia y dinámica que nos une a pesar de la distancia. Los beneficios de esta relación clave serán mayores si profundizamos nuestras relaciones y procuramos entregar a nuestras sociedades resultados concretos y tangibles.

Twitter: @JoseAMeadeK

COLUMNAS ANTERIORES

Vicente Corta: recuerdo de un mexicano inolvidable
Con acuerdos y acciones, México consolida una economía fuerte e incluyente

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.