Columnista invitado

Vicente Corta: recuerdo de un mexicano inolvidable

Serenidad, transparencia, pulcritud, eficiencia, temple, eran todas cualidades de Vicente Corta que todos buscábamos emular.

El sistema financiero mexicano se construye y transforma todos los días. Resulta de transacciones pequeñas y grandes, de medidas legislativas y administrativas, de decisiones de negocios con resultados diversos y visiones disruptivas.

En los últimos 30 años uno de sus grandes arquitectos fue Vicente Corta.

Lo conocí cuando a principios de los noventa, desde la Unidad de Planeación para el Desarrollo a cargo de Guillermo Barnés, se incorporaba a los sectores asegurador y afianzador al Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico.

La Comisión Nacional de Seguros y Fianzas con Ismael Gómez Gordillo a la cabeza elaboraría, en conjunto con el sector privado, un diagnóstico de ambos sectores con miras a detonar su potencial. El trabajo identificó medidas que, desde el lado de la demanda y de la oferta, podrían ayudar a que esos sectores crecieran. El trabajo técnico lo desarrolló con gran talento y visión Fernando Solís Soberón. Eran los datos y su análisis los que daban soporte a la política pública.

Ese análisis dio lugar a una matriz de compromisos a los que Corta daba seguimiento. Era uno solo de los muchos sectores que se sumaron al pacto y la capacidad de Vicente de coordinar, motivar, consensuar a un número amplio de actores permitió que cada matriz caminara y diera resultados.

Vicente, ya desde entonces gran abogado, tuvo oportunidad de estudiar su maestría en Inglaterra. La empatía de geografía y personalidad eran innegables.

Cuando uno describe a Vicente, uno de los primeros rasgos que llegan a la mente es que era un caballero. Era además de los pocos que les gustaba el PT Cruiser y que tomaba té a media mañana.

Regresó y al poco tiempo encabezó la Unidad de Banca y Ahorro. Desde ahí sería actor y testigo de una de las reformas más trascendentes para el país. Semana a semana, bajo la coordinación de Genaro Borrego y José Sidaoui, se construía la reforma de pensiones de 1997.

Es imposible minimizar el impacto que esa reforma tendría para el país. Al amparo de ella, México desarrolló un mercado de deuda en pesos y de largo plazo. Movilizó con transparencia y eficiencia recursos domésticos para financiar nuestro desarrollo. Reivindicó la propiedad de cada trabajador de sus recursos pensionarios. Hizo justicia a millones de mujeres y trabajadores que perdían sus contribuciones sin recibir una contraprestación pensionaria. Fortalecía, además, la situación financiera del IMSS.

Tanto la negociación política dentro y fuera del Congreso como el trabajo de implementación fueron arduos.

La prueba de fuego fue en el verano de 1997, cuando las aportaciones llegarían por primera vez individualizadas a las cuentas de cada trabajador. Triple salto mortal sin red a cuyo éxito, muchos, entre otros él, aportaron.

La 57 Legislatura dio lugar a la época de gobiernos divididos. Por primera vez en nuestra historia moderna el Ejecutivo perdería el control del Congreso. Era tiempo de hacer política, de dialogar y consensuar, de ponerse en los pies del otro y construir acuerdos. Por primera vez se ajustaba un paquete económico y, un Legislativo en el que diversas fuerzas políticas tenían voz, sembraba la posibilidad de verse reflejado en el espejo del Presupuesto.

Las grandes transformaciones del país desde entonces se construyeron en democracia, haciendo política. Esa legislatura fue especialmente complicada y al mismo tiempo fecunda.

Se procesó el rescate bancario y modernizó la Ley de Instituciones de Crédito. Ángel Aceves presidía la Comisión de Hacienda y el país contaba con una ruta de navegación para resolver, en el marco de una ley y rindiendo cuentas, los principales pendientes de la crisis bancaria que había azotado a los mexicanos y puesto en peligro sus ahorros y nuestra estabilidad.

En el último tramo de la legislatura, mi papá, Dionisio Meade, presidió la Comisión de Hacienda. Desde ahí construyó una gran y perdurable amistad con Vicente.

Se podría argumentar que los paquetes económicos tenían que salir. Igualmente el rescate bancario necesitaba encontrar cauce. Pero juntos, Ejecutivo y Legislativo, trabajando coordinados y con Vicente como actor relevante, se aprobó la Condusef y se modificó la Ley de Quiebras que eran importantes, pero no estaban sujetas ni a calendario ni a urgencia.

El acuerdo político alrededor del rescate dio lugar a una serie de tareas que empezaban con la creación de Instituto para la Protección del Ahorro Bancario. De ello se ocupó Vicente al ser su primer secretario ejecutivo. Su estructura de gobierno exigía la colaboración de los poderes para su integración. Los primeros vocales fueron Adalberto Palma, Alejandro Creel, Carlos Isoard y Humberto Murrieta. Sigue siendo a la fecha el cargo público que requiere el mayor grado del consenso. Son votados por 2/3 partes del Senado o de la Permanente. Los vocales pretendían ser los ojos de los ciudadanos a quien habría que dar cuenta de la forma como se instrumentaba el rescate bancario.

Los pendientes eran enormes. Había bancos que se sabían ya insolventes y cuya resolución tocaría diseñar e instrumentar al IPAB como Serfin y Bancrecer. Saneamientos de instituciones en curso y pendientes de concluir como Inverlat, Promex y Atlántico. Bancos intervenidos y gestionados por la Comisión Nacional Bancaria y Valores (algunos llevaban más años de vida intervenida que los que tenían previos a ella) que habría que liquidar. Muchos activos, varios de ellos emproblemados, que había que monetizar para reducir el costo del rescate.

Por si fuera poco, había que diseñar un mercado de deuda para gestionar de la mejor forma posible los pasivos que el rescate implicó.

Esta tarea titánica se consolidó en una gestión de apenas poco más de un año de Vicente en el IPAB. Armó un equipo de funcionarios que estuvieron a la altura de ese reto. Destacaban Gerardo Perdomo, Samuel Toledo, Jaime González, Alfredo Vara, José Luis Ochoa, Edmundo Olivares, Eugenio Garza, Vicente Rodríguez, Mayela Vázquez, entre otros. Todos y cada uno de ellos habrían de referirse a Vicente de ahí y en adelante como el ‘Jefe Corta’. Serenidad, transparencia, pulcritud, eficiencia, temple, eran todas cualidades de Vicente que todos buscábamos emular. Nunca un mal modo, pero nunca tampoco falta de carácter o mando para cumplir con el mandato de ley. Con esa gestión y de su mano se sentaron las bases del sistema financiero que tenemos hoy. Nunca más parte del problema. Desde entonces, fuente de fortaleza y de solución de los muchos retos que el país enfrenta.

Poco antes de que terminara la administración del presidente Zedillo, Vicente incursiona en el sector privado como socio de White and Case. Ahí desarrolló una relación cercana y de gran afecto con Alexis Rovzar. Esa primera experiencia habría de ser interrumpida por una última gestión pública como cabeza de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro.

Al principio de la administración del presidente Fox, Agustín Carstens, entonces subsecretario, había reconocido la importancia y oportunidad de que México accediera a una línea de crédito contingente del Fondo Monetario Internacional. En un mundo cada vez más convulso, un instrumento de este tipo ofrecía un blindaje a México que podría acceder a liquidez en caso de necesitarla sin que estuviera sujeta a ningún tipo de condicionalidad. Era un instrumento que reconocía y premiaba buena conducta y diseño del sistema financiero de un país.

Para poder ser elegible para sumar este instrumento flexible a nuestras alternativas de liquidez había que modernizar nuestro sistema financiero, incluido el pensionario. Vicente fue arquitecto de las modificaciones al sistema pensionario y por su talento y prestigio ayudó a construir el resto del paquete de reformas que se presentaría al Congreso. De nuevo este paquete sería analizado, consensuado y aprobado en democracia. El aval técnico de Corta era un elemento central en la construcción de la confianza que ambos poderes ponían en las reformas.

Esta habría de ser su última participación en el sector público. Pero su huella en el sistema financiero y más allá, seguirá sintiéndose desde la práctica privada.

Atrás de muchos de los intermediarios financieros, fibras y CKD’s está su trabajo jurídico para darles cauce. Probablemente no habría segunda bolsa sin su perseverancia. Los sectores ferrocarrilerlo y aeroportuario sintieron también su fuerza transformadora.

Son muchos los éxitos que tuvo Vicente en lo profesional y en lo personal. Pero era en los momentos difíciles, en medio de las tensiones y dificultades que su generosidad, temple y talento más se apreciaban.

Ahí es cuando sabía hacerse presente y hacerse sentir.

Vicente Corta murió de un infarto el viernes pasado a los 57 años. No hay un solo sector, tema o persona que hoy no sea mejor después de haber entrado en contacto con él. Su ausencia duele en el alma de los que fuimos sus amigos y colaboradores. Para mí fue un privilegio de vida haberlo conocido.

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