Mitos y Mentadas

México: ¿socio confiable?

Mientras México no logre transformar sus respuestas reactivas en políticas sostenidas, seguirá cargando con la etiqueta de socio poco confiable.

México: ¿socio confiable? Independientemente de que Estados Unidos no tenga confianza en la habilidad de México para controlar el crimen organizado, hay un tema más profundo. En política internacional, la palabra “confianza” no se mide con discursos, sino con hechos sostenidos en el tiempo. La presidenta Claudia Sheinbaum repite constantemente que México es un socio confiable porque dice que ahora sí se combate al crimen organizado, se destruyen laboratorios de fentanilo y se contiene la migración.

Pero de acuerdo con muchos funcionarios estadounidenses, los compromisos suelen desaparecer en cuanto cesa la presión desde Washington. La historia reciente lo demuestra con claridad. En 2019, cuando Donald Trump amenazó con imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, el gobierno de López Obrador cedió de inmediato: desplegó a la Guardia Nacional en la frontera sur y aceptó el programa “Quédate en México”. Fue una cooperación bajo chantaje. Sin embargo, tan pronto como llegó Joe Biden a la Casa Blanca, México abandonó gran parte de lo pactado. La presión se relajó y con ella también la voluntad de cumplir.

El debate central está en la diferencia entre confianza estructural y cumplimiento coyuntural. La primera implica políticas consistentes en seguridad, crimen organizado o cooperación porque se entienden como correctas y necesarias, aun sin presión externa. La segunda es actuar solo cuando hay amenazas o costos inmediatos: se coopera por miedo, no por convicción.

Así ha operado México en los últimos años: responde bajo presión de Washington, pero relaja esfuerzos cuando el interlocutor es más flexible. Con Biden se redujo el despliegue migratorio, se complicó la colaboración con agencias y se frenó la destrucción de laboratorios. Otro ejemplo es el tema del agua. Bajo el Tratado de 1944, México está obligado a entregar a Estados Unidos un volumen determinado del Río Bravo. Sin embargo, con frecuencia incumple (aún sin sequías); ahora está por complicarse si esto es incluido en la renegociación del T-MEC.

A esto se suma otro factor. Hoy, más del 20% de los automóviles que circulan en el país son de origen chino. Esto ocurre pese a que México mantiene un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y a que en su territorio operan varias de las principales armadoras estadounidenses. ¿Cómo explicar que esas empresas, con décadas de inversión y empleo en México, pierdan participación en el propio mercado mexicano frente a compañías chinas? La respuesta inmediata es: “Los chinos son más competitivos”. Pero ese argumento abre dos preguntas incómodas.

La primera: si eso es verdad, ¿por qué las empresas estadounidenses habrían de seguir en México si ya no son competitivas? La segunda: ¿realmente se trata de competitividad? La industria automotriz china está sostenida por un entramado de subsidios del gobierno. Ahora que EU presiona a México entonces se ha decidido poner aranceles a los automóviles chinos. Una vez más, bajo presión.

Y hay más: empresarios norteamericanos que invirtieron en el sector de energía consideran que México los ha engañado. Esto se lo hicieron saber al presidente Biden y lo reconfirmaron ahora con Trump.

Para Washington, un país “confiable” no es el que se dobla en cada crisis, sino el que mantiene un nivel constante de cooperación aun en periodos de calma política. De lo contrario, lo que parece confianza es en realidad cooperación temporal. Es por esto que muchos congresistas y representantes en las agencias de seguridad y de comercio de EU perciben que México es un aliado intermitente, no un socio estructural.

La verdadera prueba no es lo que México haga hoy con Trump de regreso a la Casa Blanca, lanzando amenazas y discursos incendiarios, sino lo que mantenga mañana, cuando el contexto cambie. Esa es la pregunta que flota en Washington y que explica por qué se duda de la “confiabilidad” mexicana.

Un país que solo coopera a ratos no es confiable. Un país que abre su mercado a productos subsidiados de un competidor estratégico mientras descuida a sus socios tampoco lo es. La confianza estructural se construye con continuidad institucional, visión de Estado y políticas que trasciendan la coyuntura electoral.

Mientras México no logre transformar sus respuestas reactivas en políticas sostenidas, seguirá cargando con la etiqueta de socio poco confiable. No se trata solo de la relación con Estados Unidos: es una cuestión de credibilidad internacional. Los países que dependen de la presión externa para hacer lo correcto nunca generan confianza. Estos son solo algunos de los temas que México tendrá que sortear en la próxima renegociación del T-MEC.

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