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El emprendimiento de alto impacto durante la “edad dorada”

 

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Por Jorge A. Silva.

Vicepresidente del Comité Técnico Nacional de Emprendimiento del IMEF.

"Estamos viviendo la época de mayor innovación en la historia de la humanidad – cuando los emprendedores pueden hacer hoy, lo que antes solamente podían hacer los gobiernos- resolver los grandes retos de la humanidad… y ser disruptivo en las industrias, las sociedades y los países" - Vivek Wadha –

Vivimos una época fascinante, pero ¿para quién lo es más?, ¿para el joven innovador que tiene la gran oportunidad de satisfacer sus inquietudes, muchas veces ligadas a los grandes problemas de la sociedad, o para el adulto que tiene todo cuanto su imaginación alcanzó a concebir, como puede ser una acrecentada esperanza de vida con calidad?

Con esta reflexión encontramos un nicho poco comentado al hablar de emprendimiento: el valor que aportan durante la "edad dorada" - aquellos mayores de 50 años- para detonar el alto impacto en la sociedad. Nos referimos al potencial de las personas que se acercan a la edad de retiro y que verán extender su vida laboral.

El ecosistema emprendedor valora la labor del mentor, su guía y experiencia a disposición de la innovación en un nuevo contexto, pero veamos lo que pasa al considerar el potencial de las personas mayores de 50 años al incorporar sus habilidades y experiencia al mundo laboral, particularmente en el ámbito del emprendimiento.

No nos referiremos al inversionista consolidado, sí al directivo inmerso en un nuevo ámbito empresarial que le motiva a crecer profesionalmente, con condiciones que no le son del todo ajenas, ya que en su momento vivió revoluciones tecnológicas, reformas de todo tipo, crisis y tal vez periodos de estabilidad, he ahí su gran valor.

Este aspecto se observa típicamente en reuniones de trabajo con participantes que poseen entre sí una pequeña brecha generacional. La referencia histórica vendrá de los mayores, y de los jóvenes, la intención por comprender lo no vivido aún. Actualmente, el día a día lleva a convivir en unas misma organización a cuatro generaciones, desde "baby boomers" hasta milenios.

Ante este panorama es evidente que el fenómeno del envejecimiento de la población exige ajustes de inclusión social, y al respecto ya existen iniciativas cuyo objetivo es dotar a sus miembros de una renovada capacidad de ejecución para los nuevos retos que el entorno actual les exige.

El nuevo índice para la edad dorada considera qué tan bien aprovechan los países de la OCDE el potencial de una mayor fuerza laboral de los trabajadores mayores a 55 años, destacándose su impacto en el incremento del PIB per cápita entre la media de los países miembros.

Si se adoptaran las prácticas de los países que lideran el índice, se cubrirían las necesidades de asistencia social de estos trabajadores. Esto no se limita al incremento de la vida laboral, incluye también estímulos fiscales y adecuaciones de las posiciones de trabajo que permiten hacer carrera y contar con una eficiente capacitación profesional.

En dicho índice, México ha caído del 8vo. lugar en 2003 al 13vo. en 2015, los primeros puestos lo lideran países escandinavos y el país latinoamericano mejor posicionado es Chile (6to. lugar)

Algunas de las prácticas que aportan quienes lideran el índice, son:
• La tasa de empleo en edad avanzada contempla significativamente a mujeres
• Existencia de incentivos fiscales para conservar a trabajadores con más de 65 años de edad.
• Políticas que incentivan a las mujeres a mantenerse laborando después de la maternidad.

Aspectos que ameritan una discusión profunda son: el balance que debe alcanzarse en cuanto a la remuneración, los beneficios por pensión, seguros para la salud y otros, como permitir "pausas" en la carrera de los trabajadores con un largo historial de servicio.

A manera de conclusión, no es casual que el tema atraiga e interese a los profesionales; los negocios que capitalizan la experiencia de los trabajadores de mayor edad pueden ganar una ventaja competitiva, al tiempo en que su base de clientes también envejece.

El sentimiento de "esto no termina" a los 50, 60 o 65 años de edad, obliga a replantear la actitud hacia la capacitación y desarrollo, impulsando a las empresas a cambios culturales donde predominen nuevas estructuras jerárquicas basadas no solamente en la antigüedad del trabajador dentro de la organización.

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