Pletórico de abrojos, el primer tramo en el ejercicio público de la actual administración se acerca a las navidades con festejos multitudinarios y una que otra sorpresa.
Obligado a la continuidad transformadora, el gobierno del segundo piso asumió como propios los postulados de su antecesor, pesado fardo que se ha venido robusteciendo con incidentes y escándalos que han estallado en el corazón de las estructuras internas con un impacto determinante en la imagen y credibilidad del movimiento regenerador.
Relaciones políticas criminales; contrabando de hidrocarburos a gran escala bajo la dirección de altos funcionarios; asesinatos políticos; veladas o abiertas pugnas internas entre facciones y cuadros más destacados; apropiación sistémica de espacios de poder; fraudes generosos; la actividad de las bandas criminales a todo vapor y trampas hasta en el mundo del espectáculo conforman el ambiente en el que ha transcurrido este primer tramo del segundo piso de la transformación y que, evidentemente, son motivo de preocupación en las altas esferas de la política nacional.
A todo ello deben sumarse las expresiones de descontento social de diversos sectores con demandas insatisfechas, desde la llamada generación “Z”, los agricultores, los transportistas, los controladores aéreos y hasta militares retirados.
Vistos en su conjunto, todos estos eventos constituyen una masa crítica, una fuerza de presión social, tanto a nivel local como en el ámbito federal, que, lejos de mostrar visos de solución, presupone su expansión.
Las preocupaciones gubernamentales no son pocas ni menores, la estructura refundacional de la vida pública de México da señales de fisuras que pueden configurar escenarios no deseados para la salud del régimen y es por ello que se ha recurrido a la ancestral práctica de convocar a la expresión masiva, voluntaria, pacífica y ordenada de los fieles seguidores para festejar el séptimo aniversario del triunfo del líder moral de la transformación, precedido el tumultuoso evento de un entrañable mensaje, desde un lugar remoto en el sureste de nuestra geografía que envuelve la sugerencia del retorno por tres razones: para defender la democracia, defender a la actual mandataria contra un golpe de estado y defender la soberanía nacional.
La temporalidad es importante y el contenido del mensaje totalmente relevante, dirigido, leyendo entre líneas, más que a la desangelada y casi inexistente oposición, a sus propios correligionarios, con la patriótica y sutil instrucción de que se porten bien.
Exultante y concurrente con el mensaje de su predecesor, la actual mandataria, ante la tumultuosa concurrencia, dimensionó los vastos logros obtenidos en siete años y, de paso, con un raspón aquí y otro allá, sentenció a sus adversarios que “no vencerán al pueblo de México ni a su presidenta”.
Contundente y con destinatarios, pero con destellos de preocupación.