Una semana antes de las elecciones de 2024, Claudia Sheinbaum se comprometió “a gobernar para todos y para todas”. Pero mintió. Pocos meses después, ya como presidenta electa, anunció su separación temporal de la militancia de Morena para ocuparse de gobernar “para todos los mexicanos”. Volvió a faltar a la verdad. Aunque su cargo oficial indica otra cosa, Sheinbaum gobierna solo para beneficiar a su partido y a sus militantes.
Como si solo fuera la presidenta de Morena y no la de México, en sus conferencias matutinas defiende los triunfos de su partido, se burla y disminuye a la oposición; como su antecesor, habla de sus “adversarios”, se niega a reunirse con los líderes opositores, nombra como “traidores a la patria” a aquellos que critican su postura frente a los Estados Unidos.
Sheinbaum se cree la representante del pueblo. Los demás no son pueblo, son “antipueblo”. Son los enemigos de México. Como buena populista, polariza la sociedad y solo gobierna para la mayoría. Lo curioso es que, aunque sólo apoyen sus reformas una muy reducida minoría, siguen siendo “el pueblo”. Eso sucedió con la elección judicial. Votaron en esas elecciones organizadas y promovidas por la presidenta y su partido solo el 13 por ciento de los registrados en el padrón, con el auxilio de acordeones oficiales. Al 87 por ciento de los mexicanos no les interesaron estas elecciones. A pesar de esa abrumadora mayoría, a los jueces que resultaron ganadores, según Sheinbaum, los “eligió el pueblo”. El 13 por ciento no es el pueblo. Fueron elegidos por una élite. En rigor, los nuevos jueces representan tan solo a la élite morenista. La gran mayoría, “el pueblo”, quedó sin representación. Nace hoy, primero de septiembre, un nuevo Poder Judicial legal e ilegítimo, antipopular.
Al expulsar a 55 reos de alta peligrosidad para que sean juzgados en Estados Unidos, Claudia Sheinbaum está cediendo soberanía, al trasladar la responsabilidad de impartir justicia a los tribunales norteamericanos. Al mismo tiempo, aduce que defenderá la soberanía del país ante una invasión de nuestro vecino. Cede soberanía y defiende la soberanía. Se dice representante del pueblo, pero avala elecciones elitistas y amañadas. Afirma que en México el pueblo es gobierno, pero que, en muchos aspectos, el que sigue realmente mandando vive en Palenque, custodiado por el Ejército.
Morena no es el pueblo. El pueblo no se transporta en camionetas Volvo. No toma sus vacaciones en Tokio. No usa joyería y relojes de lujo. No vive en mansiones. Los hijos del pueblo no estudian en Inglaterra. Morena no representa al pueblo. La representación es una ficción. Los políticos de Morena se representan a sí mismos, representan sus propios intereses, hablan en nombre del pueblo para ganar más dinero, como Fernández Noroña.
El pueblo, según las encuestas, apoya a su presidenta. No porque crea que representa un gobierno honesto. “Roban, son corruptos, pero al menos reparten; los otros gobiernos no daban nada”. El PRI y el PAN se alejaron de sus bases. Restringieron sus militancias. Se enriquecieron. La gente se dio cuenta de que no representaban al pueblo, sino a ellos mismos. Como ahora ocurre con Morena, pero la sociedad apenas comienza a darse cuenta.
Nos gobierna, en nombre del pueblo, una camarilla autoritaria. Su propósito es consolidar un monopolio del poder, como en Cuba, gobierno que admiran sin reservas. Una camarilla cuya ideología les proporciona su máscara popular. No tienen vocación democrática ni pluralista. No tienen reparos en aliarse con el crimen organizado con tal de afianzar su poder.
El problema es que, con el pretexto del pueblo, están causando un daño mayúsculo a quienes dicen representar. La pobreza volverá a emerger cuando ya no se puedan dar los apoyos sociales, porque estos vienen de los impuestos de las empresas que producen y crecen. Sin crecimiento, por falta de certeza jurídica e inseguridad, disminuirá la recaudación y ralearán los recursos para los apoyos del gobierno. La educación pública está en su más bajo nivel en décadas. La salud, por los suelos.
Claudia Sheinbaum no gobierna para todas y todos, gobierna viendo primero por los intereses de su familia y de su grupo, de sus aliados, de sus militantes. No representa al pueblo, se representa a sí misma. Su principal objetivo no es el bienestar del pueblo, sino conservar el poder. Ese es el objetivo de la reforma judicial y lo será de la reforma electoral. Aplastar judicialmente a los adversarios. Cerrarle los espacios a la oposición. Ese es el objetivo de la ley de telecomunicaciones: acallar la crítica.
Si no gobierna para todos, no es la presidenta de México. Si continúa ofreciendo impunidad y protección a los suyos, es tan solo la presidenta de Morena. Si no deja de ver a los opositores y críticos de su gobierno como adversarios y traidores a la patria, seguirá siendo tan solo la presidenta de su partido. Morena no es México. Sus votos no les dieron la mayoría; tuvieron que violar la ley y sobornar senadores para obtenerla.
Hoy entra en funciones el nuevo Poder Judicial. Todo apunta a que será un órgano al servicio de una élite autoritaria disfrazada de pueblo.