Adán Augusto López debería ser el primer procesado por corrupción por el nuevo Poder Judicial. Pero eso jamás ocurrirá.
El senador tabasqueño fue el artífice de la extorsión ejercida contra un par de senadores de la oposición para obligarlos a votar a favor de la reforma judicial, y uno de los más activos patrocinadores de candidatos que el 1 de septiembre serán jueces y magistrados del Poder Judicial. No será la justicia mexicana la que llame a cuentas a Adán Augusto.
El senador, además, goza de fuero. Lo arropan senadores de su partido y más aún: senadores de la oposición. Es denso el tejido de favores e intereses creados para protegerlo. Lo que sí podría pasar es que lo llamaran a Palacio para mostrarle un grueso expediente que lo señala como protector político de los traficantes de combustible ilegal. Funcionaría con él la amenaza, no la justicia, para obligarlo a retirarse “por motivos de salud”. Y no porque en Morena les repugne su actuación corrupta, sino porque las exigencias de Trump han subido de tono. Para que el sistema siga funcionando, es necesario que rueden algunas cabezas. Y qué mejor que la del senador morenista, el último en felicitar a Sheinbaum cuando López Obrador la invistió de candidata. Esa rebeldía debía cobrarse algún día.
Los jueces y magistrados que llegaron a sus nuevos puestos de la mano de Adán Augusto quedarán como agentes libres. Lo más probable es que pasen a ser activos de la presidencia. Nunca más una iniciativa presidencial rechazada. Nunca más un miembro de la Suprema Corte dejará de ponerse de pie para aplaudirle a la presidenta en cualquier ceremonia. Un Poder Judicial flexible para la genuflexión oficial.
Un fiscal general que no es autónomo. Un Poder Judicial sumiso. Un Poder Legislativo a modo. Sin órganos de contención, ni de transparencia. Una libertad de expresión amenazada por la censura. Prisión preventiva oficiosa para los adversarios del gobierno. Una democracia simulada. Una presidencia omnipotente. Un país sin proyecto. Sin rumbo. Un expresidente en las sombras, acechante. La corrupción desatada. La exhibición cínica del lujo. El príncipe viste de Prada en Tokio.
Los morenistas en Europa y en Japón, ¿por qué no se les ocurre viajar por México? Tan cómodo que es el Tren Maya. Los morenistas con sus hijos en los mejores colegios privados y sus carreras y maestrías en el extranjero, ¿por qué no se les ocurre enviarlos a la UNAM? Tan buenas que son las Universidades del Bienestar. Los morenistas que van a tratar sus males en hospitales de lujo o en la Clínica Mayo, ¿por qué se niegan a recibir atención en el IMSS? Tan bien que se les atendería tirados en el piso en las salas de emergencia de los institutos nacionales, esperando por medicamentos que no acaban nunca de llegar. Y es que los morenistas no son iguales, “pero algunos no son más iguales que otros”.
No hay proyecto educativo. No hay proyecto económico. No hay proyecto cultural. Simplemente, no hay proyecto. Todo se va en tratar de enmendar los caprichos del predecesor. Nuestra mayor iniciativa en política exterior es la de seguirle regalando petróleo a la dictadura cubana. Un gobierno de venganzas mediocres. ¿Retiras las estatuas del Che y Fidel? Misteriosamente, cae un “árbol” encima de la estatua de Felipe Calderón y la derriba. ¿Arrecian las críticas por el lavado de dinero que Romo ejecutaba en el mismísimo Palacio Nacional? Mando liberar al secuestrador Vallarta para que acuse a Loret de Mola de un montaje que en los hechos ejecutó la productora de las mañaneras de la presidenta. Qué vergüenza que el mayor logro presidencial hasta ahora sea el de posponer el castigo arancelario de Donald Trump.
Peco de negativo. Los números, me dicen, muestran avances en el combate a la pobreza. ¿Cuáles números si suprimió el Coneval? Ahora las mediciones las hace el INEGI. Y el INEGI lo dirige una persona sin preparación matemática, ni estadística, ni actuarial. ¿Números a modo para la presidenta? Tal vez soy injusto. ¿Qué tal los números que muestran avances en el combate a la inseguridad? Los homicidios van a la baja en la misma medida en que las desapariciones van al alza. Cifras maquilladas. Porque lo cierto es que la inseguridad sigue siendo la principal preocupación de los mexicanos. Dice la presidenta que se han destruido cientos de laboratorios clandestinos de fentanilo. Pero debe ser una noticia falsa porque López Obrador nos aseguró que en México no se producía fentanilo. O Sheinbaum miente o López Obrador nos mintió. Uno de los dos falseó la verdad, ¿por cuál vota usted?
Nos prometieron el segundo piso de la transformación y en su lugar nos dieron un “paso deprimido”. Una clase gobernante protectora de delincuentes y, según puede apreciarse, corrupta hasta la médula. Sin rumbo. Intolerante a la crítica. Un gobierno que se apresta para evitar que otro partido que no sea Morena pueda ganar elección alguna. “La mejor democracia del mundo”. Una vergüenza de país.