La migración es un tema central en la Unión Europea y en Estados Unidos, no así en México. Pero esto podría cambiar muy pronto. Atraviesan México migrantes de todo el mundo para llegar a Estados Unidos. Llegan de Medio Oriente, de China y de la India tratando de cruzar ‘al otro lado’. Hace un mes, elementos de la Guardia Nacional dispararon sobre un camión de redilas que transportaba migrantes egipcios, nepalís, cubanos, indios, pakistanís y árabes, matando a seis.
A los cientos de miles de migrantes que tratan y seguirán tratando de llegar a la frontera, se les deben sumar los millones de mexicanos que la administración Trump va a deportar y los millones de centroamericanos y caribeños que el gobierno norteamericano va a poner en territorio mexicano.
México se convertirá en un país tapón. La última vez que Donald Trump negoció con el gobierno mexicano en relación con los migrantes, Marcelo Ebrard, representando a López Obrador, “se dobló”, según narró Trump: “nunca había visto a nadie doblarse así”.
Por la concentración de migrantes de otros países que no podrán cruzar, por los millones de mexicanos que nos serán devueltos, por los millones de migrantes latinoamericanos a los que México está obligado a resguardar aquí mientras en Estados Unidos se resuelve su situación migratoria, el tema se convertirá en una de las mayores preocupaciones del gobierno.
Miles de elementos de la Guardia Nacional adicionales tendrán que ser desplegados en la frontera sur, agravando el delicado problema de seguridad que se vive actualmente en Chiapas. En lugar de garantizar la seguridad de los mexicanos en tantas zonas dominadas por los grupos criminales, la Guardia Nacional estará en gran parte dedicada a resolverle el problema de la migración al gobierno de Trump. ¿Y si no lo hacemos? Ya nos tomaron la medida. Amenaza de aumento de aranceles. 10, 15, 25 por ciento. Ebrard ya levantó la mano para decir que él puede apoyar en las negociaciones. Después de todo, él ya sabe cómo doblarse al gusto gringo.
En las décadas de los setenta y ochenta, desde Colombia y Perú, se enviaban cargamentos de cocaína a Florida, con el consentimiento del gobierno de La Habana, que así obtenía divisas. Cuando la operación estuvo a punto de ser descubierta, Fidel Castro optó por traicionar a su gente, a la que fusilaron tildándola de traidora a la patria. Estados Unidos decidió entonces ‘sellar’ el paso de la droga por el Caribe. Los cargamentos que antes pasaban por esa ruta comenzaron a ser trasladados por el territorio mexicano. Los colombianos transportaban la droga hasta algún lugar del sur de México, y aquí los cárteles locales la llevaban hasta la frontera y la cruzaban. Los cárteles mexicanos muy pronto crecieron en importancia, en armamento y en zonas de control, hasta convertirse en la pesadilla que son ahora.
Algo semejante ocurrirá, ya no con los narcotraficantes, sino con los traficantes de personas, que se aliarán con los cárteles de la droga, con los que compartirán protección y rutas. Su importancia dentro del mundo criminal se multiplicará. Seguirán cruzando a miles de personas a través de la frontera, a un precio más alto dados los obstáculos que pondrá la administración trumpista.
El tema migratorio hasta ahora no representa un grave problema social, salvo en las zonas fronterizas. Pero la situación va a cambiar. Al volvernos un país tapón, los migrantes se verán en todos lados. En algunas ciudades reclamando servicios; en otros lugares trabajarán para los cárteles de la droga.
Hasta ahora los migrantes no aparecen, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos o en Europa, en la agenda de los políticos. Pero ante el crecimiento de la población migrante estacionada en nuestro país, surgirán grupos xenófobos de extrema derecha exigiendo su expulsión o regulación. Los partidos tratarán de lucrar con los migrantes. En algunas ciudades se convertirán en un grave problema social. “Nuestros hermanos centroamericanos” dejarán de serlo (hoy solo lo son en el discurso) y comenzará el rechazo que ya se ve en algunas regiones.
Por razones geoestratégicas, el tráfico de drogas se deslizó en los años ochenta del Caribe a México, provocando centenares de miles de muertos y enormes problemas sociales y políticos. Ahora, por motivos relacionados con la política de migración de Estados Unidos, México se convertirá en lugar de paso y refugio involuntario de millones de personas que seguirán intentando el sueño americano.
Nunca hemos sido un país abierto a la migración. Con los españoles que huían de Franco en los ‘30 y los sudamericanos perseguidos por sus respectivas dictaduras, los mexicanos practicamos una migración selectiva y acotada. Ahora será diferente. Los centenares de miles de migrantes no encontrarán en México a ‘sus hermanos’ sino un gobierno obligado a expulsarlos, una sociedad dividida y lastimada por la violencia. Los migrantes encontrarán brazos abiertos, pero del crimen organizado.