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Popularidad espuria

Enfrentamos una elección de Estado. Todo el aparato de gobierno está al servicio de Claudia Sheinbaum. Su popularidad es espuria, lo mismo que su candidatura.

Claudia Sheinbaum encabeza las encuestas. ¿Por su carisma? ¿Por su preparación? ¿Por su inteligencia? Encabeza las encuestas porque se organizó desde la Presidencia una operación de Estado para colocarla en ese sitio, porque la continuidad de Sheinbaum representa impunidad para López Obrador y su familia.

Xóchitl Gálvez lleva apenas unos meses como candidata a la Presidencia mientras que la candidatura de Sheinbaum fue edificada durante años. Como Salinas con Colosio, López Obrador construyó a su delfín. En el momento más difícil que enfrentó como jefa de Gobierno —el desplome de la Línea 12 del Metro por falta de mantenimiento— López Obrador la hizo a un lado y encabezó el control de daños, a pesar de tratarse de un asunto local, no federal (”López Obrador toma las riendas de la gestión política de la Línea 12″, El País, 24.Jun.21). Cuando el Metro comenzó a presentar graves y continuas fallas, entró de nuevo el Presidente al auxilio de su candidata, inventó que se trataba de “un sabotaje” e ilegalmente envió a 6 mil elementos de la Guardia Nacional a custodiarlo, pese a que la Ley de la Guardia Nacional (art. 9, cap. III) señala que está impedida de actuar “en los medios de transporte que operan en las vías generales de comunicación”.

Sheinbaum debe a López Obrador su carrera política. Él la sacó de la academia y la llevó a su gabinete. Él le encargó la obra emblemática de su gobierno, los segundos pisos, aunque como secretaria del Medio Ambiente no tenía vela en el entierro. Él la moldeó a su imagen y semejanza. Con mucho cuidado montó el tinglado de un proceso electoral interno diseñado para que Sheinbaum resultara ganadora. Engañó el Presidente a dos de sus más cercanos colaboradores (el secretario de Gobernación y el de Relaciones Exteriores) a los que hizo creer que sería una contienda pareja y limpia. No lo fue. Con la anuencia del Presidente (y con un gasto millonario que a la fecha nadie ha explicado) el país entero se tapizó con publicidad a favor de Sheinbaum. Luego, se amañaron las encuestas para que éstas favorecieran a la candidata oficial. Adán Augusto y Ebrard se indignaron con el proceso, protestaron y denunciaron, hasta que comprendieron que había sido por órdenes del Presidente. Habiéndolo entendido, bajaron la cabeza y se doblaron ante Sheinbaum.

La candidatura de Sheinbaum se construyó con dinero sucio. No sabemos si ese dinero se sustrajo de las arcas públicas o de empresarios que esperan recibir algo a cambio o si provino del crimen organizado. La candidatura de Sheinbaum la construyó el Presidente. Su operación de Estado no sólo consistió en solapar la multimillonaria campaña y las giras nacionales de su candidata, para colocarla arriba en las encuestas aun antes de comenzar el proceso electoral, incluyó también una intensa campaña negativa en contra de la candidata de la oposición, con reiterados ataques directos desde las ‘mañaneras’ (por los cuales lo amonestó repetidamente el INE) y con una feroz campaña en las redes sociales. La estrategia funcionó. Se inflaron los números positivos para Sheinbaum a la par que crecieron los negativos para Xóchitl. La primera impresión que millones de mexicanos recibieron de Xóchitl fueron los ataques del Presidente.

Claudia Sheinbaum encabeza las encuestas no por su campaña (inflada con acarreados), ni por sus logros como jefa de Gobierno (desplome de la Línea 12, la peor ciudad en el combate al Covid, empleo de medicinas contra los piojos sin consultar a quienes la recibieron), ni por su inteligencia (consistente en repetir como loro las palabras del Presidente), ni por su preparación (experta en medio ambiente, no protestó por el uso de combustóleo en la refinería de Tula que mantiene a la ciudad envuelta en una nata gris).

Sheinbaum va arriba en las encuestas por el uso del dinero sucio en su campaña, por el apoyo ilegal del Presidente y por una cuidadosa operación de Estado consistente en mostrarla como heredera directa de un presidente popular a fuerza de entregar dinero de los programas sociales a cambio del voto condicionado por miles de ‘siervos de la nación’; éstos amenazan a la población más crédula o necesitada de que les retiraran esos apoyos si no votan a favor de la candidata del gobierno. La popularidad de Sheinbaum es espuria.

¿Por qué encabeza Sheinbaum las encuestas si es tan mala candidata? La vimos en el debate. Evadió todas las preguntas incómodas (la señalaron como la responsable de la muerte de 52 personas), mintió tanto como el Presidente (sorprendió a todos con ‘otros datos’: según ella descendieron bajo su gobierno los feminicidios).

La campaña ha servido para mostrar a una candidata insensible, irascible y autoritaria. A todo esto debe sumarse la abyecta sumisión que muestra ante el Presidente.

Nos enfrentamos a una elección de Estado. Todo el aparato de gobierno (desde los gobernadores hasta los alcaldes de Morena) están a su servicio. Su popularidad es espuria, lo mismo que su candidatura. Los mexicanos conscientes deben repudiarla en las urnas el próximo 2 de junio.

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