Leer es poder

¿Cuatro años de qué?

Cuatro años y lo que tenemos es un presidente popular y un gobierno mediocre. Somos de nuevo una nación bananera con un estrafalario populista al mando.

Hace cuatro años de la cuestionada victoria de López Obrador, manchada por el pacto con Peña Nieto y la persecución judicial contra su rival electoral.

Cuatro años transcurridos y no tenemos un país mejor. Centenares de miles de muertos (por Covid, por la violencia). Un país dividido por aquel que debía unirnos a todos. Un país más corrupto (para muestra, la familia presidencial: hermanos, primas, cuñadas, hijos) y más desigual (aumentó el número de pobres y “no hay un rico de México que durante mi gobierno haya perdido dinero”, según señaló el presidente).

Cuatro años y lo que tenemos es un presidente popular y un gobierno mediocre. La misma gente que confía en López Obrador tiene una opinión negativa de su gobierno en salud, seguridad y economía. La mayor parte de la gente apoya a López Obrador no por ser un buen gobernante sino por sus buenas intenciones. Quiere el bien de los mexicanos aunque gobierne mal (un tercio del territorio bajo dominio del crimen organizado) y deje las cosas a medias (el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas). Una buena parte de los que justifican este gobierno mediocre lo hacen por ignorancia, fe o porque reciben dinero gratis. ¿Dije que reciben dinero gratis? Me corrijo: reciben dinero a cambio de su voto.

Una gran parte de los que apoyan a López Obrador lo hacen por ignorancia. No lo digo yo, lo dice el presidente: “dicen que a mí sólo me apoyan los analfabetas del país, lo cual, dicho sea de paso, me llena de orgullo”. En un país de tantas carencias como el nuestro no podía ser de otra manera. Sin olvidar un detalle: la misma gente analfabeta que apoya hoy a López Obrador apoyó antes al PRI de Salinas y al PAN de Fox.

Luego están los que apoyan al presidente por interés. Lorenzo Meyer depuso su actitud crítica hacia el poder a cambio de un plato de lentejas y dos puestos en el gobierno para sus hijos. La Jornada es el medio impreso que más obtiene dinero del gobierno. Televisa y TV Azteca siguen recibiendo miles de millones de pesos en publicidad. Cantar loas al presidente se ha convertido en un negocio redituable.

Más abajo en la escala moral se encuentran aquellos que apoyan al gobierno no por ignorancia o fe, no por beneficiarse de los programas sociales ni por tener o esperar contratos de la cuatro té, sino por mero resentimiento. En este numeroso apartado se encuentran los mediocres que nunca tuvieron un ascenso, los que nunca pudieron publicar en los medios que ahora critican, los que ven en el triunfo de López Obrador una reivindicación de sus propios fracasos. Ellos también sufren los aumentos de precios, los asaltos en el transporte público, la ausencia de calidad en los servicios públicos, algún muerto en la familia por Covid, pero no les importa, lo que cuenta es que López Obrador calumnia e insulta a los mismos que ellos odian, por triunfadores, porque obtuvieron los ascensos que ellos no pudieron alcanzar, porque llevan años cultivando su envidia.

Dejo al último a los peores. Los que se dan cuenta de que las cosas no marchan bien; de que la posición antisemita del presidente es aberrante; que saben que para los principales medios del mundo somos de nuevo una nación bananera con un estrafalario populista al mando; que la justicia con Gertz Manero es sólo una parodia cruel; que la supeditación de algunos ministros de la Suprema Corte al presidente es abyecta. Saben bien que la estrategia de no combatir al crimen organizado nos ha conducido a una pesadilla. Saben todo esto, y callan. Si al principio apoyaban por convicción o esperanza, las evidencias los han rendido pero siguen dando su apoyo porque creen que este Estado fallido es lo más a lo que los mexicanos pueden aspirar.

Añaden una sola pista a un aeropuerto militar, construyen una refinería cuando el mundo se encamina a empleo de energías alternativas, abandonan a millones de niños a la indigencia educativa justo en el siglo del conocimiento, entregan la producción de ciencia y tecnología a una ideóloga mareada por el poder. De nueva cuenta dejamos ir el tren de la modernidad. Valiosos años perdidos en el pantano del subdesarrollo.

Los que no ignoran esto saben que éste es un gobierno autoritario, que acosa a la prensa, que pacta con el narco, que da impunidad a los multimillonarios, que trata de supeditar la democracia a sus intereses. Lo saben bien y no les importa que el país se suma en el descrédito. Lo saben y no parece importarles.

Tal vez este periodo populista sea sólo un paréntesis, pasado el cual volveremos a la senda de la democracia y la modernidad. Pero también podría ser que el periodo de la alternancia democrática (1997-2018) haya sido un paréntesis en medio del tipo de gobierno que nos merecemos (el priismo y sus variantes).

Nadie sabe con certeza qué tiempos vive, si tiempos de decadencia o tiempos que marcan un nuevo comienzo. De una cosa estoy seguro: hay muchos que ven la debacle y prefieren voltear a otro lado. El remordimiento por lo que no hicieron ahora será su mañana.

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