Leer es poder

La única salida

Como siempre lo más aconsejable es la democracia. No es una solución ideal, tan sólo la mejor forma que hemos encontrado para dirimir nuestras diferencias.

La coalición entre el PAN, PRI y PRD de cara a 2024 huele mal, sin duda, pero la de Morena con el Verde y el PT hiede a continuismo, corrupción y carroña. Movimiento Ciudadano en cambio es un partido de principios, el mayor de ellos reza: “vende caro tu amor, aventurera”.

Todo indica que no votaremos en 2024 por el mejor, sino por aquel que sea el menos proclive a cancelar las libertades que hemos ganado en décadas de lucha democrática. Sería bueno que en 2024 disputaran candidatos impolutos que representaran altos ideales. Pero eso no va a ocurrir. Vivimos uno de los puntos más bajos de la política mexicana. Tendremos que arar con uno de los bueyes en contienda, que no serán los mejores.

Con cierta ingenuidad se clama que la oposición necesita definir con urgencia un candidato. Supongamos que así fuera. Sabemos que el presidente, Morena y sus huestes no juegan limpio, que la democracia para ellos es sólo la estrategia que adoptaron para hacerse del poder. ¿Cuántas veces escucharíamos al presidente mentar a ese presunto candidato de oposición en sus conferencias? El presidente haría lo que mejor sabe hacer: calumniarlo, inventarle historias, mostrar memes injuriosos, colgarle apodos. Ese es su estilo personal de gobernar, ¿podríamos esperar algo diferente al juego sucio? Si para ganar las elecciones de 2018 no vaciló en hacer un pacto con Peña Nieto (persecución de Anaya a cambio de impunidad), ¿no es de esperarse que a un posible candidato opositor le lance primero al fiscal Gertz Manero y luego a Pablo Gómez de la UIF (que para algo puso ahí a este comisario), y más tarde al SAT? Por si no fuera poco, Epigmenio coordinaría la guerra sucia como él sabe hacerlo, sin miedo al lodo, y los miles de bots adiestrados en estos años se encargarían de intentar aniquilarlo con guerras de odio. Un candidato opositor difícilmente llegaría ileso a 2024.

Veo también que hay quien fantasea con que el candidato sea el joven Luis Donaldo Colosio. Su mayor prenda, su padre asesinado. Suelen decir que, por su juventud, no tiene cola que le pisen, lo cual es cierto, pero la cola no es lo único importante en política: tampoco tiene experiencia, conocimiento de la historia, malicia, ni capacidad de negociación. Podría ser un buen candidato, y una gran incógnita como presidente. Lo grave es que parece que no aprendimos nada de la experiencia con Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, buenos candidatos, malos presidentes. Si el plan es: lo ponemos en la silla y luego lo controlamos, permítanme decirles que es un pésimo plan. Necesitamos un buen político (que sea capaz de conciliar y negociar, tender algunos puentes y dinamitar otros), no un rostro fotogénico para nutrir los millones de spots por venir.

Hace unos días Jorge Castañeda publicó una interesante reflexión acerca de la coalición PAN, PRI y PRD (“Una crítica a la autocrítica”, Nexos, 16. Jun. 22). ¿Pueden avanzar juntos estos partidos sin una severa revisión a lo que históricamente han sido? Sensatamente concluye Castañeda: “desgarrarse las cicatrices y pedir simultáneamente el voto de la gente no es contradictorio: sería una idiotez”. Pero también: “hacer caso omiso del pasado tampoco es viable, ni recomendable”. ¿Qué hacer?

Como siempre en estos casos lo más aconsejable es la democracia. No es una solución ideal, tan sólo la mejor forma que hemos encontrado para dirimir nuestras diferencias. Tres pasos: abrir los partidos a la ciudadanía; elecciones primarias y debates.

Abrir los partidos: Actualmente los dirigentes tienen cerrado el acceso a las nuevas afiliaciones. Al restringir la entrada a nuevos miembros pueden controlar las votaciones internas y seguir al mando. Se trata de una estrategia mezquina. Hay que terminar con esa hegemonía mañosa. Existen mecanismos modernos para detectar falsos militantes (el INE puede auxiliar.) Sin una renovación ciudadana de los partidos estos seguirán siendo las mafias a las que la gente dio la espalda en 2018.

Elecciones primarias: los ciudadanos deben poder votar y ser votados. Que participen tantos como sea posible. (En las elecciones primarias republicanas de Estados Unidos en 2016 se registraron 17 candidatos.) Los debates ayudarán a depurar las listas. Que sobreviva el más capaz. Sin democracia interna es ridículo pelear por una democracia nacional. En Morena la selección la hará López Obrador (al dedazo le llaman ahora encuesta). La distinción debe ser clara: de un lado, un arduo ejercicio democrático; del otro, el caudillo imponiendo a su sucesor.

Por último: debates entre los precandidatos. Cierto que se dirán de todo (incluyendo la autocrítica que señala Castañeda.) Pero, contrariamente a lo que se piensa, esa exhibición abierta fortalece a los candidatos. En Morena también abundarán las descalificaciones, pero serán bajo la mesa y con cuchillos afilados. (Ebrard y Sheinbaum se arrojarán los 26 muertos de la Línea 12 como si fueran balón de voleibol.)

La construcción de una sólida candidatura de oposición debe partir de principios democráticos. No es una solución sencilla: es la única salida.

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