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Ebrard o el amor por las dictaduras

Más que el político pragmático que algunos quieren ver en Marcelo Ebrard, destaca el político de línea dura, alineado con las dictaduras más nefastas del planeta.

Hay quienes se engañan pensando que Marcelo Ebrard es un demócrata. Piensan que su apego a los autócratas es sólo un hábil recurso para halagar al presidente y conseguir sus favores a la hora en que éste tenga que ejercer el ‘dedazo’ (que en Morena se llama ‘encuesta’).

Recuerdo a Marcelo Ebrard en 2005. Lo vi en una plaza de Coyoacán al lado del embajador venezolano Vladimir Villegas y el encargado de negocios de Cuba. Arriba de un templete arengaba a las pocas personas ahí reunidas: “Nosotros tenemos a un gobierno vergonzante [se refería a Vicente Fox], enemigo de Cuba y Venezuela, pero este gobierno no representa al pueblo de México. El pueblo de México somos nosotros, ése es el pueblo de México y nosotros estamos con Bolívar, Martí, con nuestros hermanos de Cuba y Venezuela”. En realidad, más que mostrar su admiración por Martí y Bolívar, Ebrard quería dejar en claro su abierta simpatía por Fidel Castro y Hugo Chávez, que todavía gobernaban con mano de hierro en sus respectivos países.

Un año antes, Vicente Fox había destituido a Ebrard como secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal por su torpeza y tardanza cuando una turba linchó a dos policías encubiertos en Tláhuac. Como a López Obrador ese linchamiento le pareció normal (los linchamientos son parte de los usos y costumbres del ‘pueblo bueno’), poco tiempo después nombró a Ebrard secretario de Desarrollo Social de su gobierno. Así, sin que lo inhibiera su cargo, Ebrard decidió que era buena idea mostrarse partidario de los gobiernos autoritarios de Castro y Chávez.

No debe sorprender a nadie, en consecuencia, que como secretario de Relaciones Exteriores haya mostrado su admiración por personajes como Donald Trump, Evo Morales, Daniel Ortega, Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Vladimir Putin. El año pasado Ebrard anunció asimismo la intención del gobierno mexicano de reabrir la relación con Corea del Norte. ¿Qué hay de malo en ello? Que Corea apunte sus misiles a nuestro principal socio comercial no es nuestro problema, según la lógica del canciller.

Más que el político pragmático que algunos quieren ver en Ebrard, destaca el político de línea dura, alineado con las dictaduras más nefastas del planeta, un político de perfil ideológico iliberal. Quienes lo ubican como un político eficaz por su gestión como jefe de Gobierno del DF no deben olvidar que no fue su eficacia sino su ambición desmedida la que lo llevó a entregar las obras de la Línea 12 del Metro en tal estado que su sucesor, Miguel Macera, tuvo que suspender sus operaciones más de un año por el pésimo estado que dejó su apresurada construcción. A la postre, estas fallas conducirían trágicamente al desplome de un tramo de la Línea 12 y a la muerte de 26 personas y más de 70 heridos. Tanto Ebrard como Sheinbaum, precandidatos del presidente, tienen las manos manchadas de sangre.

Debemos a Marcelo Ebrard que las embajadas de México hayan dejado de ser el punto culminante de las carreras diplomáticas más destacadas y se hayan convertido en pagos políticos por favores recibidos. Fue Ebrard el que se prestó a la farsa de la compra de las pipas para resolver el desabasto provocado por la falta de previsión de López Obrador y la secretaria Nahle. Fue Ebrard el que cedió ante Donald Trump ante la amenaza del aumento de aranceles a México. “Nunca he visto a nadie doblarse así”, contó recientemente el expresidente. Fue Ebrard el que gestionó la estancia de Eva Morales luego que éste tuvo que salir de su país por el escándalo del fraude electoral que organizó para perpetuarse en el poder. Fue también Ebrard el que organizó la visita del dictador cubano Díaz-Canel a México, que culminó con el discurso del autócrata ante las Fuerzas Armadas mexicanas el día en que conmemoramos la Independencia nacional. Es Marcelo Ebrard el que hoy respalda la absurda solicitud de López Obrador de que se invite a los dictadores de Cuba, Nicaragua y Venezuela a la Cumbre de las Américas. “No se debe excluir a nadie”, afirma el presidente. ¿Abogaría por la asistencia de Videla y Pinochet si estos gobernaran en Argentina y Chile, o solamente interviene en favor de los dictadores si estos son de izquierda?

¿Qué clase de mandatario sería Ebrard si López Obrador gestionara para instalarlo en la presidencia? En 2011 dentro del PRD se manejaban dos opciones: Ebrard o López Obrador. Una encuesta manipulada se inclinó por el tabasqueño. Ebrard agachó la cabeza y cedió. Sería un presidente incapaz de decirle que no a López Obrador. “Aquí vive el presidente, diría alguien señalando Palacio Nacional, pero el que manda está en La Chingada”. Un político que se agacha no puede ser un estadista. Sería un presidente iliberal, poco afecto a los procesos democráticos y el respeto a los derechos humanos. Cuando en 2013 estalló el escándalo de la mala construcción de la Línea 12, Ebrard decidió huir de México y refugiarse con su familia en París. Un hombre incapaz de enfrentar las consecuencias de sus actos, agachón y pragmático. No, gracias.

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