Leer es poder

Ciudadanos sin partido

Los partidos y sus decisiones de cúpula. Su juego palaciego, maquiavélico, de alianzas y traiciones. Los ciudadanos jugando el pasivo papel de observadores.

La inmensa mayoría de los mexicanos no tenemos partido. Solemos votar por este o por aquel, según la elección, pero sin afiliarnos a ninguna organización. “Jamás votaría por el PRI”, decimos pero luego surge algo peor que el PRI y lo reconsideramos. Creo que hay cierto consenso en considerar al Partido Verde como el partido cloaca de la política nacional, por la forma como ha arrastrado su filiación ecologista. ¿Quieres saber si estás en el lado correcto o incorrecto de la historia? Si el Verde forma parte de la coalición por la que piensas votar, estás del lado oscuro. Si un partido se acerca al Verde no lo hace para vincularse a la agenda ecologista y sustentable, se acerca para comprar, se acerca para prostituir el voto.

El PAN en 1976 no presentó candidato a la Presidencia. No fue una protesta contra el priismo omnipresente de ese tiempo sino desorden y división interna. Ese año, como con los alcohólicos, el PAN tocó fondo. Luego de la nacionalización bancaria de 1982 el PAN recibió una inyección de recursos y de proyectos provenientes del mundo empresarial, que 18 años más tarde culminaría con la llegada de Vicente Fox a la presidencia. Con su acceso al poder los empresarios dejaron a su suerte el proyecto democrático. El tren ya estaba sobre rieles, no había más que hacer, salvo negocios con el partido en el poder. Ese error fue uno de los que contribuyeron a la llegada de López Obrador a la presidencia. El aprecio popular a la democracia y su escaso impacto en abatir la inseguridad y la pobreza fueron disminuyendo hasta el 2018 cuando sólo una cuarta parte de los electores consideraba a la democracia como una buena forma de gobierno.

Luego de la falta de resultados de los tres gobiernos de la transición, el electorado quería una solución semiautoritaria, que resolviera los problemas inmediatos, por eso votó por darle a Morena el Ejecutivo y el Congreso. López Obrador es hijo del hartazgo con la democracia. Las consultas ‘democráticas’ que ha organizado Morena han sido una farsa, comenzando por la consulta hechiza para suspender el aeropuerto de Texcoco y culminando con la consulta de los expresidentes y su ridículo 7.0 por ciento de participación. Las consultas populares han servido a Morena para validar decisiones de una elite que dice representar al pueblo pero que realmente no representa sino a una camarilla de políticos populistas.

Morena no ha terminado de convertirse en un partido, ocupados como están en complacer a su caudillo. El PRD perdió la oportunidad de transformarse en un partido de ideas ante la masiva fuga de sus militantes; la única idea que les queda es la de su supervivencia.

La inmensa mayoría de los mexicanos no tenemos partido. En lo personal votaría por un partido liberal, que no existe. Las reglas para admitir nuevos partidos son excluyentes y absurdas. Pero es lo que hay. Con estos partidos bueyes tenemos que arar. ¿Qué hacer?

Una vía sería la de exigir a los partidos, a todos, procesos de democracia interna. La lógica es clara: sin democracia interna un partido no puede exigir democracia en la sociedad. ¿Autoritario puertas adentro y faro de la democracia fuera?

Grupos de ciudadanos podrían presentar una iniciativa de ley, ante el nuevo grupo plural en el Senado, por ejemplo, que modifique y amplíe las funciones del INE, obligando a este instituto a exigir a los partidos condiciones mínimas de democracia interna. Contiendas primarias para seleccionar a los candidatos, celebración de debates, voto libre y secreto, y padrón abierto de militantes.

Exigir democracia interna a los partidos es una vía para que los ciudadanos podamos participar y vivificar a los partidos, dotarlos de sentido.

¿Qué es lo contrario de la democracia interna? Lo que vivimos hoy. Los partidos y sus decisiones de cúpula. Su juego palaciego, maquiavélico, de alianzas y traiciones. Los ciudadanos jugando el pasivo papel de observadores. No puedo decir que lo hacemos para disfrutar el espectáculo de la polis porque por lo regular es un espectáculo nauseabundo. Partidos que no nos representan. Mascarada política. Circo.

Morena ha demostrado con creces que es un partido muy semejante a los otros partidos; muy por debajo de lo que prometió ser hace tres años. No el partido de los pobres y los puros, sino el de los pillos que utilizan dinero público para traficar votos. Gibrán Ramírez, en video muy difundido, dice que Morena es el partido más autoritario de México. Algo debe saber de ese asunto. Lo mismo dice Porfirio Muñoz Ledo.

El PAN recientemente reeligió a Marko Cortés, luego de que los dos competidores que contendían contra él denunciaron amplias anomalías en el manejo del padrón. Ni siquiera entienden el problema.

El panorama es incierto. Los partidos tienen un nivel muy por debajo de la sociedad. Si no hacemos algo para reformarlo sólo podremos elegir entre lo muy malo y lo peor.

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