Estamos en un momento en el cual el mundo está en la incertidumbre.
No sabemos si en tres meses estaremos en la segunda Guerra Fría, rememorando aquella época de los cincuenta y los sesenta en donde la Unión Soviética hacía frente a Estados Unidos y era el signo del enfrentamiento entre el socialismo y el capitalismo.
Tampoco sabemos si en muy pocas semanas estaremos ante una crisis energética como no la hemos conocido en muchos años, que generará una circunstancia de escasez de hidrocarburos en Europa, una de las zonas de mayor consumo de petróleo y sus derivados a nivel mundial, como resultado de una posible guerra en Ucrania.
En este contexto de una gran incertidumbre, lo más prudente para México es apelar a sus fortalezas.
La más importante de ellas, más allá de la visión ideológica, es el hecho de que forma parte de la unidad económica de Norteamérica.
No importa si se es partidario del actual régimen o bien si se es uno de los críticos del actual gobierno, en todos los casos, incluyendo el presidente de la República, hay el consenso de que es indispensable mantener vigente la relación comercial con Estados Unidos y Canadá.
Eso significa que hay que aprovechar nuestra ubicación geográfica, así como nuestra presencia en uno de los acuerdos económicos más importantes del mundo.
Habrá quienes piensen que es imposible que nos mantengamos en este acuerdo si se mantienen las propuestas como la reforma eléctrica que propone el presidente de la República.
El Poder Legislativo tiene la capacidad para hacer los ajustes necesarios a la iniciativa con objeto de que su contenido no vaya a cuestionar nuestra presencia en el acuerdo económico de Norteamérica.
Algunos piensan que el gobierno federal es absolutamente inamovible en los términos de la propuesta de reforma constitucional.
Sin embargo, si el propio Ejecutivo encuentra que no hay manera de que dicha reforma transite por el Poder Legislativo en los términos que está planteada, entonces es muy probable que admita que se modifiquen diversos términos de la propuesta.
Hay que recordar que en el origen de esta administración, el presidente López Obrador no había planteado una reforma eléctrica en los términos de la propuesta enviada al Congreso. No fue parte del programa original del gobierno.
La iniciativa no es parte de la visión profunda del presidente de la República.
Por esa razón, en el marco de la actual situación política, es posible que ocurra uno de dos escenarios.
O bien que la reforma eléctrica se posponga de manera indefinida, esperando que los acuerdos entre la CFE y el sector privado permitan a la primera fortalecer su posición financiera y en el mercado, sin necesidad de una reforma constitucional.
O bien, la segunda opción, es que la propuesta se modifique con objeto de preservar algunos de los elementos fundamentales, como el despacho eléctrico en función de los costos, y la preservación de una visión orientada a la promoción de las energías limpias.
Pero, claro, también puede ocurrir que el presidente ‘se monte en su macho’ y pida que sea o todo o nada.
Todavía falta tiempo para saber cuál será el desenlace, pero por lo pronto el juego está abierto, contra lo que muchos no esperaban.
Consulta más columnas en nuestra versión impresa, la cual puedes desplegar dando clic aquí