Dolores Padierna

El T-MEC y el apocalipsis que nunca llegó

Al acercarse el primer aniversario de vigencia del T-MEC, no se han producido cambios significativos en las relaciones comerciales entre los tres países.

Diputada Federal

Con AMLO vendrá el desastre, el peso se hundirá, la inflación crecerá como nunca y México no firmará nuevos tratados comerciales. Afirmaciones como las anteriores hicieron por montones en 2018 y ahora, durante la campaña electoral en curso, las reciclan, mientras la realidad y los números los desmienten.

La realidad es muy lejana de la que pintaban los apocalípticos. El valor del peso con respecto al dólar es superior al de diciembre de 2018, se puso fin al mito de que un incremento sostenido al salario mínimo (60.4 por ciento en lo que va de este gobierno) nos llevaría a una espiral inflacionaria; y por vez primera la deuda pública no aumentará, sino disminuirá.

Conviene recordar, en este punto, que durante el periodo neoliberal la deuda pública creció 4 mil 400 por ciento, pues pasó de una cantidad equivalente al 3.0 por ciento del PIB hasta 53 por ciento al final del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Con funcionarios públicos probos se ha logrado un incremento significativo de la recaudación, no se ha contratado deuda y los grandes proyectos de infraestructura se continúan desarrollando a todo vapor.

Más allá de las buenas cifras macroeconómicas, la reactivación pospandemia está siendo posible, en parte, gracias a los 500 mil millones de pesos anuales que se destinan a programas sociales y otros elementos de inversión pública como los programas Sembrando Vida y de precios de garantía, así como los apoyos a Pemex y la CFE.

La construcción de 120 hospitales y 140 universidades en plena pandemia son prueba de que el desastre está sólo en el odio clasista que se expresa con toda claridad en estos tiempos electorales.

En poco más de un mes, se cumplirá un año de la vigencia del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que sustituyó a otro instrumento vigente durante 26 años.

El nuevo tratado incluyó, como es sabido, cambios en materia laboral para hacer compatibles las normas mexicanas con las de sus socios, y las establecidas en el marco de la Organización Internacional del Trabajo.

Otras modificaciones igualmente importantes tuvieron que ver con el contenido regional en materiales como el acero y el aluminio; nuevas reglas para biomedicinas; paneles bilaterales para la solución de conflictos, así como salarios y componentes en la industria automotriz.

Al acercarse el primer aniversario de vigencia del T-MEC, no se han producido cambios significativos en las relaciones comerciales entre los tres países. Las exportaciones e importaciones se han mantenido prácticamente constantes, con las naturales afectaciones que tuvo y sigue teniendo la pandemia, y el saldo de la balanza comercial continuó siendo favorable para México.

El tratado enfrenta resistencias, como podemos ver en el caso de la planta de General Motors en Guanajuato, donde la Secretaría del Trabajo ha intervenido para que se cumplan las nuevas normas en materia de contratación colectiva.

En este caso, que es observado de cerca por nuestros socios comerciales, será ejemplar respecto de la capacidad de nuestro país de hacer cumplir las nuevas regulaciones y vencer las inercias del corporativismo sindical.

Estados Unidos y Canadá han manifestado inconformidad respecto de posibles afectaciones a empresas del sector energético, luego de las reformas a la Ley de la Industria Eléctrica. El asunto se encuentra ya en el terreno de la justicia, al igual que el de los productores nacionales de papa, que han solicitado un amparo para suspender la importación desde Estados Unidos.

Las vías de solución de todos estos conflictos, que no afectan la esencia del T-MEC, están previstas en el propio tratado y es de esperar que los arreglos se den sin sobresaltos.

Seguiremos caminando con ese paso firme, pues el desastre sólo está en las cabezas y las campañas de algunos que añoran sus privilegios de antaño.

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