Pamela Díaz Loubet, economista para México en BNP Paribas
El pico inflacionario fue solo el comienzo de un proceso de convergencia que augura ser lento y no libre de riesgos. La inflación en México enfrentó una serie de choques que, por su secuencialidad y magnitud, no solo elevaron los niveles de inflación, sino que se enraizaron. Es decir, la inflación hoy, no solo es la suma de esos choques, sino también de los factores idiosincráticos que llevaron a una mayor persistencia.
Si bien, lo anterior fue uno de los elementos que en su momento alimentó el debate sobre la transitoriedad de la inflación, hoy nos enfrentamos a otros mitos de la inflación en México que también podrían llevar a un juicio más simple sobre lo que representa el proceso desinflacionario en el país. En concreto, considero que hay tres concepciones erróneas al respecto:
1. La inflación es importada. Los choques inflacionarios que enfrentó México en un primer momento fueron importados, la forma en que se procesaron no. En este sentido, factores como la estructura del mercado, la eficiencia de las cadenas productivas locales, o la forma de la recuperación económica, generaron matices que tropicalizaron esos choques.
El problema con asumir que la inflación es meramente importada es que lleva a la conclusión de que los procesos desinflacionarios correrán en sincronía, cuando en realidad, la desaceleración en la inflación global no es condición suficiente para que la inflación en México adopté una trayectoria sostenible a su objetivo.
2. La caída en expectativas es automática. Es cierto que las expectativas se alimentan de su historia, y, si bien el comportamiento de la inflación actual juega un papel preponderante en la formación de estas en el corto plazo, esto no necesariamente es cierto para un plazo mayor. En un esquema de objetivos de inflación, las expectativas de largo plazo deben estar alineadas con el objetivo del banco central. Es decir, una trayectoria a la baja para la inflación no necesariamente se trasladará en un ajuste de expectativas en el largo plazo, a menos que dicha trayectoria esté acompañada de una estrategia monetaria creíble.
3. México tiene una inflación de oferta. Si bien gran parte de los factores que han explicado la reciente historia inflacionaria en México tienen una naturaleza de oferta, estos no son necesariamente los únicos. El perfil de inflación en México está lejos de ser inmóvil, y ha evolucionado en conjunto con el ciclo económico, la política monetaria y la formación de expectativas.
En particular, existen también factores de demanda que podrían añadir presiones al proceso desinflacionario y que, de hecho, podrían explicar la mayor persistencia en la inflación de servicios y alimentos. Esta subestimación de la inflación de demanda podría estar pasando por tres razones: (i) la recuperación desigual entre los diferentes sectores económicos, que llevó en su momento a sectores con brechas de producto positiva; (ii) un PIB potencial más bajo, que podría reflejar la menor resiliencia de la economía para absorber las presiones de demanda; y (iii) una menor holgura en el mercado laboral, que podría incrementar la sensibilidad de los salarios ante choques.
Los procesos desinflacionarios son más complejos de lo que anticipamos y, garantizar la sostenibilidad de ese ajuste a la baja es clave para el anclaje de expectativas. Reducir dicho proceso a un solo factor o a una sola condición de ajuste, como lo es la menor inflación a nivel global, puede llevarnos a omitir el papel que jugarán los riesgos idiosincráticos en este proceso.