Colaborador Invitado

La epopeya de la vacuna

Menos de un año tardaron en desarrollarse y comenzar a aplicarse las primeras vacunas contra el Covid. En realidad, el dato no es tan sorprendente.

Sucedió hace poco más de un siglo: entre 1918 y 1919, la pandemia que pasaría a la historia como la ‘gripe española’ mató a cerca de 60 millones de personas y alcanzó a infectar a un tercio de la población mundial, que por entonces se calculaba en mil 800 millones de habitantes. La pandemia de Covid-19 se ha cobrado seis millones de vidas, un número dramático que, sin embargo, resulta inferior a la cifra de muertes de la gripe española sobre una población cuatro veces mayor. La diferencia –no caben dudas- se explica por las vacunas.

Menos de un año tardaron en desarrollarse y comenzar a aplicarse las primeras vacunas contra el Covid. En realidad, el dato no es tan sorprendente.

Tanto las vacunas de ARN mensajero como las de adenovirus –en el primer caso, las de Pfizer-BioNTech y Moderna; en el segundo, las de y Johnson & Johnson, Cansino, Sputnik y Oxford/AstraZeneca- emplearon plataformas que venían estudiándose para otros propósitos.

Antes del Covid ya existían estudios que buscaban aplicar la tecnología de ARN mensajero para tratar tumores como el melanoma, mientras que las vacunas de adenovirus se venían investigando para otros coronavirus, como el SARS y el MERS.

Estos desarrollos previos permitieron elaborar las vacunas contra el Covid en tiempo récord, un hito al que contribuyeron los formidables progresos previos en el campo de la biotecnología y el trabajo de miles de científicos de todo el mundo. También fue decisiva la solidaridad y cooperación en el ámbito científico. En este punto, fue crucial la decisión de China de hacer públicos los datos de la secuencia del genoma del SARS-CoV-2, lo que permitió seguir el proceso evolutivo del virus de manera simultánea al desarrollo de la pandemia: un evento sin antecedentes en la historia científica mundial.

Pero, superado ese paso, restaban todavía desafíos importantes, vinculados ya no con la elaboración de la vacuna sino con la cadena de producción, la disponibilidad de insumos para fabricar y envasar las dosis, la logística, la distribución y la necesidad de producir a toda velocidad millones de dosis a un precio accesible.

Los avances en este aspecto fueron más dificultosos que en la creación de las vacunas. La propia Organización Mundial de la Salud denunció el año pasado la “desigualdad escandalosa” en la distribución de vacunas: no se trata ya solo de la carrera científica, sino de otra carrera, económica y diplomática, que se entrelaza con cuestiones políticas y de infraestructura, y cuyos resultados fueron mucho más decepcionantes.

Por eso, una conclusión que a esta altura resulta prácticamente indiscutible es que la inversión que los países hagan en salud, que en muchas ocasiones se considera una sobrecarga, tiene el poder de beneficiar o perjudicar de modo muy directo el crecimiento económico. La pandemia lo dejó muy claro: un evento relacionado con la salud creó la crisis económica más grande en todo el siglo XX y lo que va del XXI. Pero el impacto también se observa en el sentido contrario: cuando la pandemia comienza a resolverse, la economía se reestablece, el consumo se recupera y la producción vuelve a activarse.

Se trata de una de las enseñanzas básicas que nos deja la pandemia. La salud es condición para el funcionamiento de la economía, y lo que se invierta en la primera repercute en la segunda: construir un aeropuerto o una ruta es tan importante como un hospital o una cloaca.

Si, como se cree, el virus que causa el Covid se originó por una transmisión de murciélagos a humanos, es razonable pensar que nuevas zoonosis puedan producirse en el futuro, teniendo en cuenta la creciente convivencia de los seres humanos con los animales, el aumento de la población mundial y las nuevas conexiones entre zonas silvestres con los centros urbanos. Aunque es necesario seguir investigando para poder anticiparnos a nuevas enfermedades, fortalecer los sistemas de salud constituye una condición esencial para enfrentar un futuro incierto.

Hugo Sigman en médico psiquiatra y fundador del Grupo Insud.

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