Colaborador Invitado

El fantasma de la inflación amenaza al gobierno de López Obrador

El actual gobierno no está dando atención ni tratamiento adecuado y urgente al incremento desordenado de los precios de la canasta básica y de todo en general.

La inflación es el mayor disolvente social y político de cualquier gobierno. Un verdadero desafío político, una prueba para la administración pública. La economía demuele a la política. El gasolinazo de Peña lo puso frente al pelotón popular de fusilamiento. La agresión a los bolsillos de la gente cava la tumba de los políticos.

El actual gobierno no está dando atención ni tratamiento adecuado y urgente al incremento desordenado de los precios de la canasta básica y de todo en general. Urgen políticas públicas y un programa específico de contención inflacionaria. «En arca abierta, el justo peca.»

Los agentes económicos están generando una distorsión peligrosa en los mercados nacionales y regionales. Al fenómeno económico de la oferta y la demanda se suma el abuso desmedido e irresponsable de los comerciantes. Están atentando contra los consumidores y vulnerando y desprestigiando al actual gobierno.

Es un problema mayor que merece toda la atención del presidente López Obrador. Urgen políticas públicas de contención orientadas a fomentar la producción, regular los mercados y frenar la carrera de los precios. El gobierno debe convocar a los agentes económicos y concretar un acuerdo de corresponsabilidad con la iniciativa privada para estructurar acciones y compromisos que protejan a los consumidores.

La imaginación y la innovación política son instrumentos estratégicos para afrontar las crisis y lograr el éxito en la batalla. Convenir con las grandes empresas comerciales que respeten cierto nivel de precios, apoyen la producción regional y celebren convenios de coproducción con el compromiso de comprar a precios justos, que se traducirían en mayores empleos e ingresos regionales y en menores precios al consumidor.

La gente está preocupada y manifiesta su inconformidad con irritación. En mi tierra, Comitán, Chiapas, mi esposa María y yo fuimos a comprar nuestra despensa hoy por la mañana y nos impresionó la escalada de precios de los básicos: 99 pesos el kilo de aguacate Hass; 75, el de limón, y por el estilo los demás productos. Estamos desafiando la paciencia ciudadana. Así no se puede.

Soy productor de aguacate Hass y alcancé un precio máximo de venta de 20 pesos por kilo. Es injusto para todo el trabajo y esfuerzo que realizamos de sol a sol en las tareas agrícolas y, sin duda, en las mismas condiciones deben estar todos los otros productores. Precios ridículos si los comparamos con los casi 100 pesos por kilo en los anaqueles de los grandes centros comerciales. El colmo de la distorsión, desquiciamiento y desorden de precios es la realidad de que los productores estamos en la quinta chilla, mientras los especuladores se llevan la tajada del león.

El gobierno ha cancelado los apoyos a la agricultura de subsistencia. Los productores del sur-sureste, principalmente, han soportado sobre sus hombros y solos toda la crisis de la pandemia con sus precios a la baja y los especuladores llevándose las ventajas de precios de un mercado especulativo y con la ausencia de un gobierno aliado a los productores.

El gobierno debe coordinar la regulación de los mercados regionales, pues están distorsionados. El turisteo de los productos del norte, del noroeste y del centro hacia el sur-sureste es desproporcionado y una aberración económica, encarece los precios y deja a su suerte a las regiones con potencial productivo.

La meseta comiteca, sólo por señalar un ejemplo, produce aguacate, tomate, pepino, maíz, frijol, limón persa, calabacitas y muchas verduras, pero está abandonada, sin apoyo ni orientación oficial y olvidada por las empresas comercializadoras que ponen infinidad de requisitos y trabas para comprar a precios modestos, obligando con ello al productor a caer en manos de intermediarios que tienen los contactos con los compradores.

Debemos romper este círculo vicioso. Hoy por hoy al gobierno le debe apremiar porque su destino tiene que ver con la inflación y la consecuente protesta social. El problema está suelto y a la deriva, a la suerte y al capricho de la libertad económica.

El gobierno está ante una encrucijada política y económica: o controla la inflación o la asonada en contra del presidente será de pronóstico reservado.

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