Colaborador Invitado

Cuidado presidente, la protesta universitaria puede destruir su gobierno

Han transcurrido varias décadas y las heridas del 68 siguen sangrando. No repitamos los errores del pasado y aprendamos de la historia.

El presidente López Obrador está jugando con fuego, tocar a la universidad es un asunto muy delicado. El alma de los jóvenes PUMAS es una fibra muy delicada y sensible; es un nervio en extremo peligroso. La autonomía y la libertad de cátedra son baluartes del ejercicio libre del pensamiento universal. Es intocable, mueve montañas. Más vale respetarlas.

El 68 empezó con un incidente y enfrentamiento menor y por incomprensión y descuido de autoridades menores, se fue extendiendo y creciendo como una bola de nieve, hasta incendiar los ánimos de miles de jóvenes estudiantes de la UNAM y del Politécnico. El costo político fue mayúsculo para el gobierno y para nuestro país. La muerte ensombreció a México y recorrió el mundo el fantasma de su desprestigio.

Han transcurrido varias décadas y las heridas siguen sangrando. El espejo de Tezcatlipoca aún refleja el rostro de la ignominia y la muerte del alma joven nacional. No repitamos los errores del pasado; reconozcamos nuestras debilidades y tropiezos y aprendamos de la historia para no incurrir en los mismos desencuentros que lesionan nuestra capacidad de futuro.

El desencuentro con la UNAM será una batalla perdida para el gobierno. La gran mayoría de la opinión pública estará a su favor. La rebeldía de los jóvenes convocarán a grandes sectores en su apoyo y en la defensa de sus causas propias. No se tiene la razón, no es justo calificar a esta noble institución de conservadora, es un agravio que no se merece. Es un contrasentido, los jóvenes por su edad son revolucionarios por naturaleza, soñadores de la vida y emocionados por la transformación y el cambio de lo establecido. Son rebeldes, en su esencia humana.

El horno no está para bollos. El país está dividido, la polarización política está en su punto, los enfrentamientos verbales a diario, la arena política en efervescencia y la disputa por México en pleno apogeo. Con todo respeto, es un grave error político que el jefe del Estado mexicano se enfrente y ofenda a la comunidad universitaria y, aún más peligroso que rete a los jóvenes a manifestarse en su contra; cuidado, si le toman la palabra y los jóvenes salen y toman la calle planteando una huelga en defensa de la universidad, exigiendo respeto a la autonomía y a la libertad de cátedra, mayor presupuesto y una disculpa pública del gobierno por el agravio y la ofensa a la UNAM, es seguro que muchos sectores y universidades se pueden sumar a ese movimiento.

En este momento que vive el país con un complejo y delicado juego de intereses nacionales e internacionales y una confrontación ideológica entre ‘conservadores’ y ‘revolucionarios’, un conflicto estudiantil pondría en riesgo y contra la pared al propio presidente de la República.

Hay quienes afirman que las expresiones públicas del Presidente no corresponden a una ocurrencia ni a un distractor y que va direccionado a buscar transformar a la UNAM, en una universidad de masas en donde se faciliten, sin mayores exigencias de exámenes y requisitos de admisión, el acceso libre a todos los estudiantes con necesidades de educación superior. En esencia, cambiar el modelo educativo y desechar el tradicional de la educación de Justo Sierra y Vasconcelos, de inspiración positivista y sustituirlo por un nuevo modelo de contenido popular.

La urgencia nacional, en esta hora, es afrontar y resolver nuestros grandes problemas nacionales: la pandemia, la parálisis económica y la inseguridad. Esta es la gran responsabilidad del Estado mexicano. Es la gran exigencia colectiva del país. No habrá legado sin resolver estas urgencias nacionales.

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