Colaborador Invitado

Historia de la ciencia en México, héroes y logros por conocer

Gabriela Soto Laveaga presenta Laboratorios en la selva, libro en el que narra la historia del barbasco mexicano, un glorioso episodio en la historia de la ciencia. Esta es la segunda parte de una charla con ella al respecto.

n el país se conoce poco a los mexicanos que hicieron historia en la ciencia nacional e internacional, lo sabe Gabriela Soto Laveaga, académica y titular de la Cátedra Antonio Madero para el Estudio de México en la Universidad de Harvard, historiadora que recupera y divulga los nombres y sucesos relevantes de nuestra ciencia: “si empezamos a narrar y anclarnos en estas historias donde no es nada nuevo la innovación en México, esas historias cuando ya las sabemos nosotros, el resto del mundo las empieza a saber, entonces ya no es nada inusual invertir en un país en donde la ciencia ha sido parte de su historia”.

Una de esas historias es la del barbasco mexicano, sobre la cual publicó Laboratorios en la Selva, libro que detalla el proceso de producción y aprovechamiento de esta planta para obtener hormonas esteroides, entre ellas la necesaria para producir la pastilla anticonceptiva. Aquí revela todo el trabajo científico detrás de este logro que revolucionó la sexualidad humana, pero también lo que implicó en términos sociales, políticos y comunitarios, por ejemplo, nos enteramos de cómo el conocimiento se utilizó como medio de control: “es la complejidad de las zonas, donde hay una jerarquía racial y de clase, donde muchos de los que sacaban el barbasco eran indígenas que no hablaban español y era la explotación de distintas formas y una explotación era no dar conocimiento” por temor a los prejuicios, pero sobre todo para evitar que se exigiera un incremento -justo- al entonces precio del barbasco.

De forma clara y sencilla, Soto revela también la función social que estos procesos cumplieron en aquellas comunidades, «en su auge eran 125 mil familias que dependían de esto. Ya cuando empezaba haber problemas de repartimiento de tierras y que ya inclusive con por ejemplo, el programa bracero, empiezan a salir de comunidades pequeñas, de la gente que entrevisté, uno me dijo: “el barbasco nos mantuvo anclados en nuestros pueblitos porque no había necesidad de migrar”».

Estas son solo un par de narrativas de las varias que Gabriela Soto ha reunido en su libro, quedan muchas más por recuperar, no solo del barbasco, sino de otros tantos logros de los que sabemos aún menos. Por ahora, ella escribe un nuevo libro dedicado al trigo mexicano, “la mayor parte del trigo que se consume a nivel global tiene sus raíces en unas variedades que se hicieron en México, entonces estoy escribiendo un libro sobre cómo México cambió el gusto del mundo con este trigo”; la misión será la misma, revalorar la ciencia como parte de nuestra identidad, “eso es lo que a mí me encantaría en la cuestión de divulgación, que sea una de esas historias que todos conocen y que forman parte de cuando nos definimos como una comunidad mexicana”.

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