Colaborador Invitado

Hacerlo mejor, no solo más difícil: complejidad económica

En el caso de México, la complejidad económica de nuestras exportaciones ha evolucionado relativamente poco en los últimos 24 años.

En una entrega previa, hablé de la forma en que usamos los recursos -escasos- que tenemos en la producción de bienes y servicios (productividad), y del conjunto de instituciones, políticas, y factores que determinan el nivel de productividad de un país (competitividad), y ya veíamos que hemos retrocedido en ambos aspectos bajo las mediciones y criterios propuestos. La forma en que se integra la producción y provisión de bienes y servicios es un entramado complejo de relaciones entre empresas, profesionistas, trabajadores, gobiernos que interactúan en un marco de leyes y reglas que ordenan estas interacciones, estableciendo las correspondientes obligaciones y derechos. Incluso, existe una medición de la “complejidad económica” de los países que permite hacer un interesante análisis pues se parte de la premisa de que el desarrollo económico requiere de la acumulación de conocimiento productivo y de su uso en un mayor número de industrias y más complejas.

La economía mexicana es la 15ª más grande del mundo, medida por el tamaño de su producto interno bruto (PIB). Sin embargo, cabe preguntarse qué tan complejos son los bienes y servicios que conforman ese PIB. La Universidad de Harvard construyó el Índice de Complejidad Económica, el cual es un ordenamiento (ranking) de países con base en qué tan diversificada y compleja es su canasta de exportación. Se ha identificado que la complejidad de las exportaciones de un país es un buen predictor de su nivel de ingresos y, consecuentemente, se vuelve relevante el estudio y seguimiento. En el caso de México, la complejidad económica de nuestras exportaciones ha evolucionado relativamente poco en los últimos 24 años, pasando de la posición 30 (1995) a la 18 (2019), y oscilando entre las posiciones 22 y 18 mayormente.

Para el nivel de ingreso de nuestro país, estimado en 9,946 dólares por persona (2019), la complejidad económica de nuestras exportaciones es superior a lo que se anticiparía, y el crecimiento económico que puede estimarse a partir de tal situación es a un ritmo de 3.5% por año a lo largo de la próxima década, es decir, hacia 2029.

Actualmente, México exporta 182 productos que tienen una ventaja comparativa revelada, es decir, se trata de productos cuya participación en las exportaciones mundiales de esos productos es mayor de lo que se esperaría dado el tamaño de la economía mexicana y dado el tamaño de los mercados globales para dichos productos.

En este contexto, debe destacarse que es muy relevante el incremento de nuestro comercio con el mundo, pues en los hechos es nuestra integración a las cadenas globales de valor. Estas cadenas globales de valor tienen la particularidad de que descansan en el acceso y uso de tecnologías, prácticas, e insumos que, a su vez, van desarrollando capacidades locales a lo largo de la cadena misma, y mientras más desarrollemos la capacidad de generar o atraer esos recursos y esas tecnologías, más posibilidades tendremos de mantener o incluso desarrollar nuevas ventajas comparativas.

Como suele ser el caso, es preciso hacer análisis más profundos y rigurosos, pero podemos anticipar que las decisiones recientes del gobierno en turno, que limitan la participación de inversiones privadas en sectores en los que el país tiene ventajas comparativas, o dándole poder de mercado a empresas estatales bajo argumentos de “bienestar social” de dudosa validez, pueden afectar severamente el potencial de crecimiento que tiene nuestro país, y consecuentemente, la posibilidad de mayores ingresos para quienes se emplean o se pueden emplear en esas industrias y sectores. No se vale que, si no son parte de la solución, sean parte del problema con discursos huecos y promesas sin sustento.

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