Lo mejor que pudiera pasarnos es juntar a los varios Méxicos que somos por medio de un acuerdo hecho a la medida que nos permita convivir en paz.
Que sean los límites procedimentales que tanto costó armar para asegurar que los votos cuente, y no la violencia desnuda y la ley del más fuerte, los que decidan el 6 de junio quién gobierna.
El problema de nuestros escasos logros en calidad educativa pareciera tener que ver, sobre todo, con el paciente (México) y no con el termómetro (prueba PISA).
López Obrador está impulsando una transformación cuya primera etapa es destructiva, porque para abrir caminos resulta indispensable debilitar las anclas que nos condenan a repetir el pasado.
Esta pesadilla no habrá de cesar hasta que nos propongamos las mujeres mexicanas que cese y hasta que tengamos el poder suficiente para imponer que se detenga.