Benjamin Hill

Richard Thaler, Premio Nobel de Economía

 

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La Real Academia Sueca de las Ciencias decidió otorgar el Premio Nobel de Economía al profesor Richard Thaler. Esto no sería raro, pues, después de todo, muchos otros economistas norteamericanos vinculados con la Universidad de Chicago han recibido ese reconocimiento en el pasado. Pero para el caso de Thaler es necesario resaltar lo inusual del premio y de los méritos de quien lo recibe, pues su trabajo se aparta de la escuela ortodoxa tradicional que caracteriza a los economistas de esa universidad.

En su carrera académica, Richard Thaler ha luchado en contra de las nociones tradicionales presentes en los modelos económicos. Thaler sostiene que los modelos económicos están habitados por personas
–criaturas ficticias llamadas homo economicus– que hacen cálculos racionales para tomar decisiones. Los modelos económicos predicen el comportamiento de estas criaturas, pero en muchas ocasiones, dice Thaler, los homo economicus simplemente se comportan como personas, hacen malos cálculos y se aparta de lo que podemos considerar un proceder racional, lo cual lleva a algunas proyecciones económicas y las políticas públicas basadas en modelos económicos tradicionales a errores no previstos.

Y es que en esta batalla, Thaler ha ido en contra del monopolio virtual que tienen los economistas en la oferta de recomendaciones de política pública. Este poder proviene del hecho de que la ciencia económica tiene una teoría central unificada, basada en el supuesto de que las personas tomamos decisiones para optimizar –por ejemplo, tomando decisiones sobre una canasta de consumo que maximiza la utilidad dada una restricción presupuestaria–, y que de ese supuesto deriva todo lo demás. En mercados competitivos donde los precios pueden moverse, las dinámicas de consumo y de producción llevan a un equilibrio entre oferta y demanda. Dos premisas, optimización y equilibrio, haciendo una grosera simplificación, son la base de la teoría económica.

Thaler (1) sostiene que esas dos premisas que soportan la teoría económica tienen fallas graves: en primer lugar, los cálculos necesarios para realizar el conjunto de decisiones que llevan a las personas a optimizar suelen ser demasiado complejos. Una simple visita al supermercado conlleva millones de posibles combinaciones de canastas de consumo, por lo cual es aventurado suponer que todas las personas que van al súper hacen esos cálculos y toman decisiones óptimas. En segundo lugar, las creencias e ideas bajo las cuales las personas tomamos decisiones muchas veces son equivocadas o exageradas; es natural que las personas nos inclinemos a considerar que nuestras opiniones son mejores que las de los demás, aunque no nos lleven a optimizar, eso es una característica humana bien documentada por la psicología y que no forma parte del comportamiento del homo economicus. En tercer lugar, hay muchos factores que el homo economicus no toma en cuenta, como las preferencias afectivas y las pasiones humanas, que muchas veces van en contra de los criterios que nos llevan a la optimización.

Thaler, junto con otros sociólogos y economistas, es uno de los principales creadores de una disciplina llamada Behavioral Economics
–la cual se ha traducido como economía o ciencia del comportamiento–. No se trata de una disciplina distinta a la ciencia económica, se trata de economía con una fuerte influencia de la psicología y otras ciencias sociales.

La ciencia del comportamiento busca explicar qué hay detrás de las conductas antieconómicas o irracionales de las personas –por ejemplo, no ahorrar para el futuro o comprar bienes raíces en medio de una burbuja inmobiliaria a precios alzados–, y proponer soluciones de política pública que ayuden a los individuos a tomar mejores decisiones sin limitar su libertad individual. El gobierno del Reino Unido, el de Estados Unidos durante el gobierno de Obama y otros, han instalado oficinas y unidades para el diseño de políticas públicas basadas en ciencia del comportamiento.

La ciencia del comportamiento ofrece soluciones a problemas de política pública, presentando a las personas condiciones para que decidan mejor y libremente en su beneficio o el beneficio de la comunidad. Soluciones como colocar la pizza y las opciones de comida chatarra al final de la barra en las cafeterías de las escuelas y no al principio para promover una mejor nutrición; diseñar el tipo de mensajes que promueven un mejor comportamiento en comunidad, como disminuir el vandalismo o tirar basura en la vía pública. Uno de los últimos proyectos que impulsé en mi paso por la Secretaría de la Función Pública, con el apoyo del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas del CIDE, fue el diseño de mensajes, utilizando herramientas de ciencias del comportamiento, para promover que los servidores públicos reportaran los regalos recibidos a fin de año, como indica la norma. También incluimos algunas estrategias de ciencia del comportamiento en el Protocolo de Actuación para normar mejor la relación entre proveedores del gobierno y áreas de compras y prevenir la colisión.

La ciencia del comportamiento tiene implicaciones importantes y puede ser una herramienta fundamental en el control y prevención de la corrupción. Gracias en parte a las investigaciones de Thaler, sabemos que el aumento en los castigos no es la mejor política para incentivar la honestidad en el servicio público, y que en todo caso las sanciones deben estar acompañadas de otras condiciones que han demostrado ser más efectivas para reorientar las conductas de los individuos hacia mejores decisiones para la honestidad, el beneficio personal lícito y el bien común.

1 Thaler, Richard, Misbehaving. The Making of Behavioral Economics, W.W. Norton & Company, New York, 2015.

Twitter: @benxhill

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