Análisis sin Fronteras

A votar durante la tercera ola del Covid-19

Probablemente estaremos votando en el momento más peligroso de la tercera ola del coronavirus.

No solo serán las elecciones más grandes de la historia del país, con 21 mil cargos de elección popular en disputa. Además, de seguir la tendencia, podrían ser las más violentas, en parte por la polarización política, en parte por el incontrolable control territorial que tienen diferentes grupos armados y del crimen organizado.

Además, probablemente estaremos votando en el momento más peligroso de la tercera ola del Covid-19. Estas elecciones suceden a la sombra de una campaña de ataques al Instituto Nacional Electoral (INE) y a varios consejeros, liderado por el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador.

Debilitar al árbitro electoral debilita la democracia y es señal de un presidente, junto con su partido, más preocupado por el poder y no por gobernar. Hay muchos cuestionamientos de la calidad y probidad de candidatos alrededor del país, pero hay que subrayar que varios candidatos de Morena dejan mucho que pedir, empezando con Félix Salgado Macedonio.

Es un misterio por qué López Obrador amarró su capital político al controversial exsenador a la gubernatura del estado de Guerrero. De hecho, el INE le hizo un gran favor al mandatario cancelando su candidatura. Pero usó la decisión para atacar aún más a las autoridades electorales, enviando mensajes a sus huestes de que cualquier otro candidato no sería bien visto por el presidente. Y aunque podríamos decir que la candidatura de Salgado Macedonio es un problema solamente para la ‘familia disfuncional’ de Morena, la realidad es que, ahora, cualquiera que sea el ganador para la gubernatura de Guerrero tendrá problemas de credibilidad. Gobernar ese estado será casi imposible sin una gran intervención del Estado mexicano.

Pero atacar al árbitro electoral, en medio de una pandemia, será recordado como uno de los momentos más vergonzosos de este sexenio, con un impacto en el legado histórico de López Obrador.

Las elecciones se llevarán a cabo en un momento donde la ola de violencia política y defunciones por la tercera ola del Covid-19 estarán en su punto más álgido.

Ya son varios países que están anticipando o viviendo su tercera ola del Covid-19. La nueva directora del Centro de Control de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos expresó esta semana su preocupación por el rumbo que estaba tomando su país ante el incremento de contagios en los últimos días a pesar de que se está vacunando a millones de personas al día, rogándole a la población que tomaran precauciones.

Más allá de las severas críticas en contra de la fallida estrategia del gobierno de México, éste no ha cambiado de rumbo ni de tono. Es raro ver a López Obrador y su equipo usar cubrebocas. El presidente por fin dejará de viajar y presumir obras, la cantidad de dinero que ha repartido y cómo se redujo la violencia. Pero dejará de tomar aviones comerciales no para poner el ejemplo, sino porque la misma ley electoral se lo exige. El gobierno federal no tiene la autoridad moral de pedirle a la población y a los candidatos que tomen precauciones durante los siguientes meses.

Si las imágenes de los aeropuertos y centrales camioneras de esta semana son un indicio del movimiento de personas que se vivirá en México las siguientes dos semanas, estaremos enfrentando una tercera ola de Covid-19. La pregunta es si será igual de grave que la tragedia que se vivió en diciembre y enero. Me comentan especialistas que posiblemente el clima (que permite que las personas están conviviendo más al aire libre) y el acceso a pruebas rápidas puedan ser factores que contengan el contagio masivo. Pero en un mes, finales de abril, es de esperarse un incremento importante de contagios. También está la problemática de evaluar el impacto de las nuevas cepas de Covid-19 que han ingresado al país, y el potencial de ser aún más contagioso y peligroso.

Probablemente el número importante de defunciones y aglomeraciones y demanda hospitalaria con resultantes defunciones ocurrirá en la segunda o tercera semana de mayo. Sí, exactamente en medio del proceso electoral más grande de la historia del país. Hay que preguntarse si el INE, los gobiernos federal, estatales y municipales han anticipado esta realidad ¿Podrán controlar las aglomeraciones de personas? ¿Detendrán a los operadores políticos que estarán tocando puertas? ¿Las decisiones de quién y cuándo vacunar tendrán jiribilla política? El problema será controlar la pandemia, imponer restricciones que seguramente beneficiarán a algunas candidaturas. Otras candidaturas seguramente se verán afectadas. Cualquier decisión de las autoridades, que deberían ser hechas bajo la óptica de la seguridad sanitaria del proceso electoral, serán cuestionadas.

Además de ser las elecciones más importantes políticamente, más grandes, más polarizantes, también podrían ser los más devastadores para la salud del electorado.

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