Desde San Lázaro

Daños colaterales vs. el huachicoleo

Esta desgracia obliga al gobierno a rehacer su estrategia contra el 'huachicoleo' con prioridades claras: la principal, la protección a la población, dice Alejo Sánchez.

La tragedia se pudo haber evitado, pero una serie de circunstancias y errores humanos fueron los componentes para lamentar la pérdida de por lo menos 87 personas y otras tantas que están desaparecidas u hospitalizadas.

La turba frenética ante el géiser de combustible participaba en una danza de la muerte. Madres con niños en brazos, ancianos, hombres, mujeres, jóvenes e infantes, todos buscaban llevarse algo de esa fuga de gasolina. Miembros del Ejército expectantes sólo conminaban a la población a retirarse y a tener las precauciones necesarias; sin embargo, todo fue en vano.

Se necesitaba sólo una chispa para detonar un infierno. A decir del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, fue la fricción de la ropa sintética la que provocó el incendio.

Tlahuelilpan estaba sin gasolina. Al igual que la mayoría de las poblaciones de Hidalgo, que mal gobierna Omar Fayad, y eso ya de suyo agregaba a sus habitantes la desesperación por conseguir el combustible que les permitiera realizar sus actividades cotidianas.

El país se convulsionó ante la tragedia, y no tardaron las expresiones de solidaridad internacionales que colmaron de inmediato a la Cancillería con ayuda médica y apoyos de todo tipo para las víctimas.

En redes sociales ocurrió otra conflagración. Unos que culpaban a AMLO de la tragedia, como se hizo con Felipe Calderón en el caso de los niños acaecidos en la guardería ABC, de Hermosillo; o Enrique Peña Nieto con las víctimas de Ayotzinapa. Otros, en cambio, exaltaron la respuesta del gobierno.

En ambos casos ningún presidente tuvo culpa alguna, como tampoco ahora la tuvo Andrés Manuel López Obrador; sin embargo, quedará el estigma en su administración.

Algunos dicen que la guerra contra el huachicoleo ya tiene sus primeras víctimas inocentes. El parte de guerra no pudo ser peor con los daños colaterales.

También se señala que la negligencia y la ineptitud fueron ingredientes de ese coctel molotov, que terminó en una de las desgracias más atroces de México.

Las escenas dantescas son inenarrables, como el propio dolor de los deudos.

Todos buscan explicaciones y justificaciones o de plano chivos expiatorios a un suceso en el que nadie midió los peligros ni las consecuencias de dejar hacer a un puñado de ciudadanos que, embriagados por tener gasolina, no midieron el peligro para obtener algo del energético.

Ahora todos se echan la bolita y todos son inocentes.

Por lado de la parte oficial se dirán todas las excusas posibles. Desde que fue la mafia del poder, los funcionarios corruptos, hasta los huachicoleros. De parte de los detractores del sistema sólo ajusticiarán a un solo culpable: Andrés Manuel López Obrador.

En cualquiera de los casos, esta desgracia obliga al gobierno a rehacer su estrategia contra el huachicoleo con prioridades claras: la principal, la protección a la población, tanto en sus vidas como en sus bienes.

Es inconcebible que estando el Ejército en el lugar del siniestro sólo se hayan limitado a conminar a la gente a que se retirara, sin acordonar la zona de inmediato, y Pemex a cerrar el ducto.

Las propias fuerzas del orden del municipio y estatales debieron actuar de inmediato.

Ninguna de las autoridades actuó. Existen protocolos para estos eventos que no se activaron en aras de no exacerbar a la gente que, desquiciada, llenaba sus bidones de gasolina.

Claro, no va haber responsables y después de ahogado el niño van a tapar el pozo.

Cuántos más acontecimientos como el ocurrido en Tlahuelilpan, Hidalgo, van a ocurrir para que el gobierno del presidente de México entienda que no se puede improvisar. No se puede ir dando tumbos sobre la marcha en una estrategia fallida contra los huachicoleros.

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