Qué otro tema tendrá más relevancia en estos momentos que los manotazos que tira Donald Trump al orbe, porque no hay que perder de vista que intenta establecer un nuevo orden mundial en donde Estados Unidos y, por supuesto, él, lleve la égida del poder militar, económico y político de este nuevo planeta bizarro.
Desde luego, esas pretensiones supremacistas del imperialismo gringo tienen preocupados no solo al mundo industrializado y democrático, sino también a los antípodas como China, Rusia, India y, en general, el Medio Oriente.
En este contexto observamos el comportamiento del gobierno mexicano ante los embates del magnate inmobiliario y que, para muchos, ese respeto y mesura que tiene la presidenta Sheinbaum ante las agresiones de su contraparte norteamericana es intolerable, toda vez que se requieren respuestas contundentes que no reflejen temor alguno; mientras que, para otros, esa tolerancia habla de sapiencia política y diplomática.
Unos ya exigen, ante la delirante agresión, contestar con otra. La ley del talión en su máxima expresión.
Son momentos de calma y de observar el bosque y no solo el árbol, ya que la bola de conflictos que aviva el mandatario norteamericano en el orbe tendrá como principal afectado a la población de ese país, principalmente en el tema económico, en donde la inflación y el desempleo alcanzarán niveles inéditos. Es decir, tan solo será cuestión de tiempo para que las empresas de EU y los mismos consumidores paguen las consecuencias de la política del garrote.
La nueva nomenclatura del imperialismo conformado por los titanes de la tecnología y del capital carece del soporte popular en una escala mundial para cumplir con sus aviesos intereses de la supremacía mundial.
La beligerancia y su intento de establecer un nuevo orden mundial, en el cual excluye a sus aliados tradicionales como, verbigracia, la Unión Europea, le cobrarán factura a Trump y ello solo será cuestión de tiempo.
¿Tendrá el gobierno mexicano la paciencia para dejar que el caos sembrado por Donald a nivel mundial lo alcance, o empezará a contestar las agresiones de forma recíproca?
Los acelerados exigen de inmediato llamar a consultas al embajador mexicano en Washington, o emitir notas de protesta, o por lo menos apelar a los tratados de cooperación y derecho internacional.
Cierto, hay que tener la sapiencia y sabiduría para escoger qué batallas hay que librar en el marco de la diplomacia y de la fuerza del pueblo mexicano y norteamericano; estamos unidos, incluso con lazos familiares, y no padecer de calenturas adelantadas que nos obligarían a subir al ring antes de tiempo.
Nos recuerda Fernando Martí en el portal de La Silla Rota que existe un manifiesto firmado por tres mil psiquiatras, todos pertenecientes a la Asociación Psiquiátrica Americana, que asegura que el marido de Melania sufre al menos seis perturbaciones: trastorno narcisista de la personalidad, trastorno antisocial de la personalidad, trastorno paranoide de la personalidad y, en menor medida, trastorno histriónico de la personalidad, trastorno límite de la personalidad y trastorno delirante de la personalidad.
“Es un loco excepcional: líder nato, seductor de multitudes, orador hipnótico, un imperialista que tiene claras las ideas y un desalmado dispuesto a todo. Un desquiciado, quizás, pero de momento el hombre más poderoso del planeta”.
En sus propias mocedades, cuando apenas rondaba los cuarenta y ni de lejos soñaba con vivir en la Casa Blanca, mister Trump escribió un libro de negocios, que se intitula El arte de la negociación (The art of the deal).
Cito textual a Martí: “El empresario describe cómo acorrala a sus oponentes, como los desconcierta exigiendo y mintiendo, cómo les promete y no les cumple, cómo los presiona y los exprime, y muy importante, cómo mantiene muchas bolas en el aire (balls in the air, dice), para negociar varios temas a la vez y sacar en cada trato la máxima ventaja. Aunque el texto se refiere al negocio de los bienes raíces, la especialidad que lo hizo multimillonario, no hay que ser adivino para suponer que las mismas tácticas le permitieron progresar en la política y escalar hasta la cumbre”.
Es verdad, hay temas que no son negociables, como el rechazo de Dinamarca ante la pretensión de comprar Groenlandia, y la pequeña Panamá desmintió la afirmación de que los barcos estadounidenses cruzarían el canal sin pagar peaje. Y ni qué decir de la entereza de las ciudades santuario, de Los Ángeles a Nueva York, de Seattle a Atlanta, que están llevando a juicio las órdenes ejecutivas para proteger a los migrantes, aun a sabiendas de que sufrirán recortes en los fondos federales y otras represalias; pero de eso a querer subirse al cuadrilátero de las patadas antes de que empiece la pelea, sería un suicidio.