Desde San Lázaro

Tiembla el régimen autoritario

López Obrador ha logrado lo que parecía imposible concretar: unir a la oposición y la sociedad civil, pero en su contra.

Con la participación de más de un millón de personas en las marchas y mítines celebrados en 100 ciudades del país y del extranjero, la ciudadanía expresó su rechazo a la reforma electoral, ahora en la modalidad de plan B y con ello avanzó hacia la construcción de un frente ciudadano con rumbo a la elección de 2024 para sacar del poder a Morena y sus rémoras, tal como lo dijo Beatriz Pagés, una de los dos oradores que participaron en el mitin celebrado el día de ayer en el Zócalo, la plaza pública y política más importante del país.

Este frente ciudadano no solo se levantó para defender a la democracia y al voto, sino también a los derechos fundamentales y la Carta Magna, que es el vórtice del acontecer nacional y que le da viabilidad, rumbo y certidumbre a la nación.

Fue acertado por parte de los organizadores de la movilización del día de ayer, invitar al ministro en retiro, José Ramón Cossío, quien mostró su confianza para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, presidida por la ministra presidenta Norma Piña, declare inconstitucional el plan B del presidente López Obrador.

“El Poder judicial verá las irregularidades que existieron para aprobar las reformas electorales a leyes secundarias. Estoy seguro que los ministros considerarán las irregularidades en los procesos legislativos que tienen serio potencial invalidatorio. Sé que los ministros verán que las normas electorales que reducen los recursos humanos y presupuestales de los órganos electorales violan los principios de equidad y certeza”, expresó Cossío.

El plan B no solo es la crónica de un fraude anunciado, sino ha desnudado la preocupación de AMLO por perder el poder en 2024, y por ello, busca socavar la independencia y la autonomía del INE y de las instituciones electorales como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, para desde estas instancias controlar los resultados de la elección.

Es decir, para el presidente los resultados de los comicios presidenciales no se definirán por el voto de las mayorías, sino por el control que tenga el gobierno de lo que quedaría del INE, luego de que el plan B lo destazara hasta dejarlo completamente inoperante.

Así que los índices de popularidad de AMLO y el liderazgo que muestra su partido en las encuestas, no son reales ni suficientes para competir con posibilidades de ganar ante la oposición en 2024, y por ello, la obsesión del tabasqueño por apropiarse de las instituciones electorales para impedir la alternancia en el poder.

Otra verdad que emergió durante el concurrido mitin en el Zócalo, es que las mentiras y amenazas que se lanzan desde las mañaneras ya no confunden a la ciudadanía y menos la amedrentan, ya que a cada denostación del presidente a los marchistas, se anunciaba la participación de más manifestantes en más ciudades del país y en el mundo.

AMLO ha logrado lo que parecía imposible concretar, unir a la oposición y la sociedad civil pero en su contra, ya que ayer se vio a los líderes nacionales del PAN, PRI y PRD, Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano mezclados con la gente de a pie, que al tiempo de mostrar su simpatía, les exigía cumplir con hechos y no solo de palabra.

Quién lo iba a decir, a año y medio de que termine la administración actual, es tal la efervescencia política en México sobre la real alternancia en el poder que ya se ve muy viable la posibilidad de que la oposición llegue cohesionada con la sociedad civil con una candidatura única presidencial; y aquellos que decían que los mexicanos son pasivos y negligentes ante los intentos de instaurar un régimen autoritario, se han equivocado totalmente con la muestra de poder expresada en la segunda megamarcha ciudadana contra el gobierno de la 4T.

Si el presidente no estuviera tan ofuscado y enojado, debería evitar la promulgación del plan B para evitarse la pena de que la SCJN lo declare inconstitucional y con ello, evidenciar aún más el fracaso de la reforma electoral de López Obrador.

Esta es una tercera lección; los resentimientos y la obnubilación presidencial provocan que se estén tomando malas decisiones en Palacio Nacional; unas, provocadas porque los colaboradores más cercanos del jefe del Ejecutivo federal lo mal informan y otras, por la cosmovisión de un hombre muy limitado en sus conocimientos, en su sensibilidad política y en no saber escuchar a quien no piensa como él.

¿Qué sigue después del megamitin del Zócalo? En la lógica del mandatario federal, atacar a los marchistas, intentar denigrarlos y restarle relevancia a la multitudinaria participación con la celebración con acarreados y con abrir las cajas fuertes del cash para llenar el Zócalo el próximo 21 de marzo, día de la expropiación petrolera, con un acto en defensa de la soberanía energética y por supuesto en apoyo a su maltrecha gestión.

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