Desde San Lázaro

Marcha del Maximato de AMLO

López Obrador pretende instaurar un modelo en donde la pobreza, la ignorancia y la marginación sean el trípode en donde descanse nuevamente el autoritarismo en México.

Cuando desde el poder se organiza una marcha para apoyar al presidente en turno, es porque el grueso de la población ha reprobado su mandato y por esta razón se organiza la movilización con los recursos del Estado y con el brazo represor para sancionar a los servidores públicos que se negaron a asistir y premiar a aquellos que mostraron su apoyo al jefe del Ejecutivo federal.

Una marcha organizada por el presidente para apoyarse a sí mismo.

Al más puro estilo del populismo que por décadas utilizaron los presidentes emanados del PRI, sobre todo aquellos que vislumbraban establecer un Maximato al estilo de Plutarco Elías Calles, quien fue apodado como Jefe Máximo de la Revolución, debido a su influencia sobre la política mexicana posrevolucionaria.

El Maximato fue una importante fuerza industrializadora y modernizadora del país, que abarcó desde 1928 con el gobierno de Emilio Portes Gil como presidente interino, hasta 1934 con el inicio del gobierno de Lázaro Cárdenas. Este periodo se caracterizó por la influencia de Plutarco Elías Calles en la política mexicana, de cuyo apodo de Jefe Máximo de la Revolución deriva el nombre de ese lapso de la historia de nuestro país.

Pues algo similar piensa instaurar Andrés Manuel López Obrador en los albores del siglo XXI y para arrancar con esta nueva grotesca representación de las páginas funestas de la política mexicana, arrancó con su #MarchaconAMLO.

Se busca instaurar un nuevo modelo de desarrollo en donde la pobreza, la ignorancia y la marginación sean el trípode en donde descansa este proyecto para establecer nuevamente el autoritarismo en México.

El modelo de transformación de AMLO se afianza al poder más allá del 2024 a través de interpósita persona como pueden ser Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y/o “Andy”.

La expresión maquiavélica de movilizar a cientos de miles de mexicanos, buena parte de ellos contra su voluntad, representa una regresión en la historia y un franco atentado contra la democracia.

En este México de contradicciones en donde aparentemente se ha partido la población en dos; los que apoyan a AMLO y los que lo rechazan, sobresale el México real que clama por justicia, inclusión social, seguridad y desarrollo.

Más allá de responder a la movilización ciudadana del 13 de noviembre, con el pretexto de la celebración de los cuatros años de su administración, en realidad, la “contramarcha” convocada por López Obrador, organizada desde el Estado, obedece a sus ambiciones transexenales, como ha advertido Verónica Juárez Piña, dirigente nacional de Nueva Izquierda, del PRD.

Además, acusa, “se retoman los vicios del viejo régimen, en donde se involucran para su organización funcionarios de todos los niveles de los gobiernos que preside Morena, se utilizan recursos públicos, se usa la infraestructura oficial y obligan a las y los trabajadores a asistir so pena de ser despedidos.”

La del 27 de noviembre será recordada como la marcha de la vergüenza, porque con el mayor descaro fue convocada por el propio presidente de la República y organizada por funcionarios y militantes de su partido, cuando el jefe del Estado mexicano está obligado a preservar la gobernabilidad del país atendiendo las demandas de todos los sectores sociales, gobernar para todas y todos los mexicanos y usar de forma responsable, transparente y honesta los recursos públicos.

El Maximato de López Obrador camina sobre la militarización del país, de tener cooptados a la mayoría de los organismos públicos supuestamente independientes y autónomos como la CNDH y la Fiscalía General de la República; controlar el proceso de selección de Morena rumbo a las elecciones presidenciales de 2024 e impulsando reformas que le permitan imponer sus decisiones sin ningún contrapeso.

Así lo ha dejado ver el propio López Obrador al señalar que no permitirá que se reviertan las obras de su administración y el avance de la mal llamada 4T, y por ello dejará en manos de las Fuerzas Armadas el control de la seguridad y sus proyectos insignias y, en los hechos, se ha metido de lleno a la sucesión presidencial.

AMLO maneja a las corcholatas como títeres, incluso, lo seguirá haciendo luego de dar a conocer al “bueno para la grande”.

“Sin lugar a dudas, la decisión del presidente de encabezar una marcha que más de celebración tiene un espíritu de revancha, es un golpe a la construcción democrática que la sociedad ha impulsado en los últimos 30 años”, advierte Verónica Juárez.

Los ciudadanos libres y comprometidos con México salieron a marchar el 13 de noviembre en defensa de la democracia y del INE, y este hecho estoy convencido, impedirá que los sueños guajiros del remedo de Elías Calles se vuelvan a replicar.

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