En el gradual proceso de democratización en México hubo un elemento de identidad social muy interesante: la identidad ciudadana. La democracia requiere de una comunidad de ciudadanos que ejercen sus derechos y cumplen con sus obligaciones, que votan, que se informan, que exigen rendición de cuentas a sus gobernantes y representantes populares. Quizá más importante aún, los ciudadanos deben ver a otros como sus iguales, políticamente hablando: como ciudadanos.
Creo que mi generación creció políticamente bajo esa idea de ciudadanización: tras una larga etapa en la que el Estado y el partido de Estado permeaban y hasta asfixiaban una buena parte de la vida pública, poco a poco la ciudadanía fue conquistando espacios. La ciudadanía emergía con fuerza ante una clase política crecientemente desgastada y desprestigiada. Su ascenso incluso incitó en los actores políticos, incluidos los partidos, la idea de que el concepto de ciudadanos se había vuelto políticamente muy rentable.
La noción de pueblo en la política venía desde antes, pero comenzó a verse peyorativamente en esa etapa democratizadora: el pueblo evocaba a los seguidores del partido oficial, los ‘acarreados’; acaso también era el México que quedaba rezagado en un proceso de transformación económica y social. En otros países, ‘el pueblo’ es un referente usual en los mensajes de lo que la ciencia política denomina populismo. El pueblo se contrasta con las élites, una dicotomía polarizante, pero también políticamente rentable.
La narrativa lopezobradorista ha rescatado la noción del pueblo, un pueblo bueno y sabio, un pueblo en espera de justicia, un pueblo para el cual hay que transformar al país. La retórica del presidente López Obrador es, hasta cierto punto, pueblocéntrica.
A tres años de las elecciones presidenciales de 2018, vale la pena preguntarse qué tanto ha arraigado la identidad social de ‘pueblo’ y qué tanto se complementa o compite con la identidad ciudadana. ¿Se refuerzan o son antagónicas? En una encuesta nacional de EL FINANCIERO realizada en julio incluimos una pregunta al respecto: “Cuando los políticos y gobernantes hablan de ‘ciudadanos’ y de ‘el pueblo’, ¿usted con cuál se siente más identificado: ciudadano o pueblo?”.
El 51 por ciento de las personas entrevistadas nos dijo que se identifica más con ‘ciudadanos’, mientras que 40 por ciento se identifica más con ‘el pueblo’. El 9 por ciento restante no se identifica con ninguna de las dos. Si bien la identidad ciudadana alcanza una mayoría de 51 por ciento, podemos decir que la distribución de identidades luce bastante dividida. Y la pregunta que surge a continuación es si esas identidades están arraigadas en, o se relacionan con, otras divisiones sociopolíticas de los mexicanos.
Al parecer sí. La encuesta revela que las mujeres se identifican ligeramente en mayor proporción que los hombres con ciudadanía que con pueblo. Pero más notable aún es que la identidad ciudadana es más marcada entre los jóvenes, entre los de mayor escolaridad, entre quienes reportan mayores niveles de ingreso, entre quienes se identifican como clase media y entre aquéllos que asisten con menor frecuencia a servicios religiosos. En contraste, la identidad de pueblo es más alta entre los de mayor edad, menor escolaridad, menores ingresos, quienes se identifican como clase trabajadora, y los de mayor religiosidad.
En esta división de identidades ciudadanía-pueblo subyacen diferencias sociales, económicas y, muy probablemente, valorativas. No es simplemente una distinción de términos sin importancia política. Verse a sí mismo como ciudadano o como pueblo refleja una parte del conflicto político actual en el país. Los panistas son los que más se consideran como ciudadanos y los morenistas quienes más se identifican como pueblo. Los priistas están divididos a mitades y los apartidistas, con todo y que votaron mayoritariamente Morena en 2018, se sienten más ciudadanos que pueblo.
Estos datos nos dan una buena idea de quién atiende al llamado cuando el Presidente menciona al pueblo. Pero también nos aclaran, y acaso nos advierten, que sí hay una profunda división identitaria con bases sociales y con implicaciones políticas. Y usted con cuál se identifica más: ¿ciudadano o pueblo?