Repensar

Pobres gringos

La pobreza en Estados Unidos ha afectado sobre todo a la población negra del sur y de las ciudades costeras.

Los primeros colonos de lo que hoy es la Unión Americana, y muchos de los que llegaron después en masivas migraciones, eran muy pobres. Salieron de sus países para librarse de la hambruna, las guerras y las persecuciones religiosas.

Grandes llanuras, irrigadas por ríos anchurosos, les permitieron desarrollar una agricultura a gran escala, que incluso los llevó a importar esclavos de África y del Caribe. Adoptando rápidamente la revolución industrial pudieron crear miles de empleos y un gigantesco mercado interno. Sus ciudades pronto superaron a las europeas.

En este continente encontraron tantas oportunidades para prosperar que se creó el mito del “sueño americano”, la creencia de que con esfuerzo y constancia cualquiera podía llegar a la clase media en una generación.

Siempre hubo quienes quedaron al margen del progreso, pero eran relativamente pocos. Sólo aumentaban en las crisis económicas y casi siempre lograban salir adelante con la ayuda solidaria de sus vecinos.

Fue hasta el fin del siglo 19, en la llamada “era progresista”, que diversos reformadores sociales exigieron la intervención del gobierno para rescatar a los que se iban quedando rezagados, sobre todo en los tugurios de las urbes.

Durante la Gran Depresión (en los 30 del siglo pasado) la situación se volvió crítica por el cierre de empresas. Frenaron el empobrecimiento creando miles de empleos públicos, para hacer labores de conservación de la naturaleza o para construir pequeñas obras públicas. Se abrieron también comedores públicos, pero no se entregaba dinero en efectivo porque se consideraba que ofendía la dignidad de las personas.

Chocaban dos conceptos sobre las causas de la pobreza. Por un lado, se entendía que tenía su origen en una falla estructural: la economía no creaba suficientes empleos bien remunerados. Por lo tanto, todo el esfuerzo debería enfocarse en apoyar a las empresas para hacerlas innovadoras y productivas.

Por otra parte, se aseguraba que se debía a una falla personal: por falta de carácter, por no afanarse suficientemente, los individuos caen en la penuria. En consecuencia, hay que educarlos bien, alentando su responsabilidad personal.

En los años 60 surgió otra teoría: la pobreza como falla cultural. El antropólogo Oscar Lewis explicó que las personas no buscaban superarse porque estaban atrapadas en una “cultura de la pobreza”. Se lanzaron por ello elaborados programas de acción comunitaria para modificar valores y actitudes.

(Oscar Lewis escribió el estudio etnográfico novelado Los hijos de Sánchez sobre una familia de los suburbios pobres de la ciudad de México. Ahí presentaba a un padre machista y alcohólico, con esposa e hijas conformistas y fatalistas. El gobierno de aquella época hizo renunciar al editor, decomisó el libro y puso a la PGR a investigar a Lewis. Impidió también la exhibición de la película con el mismo nombre, que tuvo un reparto extraordinario: Anthony Quinn, Dolores del Río, Bette Davis, Katy Jurado, Ignacio López Tarso, Héctor Bonilla, Patricia Reyes Spíndola, José Carlos Ruíz, Lupita Ferrer, Lucía Méndez, Helena Rojo, Josefina Echánove).

Programas sociales

La pobreza en Estados Unidos ha afectado sobre todo a la población negra del sur y de las ciudades costeras. En los años 60 había un gran malestar entre ellos y a la par de sus derechos civiles, pugnaban por tener mejores oportunidades económicas.

El 8 de enero de 1964, el presidente Lyndon Johnson declaró la “guerra contra la pobreza”. Se adoptaron, por primera vez en Estados Unidos, muchas de las instituciones del Estado de bienestar europeo, como el salario mínimo, el seguro de desempleo, el servicio de salud gratuito (Medicaid), la vivienda subsidiada y los apoyos nutricionales (cupones de comida y lunch escolar).

En menos de cinco años se redujo la pobreza a la mitad y desde entonces han ido mejorando los indicadores sociales.

Sin embargo, desde hace décadas la proporción de población pobre se ha mantenido estática. A nivel nacional alcanza 11.5 por ciento (que este año representa a 38 millones de personas), pero en Mississippi llega hasta 19.7 por ciento.

Esto es así porque los programas están condicionados a que los beneficiarios estén por abajo de la línea de pobreza (en 2023, ingresos de 23 mil 40 dólares al año para una familia de tres). Muchos, sobre todo los jóvenes, se conforman con las ayudas y ya no buscan un empleo mejor.

Otros problemas son que el salario mínimo es muy bajo y la vivienda en renta es escasa y cara.

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