Repensar

Kojak y Serpico, ¡regresen!

Cuando se pregunta a los habitantes de la ciudad de Nueva York cómo deberían de ser los policías, sorpresivamente se refieren a Serpico y a Kojak.

La criminalidad en la ciudad de Nueva York tuvo su punto más alto en 1990, cuando estaba desatado el consumo de la cocaína en piedra (crack). En ese año, la tasa de homicidios (por cada 100 mil habitantes) fue de 14.48, mientras que la nacional era de 9.40.

Cada noche, adolescentes se tiroteaban en Brooklyn y en Bronx. El robo de autos a mano armada se multiplicó. Los asaltos en el Metro y en las calles se volvieron muy violentos. La gente estaba aterrada y muy molesta con una policía que se veía impotente.

Las cosas empezaron a cambiar en 1994. El nuevo alcalde, Rudy Giuliani, dotó a la policía de equipos modernos y la puso a trabajar con base en datos y no en intuiciones. Rompió el monopolio que tenía la mafia sobre la recolección de basura y otros servicios urbanos.

Impuso una política de mano dura. Permitió que los oficiales detuvieran y registraran corporalmente a cualquier persona sospechosa. Acabó con la tolerancia que, de hecho, había hacia los delitos menores. Carteristas y vándalos fueron procesados y encarcelados.

Su sucesor, Michael Bloomberg, continuó con esas directrices y, además, reglamentó la vida nocturna. Todos los delitos disminuyeron. Desde 1997, la tasa de homicidios es menor que la nacional.

En la década pasada, lamentablemente volvió a deteriorarse la seguridad. La tasa de homicidios pasó de 2.88 en 2018 a 5.30 en 2022.

Los neoyorkinos lo achacan a la disminución de los recursos asignados a la policía como consecuencia de las protestas por casos de brutalidad. Consideran que 35 mil uniformados son insuficientes para cuidar a 9 millones de habitantes y una población flotante incalculable.

Los 6 mil millones de dólares de los que ahora dispone son 5.2% del presupuesto de la ciudad, lo mismo que en 1980.

Culpan también a cambios en la ley, que propician que salgan de la cárcel bajo fianza delincuentes violentos y reincidentes.

Esto ha desmoralizado a los policías que arriesgan la vida para detenerlos. Como además tienen que trabajar horas extra porque no hay dinero para que se contrate a nuevos elementos, se han incrementado las renuncias y los retiros anticipados (antes de los 20 años que les permiten tener pensión completa).

Buenos policías

Cuando se pregunta a los habitantes de la ciudad cómo deberían de ser los policías, sorpresivamente se refieren a Serpico y a Kojak.

Frank Serpico (hoy de 86 años) fue un oficial que en 1971 testificó ante tribunales sobre la corrupción en el Departamento de Policía, rompiendo el llamado “muro azul” de silencio. Sus colegas lo odiaron y cuando, unos meses después, unos delincuentes le dieron un balazo en la cara, no llamaron a la ambulancia. Su vida fue llevada a la pantalla, con Al Pacino en el papel principal.

Kojak fue una serie de televisión que estuvo al aire entre 1973 y 1978. Destaca entre cientos de series policíacas por su realismo. No presentó a policías extremadamente rectos y valientes o a delincuentes exageradamente malvados y torpes.

Telly Savalas, un calvo descendiente de inmigrantes griegos, que siempre había hecho el papel de malo (de Poncio Pilatos a Al Capone) es, en las pantallas, el teniente detective Theo Kojak, un calvo descendiente de inmigrantes griegos y muy buena persona.

Se viste descuidadamente y no le preocupa tener una oficina sucia y desordenada. Maneja un coche café, ya muy golpeado, que suele descomponerse cuando están a punto de atrapar a los maleantes.

Es capaz de desobedecer a sus supervisores burocratizados o de torcer un poco la ley cuando es necesario, pero nunca llega a romperla. Le puede dar una patada a un delincuente, pero sabe que viene de un medio hostil y trata de reencaminarlo. Exige mucho a sus subordinados, pero los defiende cuando la riegan.

Es dedicado y tenaz porque realmente le preocupa proteger a las personas. Él mismo se preocupa por su familia y su barrio.

Es alguien que se equivoca y tiene sentimientos negativos de vez en cuando. Trata de sustituir el cigarro por paletas Tutsie Pops.

Sus comentarios, cínicos o irónicos, pintan como es verdaderamente la difícil vida de los guardianes de la ley.

Es significativo que los neoyorkinos vean como modelo de policía a un oficial integro y a un personaje ficticio que es, al mismo tiempo, eficiente y humano. Son atributos que se esperan en cualquier parte del mundo y que, con esfuerzo e inteligencia, pueden conseguirse.

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