Repensar

¿Cañones o mantequilla?

Cuando Joe Biden inicia su administración, presenta un programa de rescate más ambicioso que el de su predecesor, comenta Alejandro Gil Recasens.

La mayoría de los americanos nunca había vivido una etapa de alta inflación. Nacieron después de los años 70 y por ello sólo tienen referencias vagas de la época conocida como “cañones y mantequilla”.

El profesor Paul Samuelson (Premio Nobel de economía 1970) utilizaba una parábola para explicar al mismo tiempo las ventajas comparativas y el costo de oportunidad. Un país, que sólo podía producir cañones o mantequilla, tenía la duda de cuántas unidades producir de cada uno de esos bienes. ¿Le conviene producir más armas o más alimentos? ¿Es mejor hacer exclusivamente cañones o únicamente mantequilla?

La respuesta es que debería de producir los bienes que le proporcionaran mayor ventaja comparativa. Si era mejor manufacturando cañones podría obtener ingresos suficientes para comprarle mantequilla a sus vecinos (y lo mismo al revés).

Cuando Lyndon Johnson llegó a la Casa Blanca (1963), la economía crecía a un ritmo razonable, había bajo desempleo y casi nada de inflación. El presidente prometió a sus conciudadanos acabar con la guerra en Vietnam y, al mismo tiempo, construir una “Gran Sociedad”, sin pobreza ni discriminación racial. Por ello, promovió una fuerte disminución de impuestos y elevó el gasto militar (cañones) y social (mantequilla).

La Reserva Federal vio claramente que la inflación iba a dispararse y subió las tasas de interés. Johnson, de carácter iracundo y poco cuidadoso con las formas, se puso furioso y se dedicó a presionar al presidente de la reserva, presentándolo ante la opinión pública como antipatriota, por no querer dotar de pertrechos a los muchachos que luchaban en el sudeste de Asia. William McChesney Martin finalmente cedió y el gasto deficitario se financió con tasas bajas y una política monetaria acomodaticia.

Como era de esperarse, el genio de la inflación se salió de la lámpara. Entre 1965 y 1969 se triplicó el crecimiento interanual de la base monetaria. El gasto excesivo, financiado con deuda pública (venta de bonos del tesoro) provocó un incremento sostenido del déficit presupuestal. El índice de precios al consumidor pasó de uno a seis por ciento. Aun peor, en contra de la teoría dominante, que sostenía que con alta inflación no podía haber desempleo (curva de Phillips), miles perdieron sus trabajos.

Finalmente, el Congreso se rebeló. Año y medio tuvo congelado el presupuesto de 1967 y, a pesar de las pataletas del presidente tejano, subió los impuestos. Para entonces en Vietnam ya habían muerto 30 mil soldados estadounidenses y, a pesar del gasto millonario, no se veía una salida victoriosa. Johnson decidió no presentarse a la reelección y McChesney Martin, sumamente arrepentido de haberse dejado intimidar, renunció.

La inflación erosionó la competitividad del país y empeoró el déficit de la balanza de pagos. La especulación debilitó al dólar. En agosto de 1971, Richard Nixon anunció que Estados Unidos se separaba del patrón-oro. Al ver sus reservas dólares devaluadas, los productores de petróleo de la OPEP subieron sus precios. En 1973-74, con el Embargo Árabe (suspensión de la venta de petróleo a los países que apoyaron a Israel en la guerra del Yom Kipur) el precio del barril de crudo se cuadruplicó.

Cuando Ronald Reagan tomó posesión (1981), la inflación había llegado al 18 por ciento. Reduciendo drásticamente el gasto público logró abatirla, hasta dejarla en dos por ciento, nivel en que se mantuvo hasta hace un año.

OTRA VEZ

Donald Trump impulsó un masivo recorte de impuestos y los legisladores se lo aprobaron, a pesar del amenazante déficit presupuestal. Luego, para enfrentar la pandemia de Covid, lanzó un programa de rescate muy exitoso, que logró evitar una recesión, pero que llevó el déficit hasta los 4 mil millones de dólares.

Cuando Joe Biden inicia su administración, presenta un programa de rescate más ambicioso que el de su predecesor. En vista de que la economía se había reactivado, era innecesario un esfuerzo tan grande. Además, las presiones inflacionarias ya eran muy fuertes, por el shock de oferta originado por la disrupción en las cadenas de suministro.

Entre los que le advirtieron a Biden que estaba equivocándose estuvo Lawrence Summers, execonomista en jefe del Banco Mundial y expresidente de la Universidad de Harvard. El también exsecretario del Tesoro de Clinton y exdirector del Consejo de Asesores Económicos de Obama calificó el paquete de 1.9 billones de dólares como “la irresponsabilidad económica más grande en los últimos cuarenta años”.

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