Repensar

Desaparecer

Las ventajas de las que hemos gozado se evaporan y no estamos actuando con la urgencia requerida para enfrentar los nuevos desafíos, dice Alejandro Gil Recasens.

En los 70 Australia era el décimo productor mundial de automóviles. Su marca líder, Holden, exportaba a toda la zona del Pacífico, desde Filipinas hasta Sudáfrica. Ellos diseñaban sus propios modelos. El Commodore era el líder en carros con el volante a la derecha. El Caprice (que llegó a México) se consideraba tan bueno que, en los 90, era el preferido por las policías de Canadá y Estados Unidos.

En 2017, Holden y las demás automotrices australianas pararon definitivamente, dejando a 50 mil trabajadores en la calle. Hoy allá sólo se hacen vehículos todoterreno, apropiados para su geografía.

¿Qué pasó? No supieron mantenerse al ritmo del cambio tecnológico; no pudieron reducir sus costos; no entendieron cómo evolucionaban las preferencias de los consumidores.

Desde hace medio siglo se ha intentado fabricar carros con menos emisiones contaminantes. Un tiempo se pensó que los motores diésel o los convertidores catalíticos serían la solución. Hoy se está apostando a la electrificación y rápidamente se está abatiendo su precio. Para el fin de esta década dejarán de venderse autos con motores de combustión interna.

Algo similar sucede con la seguridad. Desde los 60 se empezaron a usar los controles para mantener una velocidad constante. Ahora se puede también, de forma automática, mantener el carro dentro de su carril y a una distancia segura de los que van adelante. Los vehículos totalmente autónomos se van a imponer por su mayor confiabilidad y comodidad.

La industria automotriz está experimentando una transformación radical. Actualmente es más importante la manufactura de las baterías que la de los motores. Las capacidades digitales y no la carrocería hacen ahora la diferencia entre modelos.

Esto va a impactar hacia arriba, sacando de la jugada a toda la cadena de valor de los motores y potenciando a la de las baterías, los componentes electrónicos y el software. Y hacia abajo, va a pegarle fuertemente a los combustibles (desde la refinación hasta las gasolineras), a los sistemas de distribución (que hoy dependen del mantenimiento y las refacciones) y a la profesión de conductor.

¡AGUAS!

En 2018 México fue el séptimo productor mundial de vehículos (4 millones), el quinto en autopartes y el primero en tractocamiones. El año pasado sólo sacamos 3 millones.

Las ventajas de las que hemos gozado se evaporan y no estamos actuando con la urgencia requerida para enfrentar los nuevos desafíos.

En nuestro país el sector creció a la sombra de las tres grandes de Estados Unidos, que ahora luchan por sobrevivir. No fuimos capaces de desarrollar marcas propias y poco hicimos para no depender de la ingeniería, la maquinaria y el equipo importados.

Esas corporaciones promovieron el TLCAN para poder competir con los japoneses y a nosotros nos resultó muy benéfico, sobre todo en términos de empleo, desarrollo regional y balanza comercial.

Aprovechando la existencia aquí de empresas capaces de hacer fundiciones complejas, Ford, GM y Chrysler abrieron plantas para producir motores con calidad y a precios atractivos. Alrededor de éstas surgieron clústeres para abastecer de piezas, como pistones y válvulas. Tristemente, esas fuentes de progreso están condenadas a cerrar.

Tampoco avanzamos mucho en componentes electrónicos. La mayoría de los esenciales lo importamos de Asia. Nos quedan otras autopartes, las de menor valor agregado. En cualquier caso, no son nacionales. De los 100 principales proveedores de autopartes del mundo, 90 tienen plantas en nuestro territorio, pero sólo uno es mexicano.

En muchos lados se están desarrollando baterías. Aquí no, a pesar de que tenemos algunos de los apreciados minerales que utilizan.

China es ya el mayor productor de autos eléctricos y pronto exportará masivamente. JAC ya es número 1 en México.

Nuestro acceso privilegiado al mercado de Estrados Unidos se estrechó con el T-MEC y con las políticas de America First y de reshoring. Puede, incluso, volverse irrelevante si, como parece, nuestro vecino del norte decide entrar a los tratados comerciales intraasiáticos.

Se nos está yendo el tiempo y no tomamos la iniciativa. Seguimos atenidos a la tecnología externa, a pesar de que aquí tenemos: los especialistas que saben desarrollar programas operativos avanzados; los ingenieros, que son capaces de levantar fábricas robotizadas; los operadores que pueden manejar plantas con arquitectura modular.

La quinta parte del PIB y la décima del empleo dependen de que aprovechemos las nuevas oportunidades y no dejemos desaparecer a esa industria.

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