Repensar

¿Qué pasa, Kamala?

Su nivel de aprobación se desplomó y ya no parece tener despejado su camino a la Casa Blanca, dice Alejandro Gil Recasens.

En Estados Unidos el cargo de vicepresidente es una redundancia preventiva, un mecanismo de seguridad. Su función es estar ahí para lo que pudiera ofrecerse. A diferencia de nuestros diputados suplentes, que pueden dedicarse a otra cosa mientras no se les convoque, los que ostentan esa responsabilidad en el país vecino lo hacen como actividad exclusiva.

Al contrario de otros lugares donde existe esa figura, no se integran a la fórmula desde el principio, sino después de las elecciones internas. Lo más frecuente es que hayan sido fuertes competidores del precandidato que obtuvo la nominación y que en las primarias ambos se hayan atacado.

El candidato a presidente lo selecciona como compañero, no por su coincidencia ideológica o programática, sino por razones electorales. Si él es norteño o de la costa este, buscará a un sureño o de la costa oeste; si es un hombre de edad tratará de que lo acompañe una mujer joven; si es un moderado de centro intentará el equilibrio con alguien más a la derecha o a la izquierda.

Normalmente, el seleccionado es prudente y durante la campaña olvida las críticas hechas a quien semanas atrás era su contrincante. Pero como se le da la responsabilidad de presidir el Senado y su voto a menudo es el de desempate, las cosas se complican: le puede llevar las contras o simplemente actuar con lentitud o tibieza.

Como además el presidente sólo puede reelegirse una vez, el otro es candidato natural a la sucesión y dedicará su tiempo a formar coaliciones que lo respalden. Por eso, los presidentes les asignan tareas que los entretengan o, de plano, que los hagan ver mal frente a los electores.

DE CHIRIPA

Kamala Harris tuvo un desastroso desempeño en las elecciones internas del año pasado. Sus propuestas no llamaron la atención o (como las de salud) fueron rechazadas. En el debate no supo atajar un golpe que le dio Tulsi Gabbard. Antes de la primaria de Iowa, mejor se retiró. En las encuestas sólo la respaldaba el 3 por ciento de los demócratas; en California, su estado, sólo tenía el 7 por ciento.

Joe Biden siempre quiso tener a la senadora Amy Klobuchar como compañera en la carrera presidencial. Por eso desde el principio prometió que escogería a una mujer. Sin embargo, después de la muerte de George Floyd, Amy quedó fuera de la jugada: había sido una fiscal muy dura en la misma ciudad en donde empezaron los disturbios raciales.

Biden se vio obligado a ofrecer el puesto a una mujer negra y Kamala era la única con esa característica entre todas las senadoras y gobernadoras de su partido. Además, le pareció la más inofensiva, dada su falta de experiencia. Por haber sido la crítica de Trump más feroz en el Congreso, le resultó muy útil, al darle a él la oportunidad de mostrarse conciliador y propositivo.

No fue un gran activo en la campaña; sólo se le usó como un trofeo, un ejemplo de superación de los obstáculos que tradicionalmente frenan la carrera de las mujeres negras; la primera vicepresidenta con esos rasgos.

Apenas llegando, Biden le dio una misión imposible: frenar la migración ilegal en la frontera, justo cuando está a su mayor nivel en 20 años.

Ella siempre había sido favorable a la entrada de migrantes. Con otros senadores, había enviado (el 7 de abril de 2020) una carta al secretario de Seguridad Interior, acusando a la administración Trump de violar leyes federales al cerrar la frontera mexicana con el pretexto de la pandemia. Un año después, la pusieron a defender esa misma política.

Durante varias semanas no supo qué hacer, aparte de crear comisiones de estudio. En una entrevista en la NBC le preguntaron por qué no había ido a la frontera y, enfurecida, dijo que tampoco había viajado a Europa. En junio fue a Guatemala y se mostró muy ruda, diciéndole a los migrantes: “No vengan, no vengan”. Finalmente hizo una visita intrascendente a El Paso, luego de que Donald Trump ya se había paseado por ahí.

Frente a los sucesos en Afganistán se ha mostrado pasiva y poco empática con el drama de las mujeres allá.

Todo eso ha sido una decepción para sus seguidores. Su nivel de aprobación se desplomó y ya no parece tener despejado su camino a la Casa Blanca.

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