Repensar

Y colorín, Colorado…

Es una negociación en la que México debe participar porque los últimos 145 kilómetros del río nos pertenecen y hoy están prácticamente secos y ensalitrados, comenta Alejandro Gil Recasens.

El Colorado nace en las montañas Rocallosas y fluye a lo largo de 2 mil 330 kilómetros hasta desembocar en el golfo de California. Recorre siete estados de la Unión Americana y dos de México (Sonora y Baja California).

Hasta hace un siglo había pocas poblaciones a su alrededor y sus paisajes eran tan bellos que se crearon 11 parques nacionales; el más famoso, el del Gran Cañón. De entonces para acá se construyeron 11 grandes presas e infinidad de embalses menores en el curso principal y en sus tributarios. En conjunto, almacenan cinco veces más que la circulación anual.

Se decía que lo anterior era una muestra del progreso. Ciertamente las presas sirven para controlar las avenidas; almacenan agua para beber y para usos agrícolas, pecuarios e industriales; crean áreas recreativas.

Contra lo que algunos suponen, las hidroeléctricas no son la forma más eficiente de producir energía. Dependen de turbinas que requieren mucho gas natural. En todo el mundo se utilizan para completar la demanda de las horas pico y por ello las paran en las noches y en los fines de semana. Además, la cantidad de electricidad generada depende de los mínimos y máximos que hay que respetar para evitar inundaciones aguas abajo.

Lo que es innegable es que alteran el ecosistema natural. Cambian la temperatura del agua y aumentan la evaporación; reducen la deposición de sedimentos en las llanuras aluviales y en los deltas; bloquean el paso de los peces y producen ambientes desfavorables para su reproducción. Lo peor es que crean una falsa ilusión de abundancia.

Ignorando que desde hace milenios la región se está desertificando, la emigración de los climas fríos hacía el “cinturón del sol” del suroeste estadounidense ha sido incesante. Tan sólo en los últimos 30 años, llegaron 15 millones de nuevos pobladores. Denver, Phoenix y Las Vegas fueron de las ciudades que más crecieron en el país. Brotaron campos de golf y extensos suburbios. Miles de casas llenas de electrodomésticos y que tienen prendido el aire acondicionado todo el día; con jardines que hay que rociar diariamente y albercas que se recargan cada dos semanas.

Incluso se lleva líquido a otras cuencas. A través de kilómetros y kilómetros de túneles y acueductos se surte gran parte de la zona metropolitana de Los Ángeles.

El 70 por ciento del volumen del Colorado se usa en granjas y ranchos. Como está subsidiado, miles de hectáreas se abrieron al cultivo y al pastoreo, no sólo para abastecer de zanahorias a Chicago o de hamburguesas a Nueva York, sino incluso para exportar alfalfa (que requiere mucho riego) a China y a Arabia Saudita.

PUNTO CRÍTICO

El Colorado es el río más controlado del mundo. Cada litro está asignado. De hecho, hay más derechos en el papel que agua en su cauce. Hasta la última gota está regulada por leyes y decretos federales o estatales; ordenanzas municipales o tratados internacionales; contratos o sentencias judiciales.

Por décadas los estados de la parte norte de la cuenca (Wyoming, Colorado, Utah y Nuevo México) han estado litigando con los del sur (Nevada, Arizona y California), tratando de echar abajo el acuerdo de 1922 por el que se repartieron el torrente por mitades.

Además de una sequía que se ha prolongado por 20 años, el cambio climático ha provocado que los glaciares de las Rocallosas se descongelen más rápido, por lo que el calor de la primavera seca el agua antes de que escurra. Las dos presas más grandes, la del Cañón Glen y la Hoover, están a un tercio de su capacidad y pronto no podrán surtir ni a los canales de riego ni a las turbinas, dejando sin bebida, alimentos y electricidad a miles de personas.

Es evidente que hay que privilegiar el consumo humano, reciclar, reducir el uso industrial y sustituir cultivos; eliminar subsidios e incentivar la conservación.

El 16 de agosto el gobierno federal declaró, por primera vez, una situación de escasez y redujo las cuotas establecidas en un acuerdo de 2007, que tendrá vigencia hasta diciembre de 2025, cuando se acordarán medidas de racionalización y una nueva gobernanza.

Es una negociación en la que México debe participar porque los últimos 145 kilómetros del río nos pertenecen y hoy están prácticamente secos y ensalitrados, afectando la ecología de todo el golfo de California.

Si no lo hacemos, este cuento va a acabar mal.

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