Repensar

Embargados

Quizá sólo un esfuerzo multilateral, que incluya a México, Canadá, Francia y/o España, logre desatorar el enredo entre Cuba y EU.

La relación entre Cuba y Estados Unidos ha estado estancada desde hace 61 años, cuando el presidente John Kennedy decretó sanciones comerciales a Cuba, en represalia por la expropiación de empresas de su país. Se acabó la Guerra Fría y nada mejoró.

Las recientes protestas en la isla volvieron a poner el conflicto bajo los reflectores, pero es difícil que las cosas cambien. Entre otras razones porque en la Unión Americana hay tremendos desacuerdos sobre lo que se puede o se debe hacer.

Por ejemplo, dentro del Departamento de Defensa las operaciones en el hemisferio están divididas en dos partes. El Comando Norte comprende los territorios de Estados Unidos, Canadá, México, Puerto Rico, Islas Vírgenes, Bahamas y la costa norte de Cuba. Ellos ven a la isla, que está a 90 millas de los cayos de Florida, como una amenaza militar. Por eso, cuando el general de la Fuerza Aérea, Glen D. VanHerck va al Comité de Servicios Armados del Senado, pide presupuesto para defensas antiaéreas y sugiere que se negocie un desarme.

El Comando Sur comprende a Centro y Sudamérica y al Caribe, incluyendo a Cuba. Ellos ven a la isla, junto con Venezuela, como una fuente de inestabilidad política en la región. Por eso, cuando el almirante Craig S. Faller acude al Senado, solicita presupuesto para ayuda humanitaria y sugiere no dejar vacíos políticos que puedan llenar Rusia o China.

En lo que ambos están de acuerdo es en mantener, por su valor estratégico, la base en Guantánamo. En cambio, el Departamento de Estado quiere cerrarla o por lo menos desaparecer el centro de detención de terroristas, ya que no tiene un claro fundamento legal y no se respeta ahí el debido proceso. La Suprema Corte lo aprueba; el Congreso se opone.

En el Departamento de Estado hay también posiciones encontradas. Hay un sector que piensa que hay que retomar los esfuerzos de deshielo que promovió Barak Obama. Sin embargo, el mismo secretario de Estado de esa etapa, John Kerry, se muestra decepcionado, porque no se hicieron las reformas prometidas y porque el personal de la embajada sufrió ataques sónicos.

Unos dicen que el embargo perjudica más a la población que al gobierno; proponen sustituirlo por sanciones a los líderes políticos (suspensión de visas, congelamiento de cuentas bancarias). Otros aseguran que aflojar las restricciones en turismo y remesas le dará más ingresos al régimen.

Apenas la semana pasada el secretario de Estado Antony Blinken envió un memorándum a todas las embajadas estableciendo, como prioridad de la política exterior, la defensa de la democracia y los derechos humanos. Cualquier negociación con Cuba supondría entonces un cambio de actitud de La Habana respecto a la oposición.

En la misma comunidad de exiliados hay diferencias. La mayoría quisiera que el gobierno fuera más proactivo en la búsqueda de un acuerdo, pero hay un grupo grande que sostiene que el presidente Joe Biden es socialista y por eso se resiste a tomar acciones más decisivas. En la plataforma Change.org miles han firmado pidiendo una intervención militar.

Durante las décadas que estuvo en el Senado, Biden votó repetidamente por mantener el embargo e incluso por endurecerlo con la ley Helms-Burton. Como vicepresidente apoyó el restablecimiento de relaciones diplomáticas conseguido por Obama. Hace un año, en campaña, ofreció revertir las medidas restrictivas en comercio y turismo decretadas por Donald Trump. Después de las elecciones, en las que perdió Florida, reconsideró y ahora afirma que Cuba es un Estado fallido, que las protestas son un llamado a la libertad que debe ser escuchado y que cualquier cambio será gradual.

En la corriente progresista de los demócratas le reclaman el levantamiento inmediato del embargo, pero algunos (señaladamente la diputada Alexandria Ocasio-Cortez) condenan también al gobierno isleño por suprimir las libertades de expresión y manifestación. El senador Ted Cruz pide abrir el acceso a refugiados, mientras que otros republicanos piensan que agraviaría el problema migratorio.

La Organización de Estados Americanos llama a incrementar las presiones. El Consejo de las Américas considera que sería contraproducente.

El Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, controlado por los demócratas, urge a enviar alimentos, medicinas y vacunas. El Comité de Relaciones Exteriores del Senado, controlado por los republicanos, se opone porque hay antecedentes de ayuda mal usada.

Quizá sólo un esfuerzo multilateral, que incluya a México, Canadá, Francia y/o España, logre desatorar el enredo.

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