Alberto Muñoz

El Covid en primera persona

“A todos nos va a dar Covid” esa era mi conclusión a las primeras semanas de la pandemia. Era marzo de 2020 y terminando de desayunar con un gran amigo, me dijo “Bueno, me tengo que ir. Anoche llegó mi esposa de Italia y al parecer será el primer caso confirmado de Covid”. Agradecí la sinceridad y nos despedimos con un fuerte abrazo. Al llegar al coche, me cayó el veinte.

Dos semanas después estaba yo en cama con la gripe más grande y dolorosa que he tenido en toda mi vida. Me aislé y entre que repatriamos a mi hija grande nos empezamos a acostumbrar al Covid. En medio de mi lucha con el virus tuvimos el incendio en las instalaciones de Andromie. En medio de mi dolor de cabeza, el Covid en el mundo, uno de mis socios me dijo: “Doc, el apocalipsis, se incendió Andromie”.

El pasado martes 22 de junio de 2022 salí positivo en la prueba Covid por primera vez. Inmediatamente me aislé por completo. Para mi fortuna unos días antes había terminado algunos compromisos que requerían de mi presencialidad, incluida la graduación de mi hija.

A partir de esa semana, muchos fuimos cayendo en las garras del Covid. Ya desde al año pasado en la clase de Sistemas Multiagentes Inteligentes que imparto regularmente en el Tec de Monterrey, nos acercamos a entender los efectos de propagación con ejemplos sencillos e ilustrativos[1]. Tal y como fuimos viendo en diversos medios de comunicación la epidemia es transmitida por un vector, en este caso un ser humano (en el caso del dengue, chikungunya y zika el vector es el mosquito Aedes Aegypti) y la propagación se da principalmente por el viaje del virus en el aire y no tanto por el contacto físico ni el tacto.

Sistemas de predicción más complejos buscan integrar modelos matemáticos que intentan explicar la dinámica altamente no lineal en los efectos de la propagación como lo son la influencia de la edad, el estar o no vacunado, el clima, la densidad, etcétera. Incluso el tan controversial uso de la máscara pareciera ser un mecanismo efectivo, acorde a modelos que logran integrar la proclividad de uso o en su defecto otros eventos [2].

Llegar a contagiarse del virus difícilmente puede evitarse ni con las matemáticas ni con la física más avanzada. Lo que sí es evidente es que se puede hacer llevadera la experiencia, sobre todo a nivel familiar, con la prevención y el aislamiento. Algo que pude aprender viendo cientos de sitios de internet es que al menos las últimas variantes por lo general, si bien más contagiosas, son menos agresivas, sobre todo si estamos vacunados. Cada dos o tres horas me fui tomando la oxigenación y nunca bajó de 97 por ciento. El ritmo cardiaco dependía mucho de la actividad física, la cual aunque ciertamente reducida no se puede eliminar por completo. Siempre he padecido claustrofobia y creo que el Covid me ayudó a distraer un poco sus consecuencias, aunque también aprendí en varios artículos que de los efectos en las ciencias de la conducta, por lo que hay que estar muy atentos si identificamos patrones divergentes a lo normal en la conducta.

Por primera vez en mi vida me sentí parte de esta fenomenología social que ha implicado la pandemia; el ir descubriendo información recientemente pública e incluso haber recibido vacunas producto de investigaciones recientes (DeepTech) y concebidas apenas hace menos de dos años, todo esto es un rompeaguas en la historia tecnológica de la humanidad.

[1] https://agentpy.readthedocs.io/en/latest/agentpy_virus_spread.html

[2] León, U.A.-P.d.; Avila-Vales, E.; Huang, K.-l. Modeling the Transmission of the SARS-CoV-2 Delta Variant in a Partially Vaccinated Population. Viruses 2022, 14, 158. https://doi.org/10.3390/ v14010158.

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