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Elecciones en Argentina: ¿Quién es Sergio Massa, el ministro que rompió récords de inflación?

A pesar de romper todos los récords de inflación, Sergio Massa se presenta como candidato presidencial en las elecciones en Argentina. Pablo Hiriart, desde Buenos Aires, relata quién es el candidato peronista.

Buenos Aires, Argentina.- Massa, un gran remedio para una gran enfermedad”, dice un cartel del candidato presidencial oficialista que pusieron en el centro de la Plaza de Mayo un par de integrantes de la agrupación de madres de desaparecidos por la dictadura, el jueves de esta semana.

Pero este abogado, nacido el 28 de abril de 1972, es parte de “la gran enfermedad”, porque desde hace casi dos años es ministro de Economía y ha roto todos los récords de inflación de las últimas décadas, que no son pocos.

El gobierno del cual forma parte, encabezado por el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner, también tiene el récord como el mayor productor de pobres de la República Argentina: llegan al 45 por ciento de la población.

Paradojas de la política argentina, Massa es el candidato de los pobres, cuya ‘madrecita’ es la señora Fernández de Kirchner, actualmente protegida por el fuero de vicepresidenta que la libera de estar en la cárcel, recluida por seis años, según dice la sentencia por corrupción.

Los jueces que fallaron en favor de castigarla, están sometidos a una querella de parte del gobierno y han sido espiados en su vida íntima por el aparato de inteligencia de Argentina, en lo que constituye uno de los tantos escándalos que sacuden al país en estos días.

Pero ni los hallazgos de tramas para robarle dinero al Estado ni el descubrimiento de una red de espionaje que las fuerzas más oscuras del gobierno desplegaron contra mil 300 dirigentes opositores, empresarios, periodistas y algunos miembros del oficialismo, parece incidir en los votantes.


El jueves por la noche, en el búnker de Sergio Massa, se afirmaba que con el debate había recuperado terreno y aventajaba a su contrincante Javier Milei por dos o tres puntos.

La realidad la conoceremos este domingo, cuando 35 millones 394 mil 425 argentinos mayores de 16 años acudan a votar en las 104 mil 520 mesas de votación dispuestas en todo el territorio.

Aquí el voto es obligatorio, aunque con el deterioro del valor de la moneda la cantidad a pagar como multa para los que no vayan a sufragar es simbólica, pues alcanza los 50 pesos, que son entre uno o dos pesos mexicanos.

Igual que su contendiente, Javier Milei, Massa se ha corrido al centro en las últimas semanas, tomó distancia de Cristina Kirchner y en una reunión privada informó a empresarios fuertes de este país que le ofreció el ministerio de Economía en su próximo gabinete a un respetado miembro del PRO, que apoya a Javier Milei, el actual alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.

De manera pública, anunció que la Fiscalía Anticorrupción se la entregaría a un miembro de la oposición. Así, los dos flancos más débiles del frente que lo lleva como candidato, economía y corrupción, quedarían en poder de sus actuales adversarios.

En caso de ganar, Massa se reserva los puestos políticos en los cuales se finca la gobernabilidad, dado que los ajustes inevitables para evitar el quiebre del Estado necesitan el respaldo de los sindicatos, los empresarios (ambos están con él), más el Congreso y los gobiernos provinciales.

Sólo así podría armar un gobierno de unidad nacional, como lo ha propuesto, e iniciar la operación “de caballo” a que debe someterse este país, sin la garantía de salir con vida del quirófano.

Hay quienes le creen y otros no.

De eso se trata la elección del domingo: quién será el cirujano que encabece la “operación de caballo” y que tenga mejores aptitudes para que no se le muera e paciente: Massa o Milei. Milei o Massa.

Y ¿quién es Sergio Massa?

Como presidente de Cámara de Diputados, cada semana Sergio Massa tomaba el celular y le hablaba a una mujer intensa, que quería saberlo todo y controlarlo todo, Cristina Fernández de Kirchner, a la que cortejó hasta conseguir que no lo vetara para ser el candidato presidencial del peronismo.

Con la frescura de un político profesional, que lo es, Massa tenía que tragarse ese tremendo sapo todas las semanas porque apenas unos pocos años antes había roto con Cristina y la desafió: presentó su renuncia a la jefatura de Gabinete, al Partido Justicialista, se declaró “peronista disidente” y arremetió con todo contra su jefa cuando ella anunció que iría por un tercer mandato como presidenta de Argentina.

Massa lanzó su candidatura opositora con la promesa de acabar con Cristina: “Conmigo termina la era K, por más violencia y chequera que puedan usar. Hoy el FPV significa fraude, prepotencia y violencia”.

Ese día, el 1 de mayo de 2015, dijo en su discurso en el estadio de Vélez Sarsfield, aseguró que “voy a ser presidente porque me da asco la corrupción, los voy a meter presos, no les tengo miedo”.

Más adelante, el panqueque (chapulín, en el argot político argentino), regresó al redil porque, dijo, había que “terminar con este gobierno de pocos y para pocos”.

Se refería al del presidente antikirchnerista Mauricio Macri, para lo cual –dijo esa vez-, es preciso “construir una coalición opositora, amplia, plural y federal”.

Jorge Lanata, el legendario periodista argentino que desnudó la corrupción de los Kirchner, afirma que “Massa es un muy buen candidato, porque teniendo 140 por ciento de inflación, a la mitad de los argentinos en la pobreza, tiene los números que tiene (en las preferencias electorales). Lo lógico sería que tuviera el dos por ciento”.

En menos de trece meses, este abogado que nunca desempeñó una responsabilidad en el área que ahora maneja (es ministro de Economía, además de candidato, presidente en los hechos y jefe real de su campaña), disparó la inflación casi al doble y triplicó la deuda del Banco Central.

Tiene un encanto personal que lo hace creíble, con pinta de presidente, y es el candidato del establishment, a pesar de que imprime billetes sin ningún respaldo, gasta dinero que no existe, lo reparte en subsidios, y como candidato ofrece solucionar todo lo que en este gobierno no funciona y hay que corregir.

Es decir, el próximo presidente Sergio Massa, va a enmendarle la plana al ministro de Economía Sergio Massa.

Decía un periodista que lo conoce muy bien, que la ambición de Massa es aún mayor que la de Cristina y de Néstor Kirchner. Si él gana, se va a quedar 30 años en el poder.

Hasta Jorge Lanata parece seducido por Massa: “Yo no votaría por Javier Milei… Massa es peronista, no es kirchnerista. Hay muchas cosas del kirchnerismo que Massa no comparte”, señaló en entrevista con un medio electrónico.

Primero de su clase siempre, Sergio Massa a los 15 años ya colgaba pasacalles del candidato de su partido, Unión Centro Democrática (derecha liberal). Y de manera abrupta, sin avisar ni dar explicaciones, se fue al gobierno de Carlos Menem. Fue asesor del cantante Palito Ortega en el Ministerio de Desarrollo Social.

Se hizo peronista furibundo con la misma facilidad con que, luego de haber sido hincha de San Lorenzo, de la noche a la mañana se convirtió en fanático de Tigre.

Claro, hinchas de Tigre eran (son) su entonces novia y el futuro suegro, un ministro (de Deportes) del entonces presidente Carlos Saúl Menem. Y él siempre tuvo en la mira ser intendente de Tigre (municipio importante de la provincia de Buenos Aires), cargo al que llegó e hizo un destacado papel.

“Sergio es muy escurridizo en sus lealtades. Lo consideraba una persona confiable, pero de un día para otro se fue a militar en otro partido”, cuenta Alejandro Keck, padrino político de Massa, en una entrevista con Constanza Bengoechea, de La Nación.

“Él puede abrazarse hoy con Trump y mañana con Putin, y venderle lo mismo a los dos”, dice.

Le sigue teniendo aprecio, pero “si Sergio hubiera sido vendedor, hubiese vendido el Obelisco a la mitad de los argentinos”.

Lo llevó a UCD, lo vio irse al Partido Justicialista sin decir adiós, luego dejar el PJ y crear el Frente Renovador para acabar con Cristina –su ex jefa-, después lo miró aliarse al kirchnerismo y ahora es candidato presidencial de Unión por la Patria, con las promesas de “un gran cambio en Argentina”, unidad nacional, y superar esta crisis “que nos ha tocado”.

Sergio es “escurridizo en sus lealtades”.

Parejas estaban las encuestas hace una semana, cuando se cerró el plazo legal para publicitar encuestas, aunque en el entorno de Milei hablan de que tienen una ligera ventaja, y en el de Massa señalan que están arriba un par de puntos.

José Mujica, expresidente de Uruguay, ha dicho en artículos publicados en Montevideo, que cree que ganará Massa porque “la historia de Argentina, de la capacidad de movilización de sus sindicatos, cuenta y contará mucho el domingo.

Lo que se observa en el equipo de Massa no es triunfalismo, ni optimismo, ni pesimismo, sino que he visto sus semblantes inescrutables, muy parecidos al de los jugadores de póquer en el casino del Hipódromo de Palermo, donde Carlos Gardel iba a ver al mítico jinete Irineo Leguisamo.

Cierto, o al menos suena lógico lo que piensa el expresidente uruguayo. La historia política pesa mucho en países como Argentina, igual que su camiseta en el futbol.

Y tipos como Massa tienen el aura de los predestinados a ganar. Son los inevitables. O suelen serlo.

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