Financial Times

Energía en México: El regreso del petróleo

Petróleos Mexicanos es el séptimo mayor productor de crudo en el mundo, con 123 mil millones de dólares de ingresos y más de 13 mil millones de barriles de reservas probadas de petróleo crudo equivalente.

Después de más de 40 años en la industria del petróleo, Ali Moshiri pensó que ya había visto todo. Como jefe de Chevron para América Latina y África, ha sido testigo de la revolución socialista de Venezuela, las turbulencias financieras de Argentina, multimillonarias demandas de contaminación en Brasil y Ecuador, y la violencia en Colombia, todo antes de regresar a África.

No obstante, la única cosa que el ejecutivo imperturbable pensó que nunca volvería a ver finalmente ha sucedido: después de casi ocho décadas, México abrió su industria petrolera a la inversión extranjera, dando de nuevo la bienvenida a las mismas compañías petroleras multinacionales, incluyendo Chevron, que expulsó en 1938 cuando se nacionalizó la industria.

"Durante cerca de 25 años, he estado observando a México y esperado este momento", dice el hombre canoso de 61 años de edad. "Ahora tenemos que calibrar nuestra paciencia."

De Houston a Beijing, las grandes petroleras extranjeras comparten con Moshiri la mezcla de expectativa e impaciencia por la subasta de licencias privadas para la exploración y producción que se espera comience el próximo año. Algunos están encantados por la liberalización del monopolio estatal en México, el cual una vez un ex secretario de Energía dijo que era tan hermético como Corea del Norte.

Pemex es el séptimo mayor productor de petróleo del mundo con 123 mil millones de dólares de ingresos y más de 13 mil millones de barriles de reservas probadas de petróleo crudo equivalente. Pero la gran recaudación fiscal del gobierno –Pemex financia un tercio del presupuesto del gobierno– ha minado sus fondos, por lo que la producción se ha reducido desde alrededor de un millón de barriles por día en la última década a aproximadamente 2.5 millones de barriles en la actualidad.

Ello significa que no hay dinero suficiente para explotar los yacimientos de petróleo y gas no probados, incluyendo aquellos en las aguas profundas del Golfo de México y las formaciones de esquisto en tierra que el gobierno cree que son casi tan grandes como las reservas probadas de Kuwait.

Los recursos financieros, debidamente explotados, podrían convertir a Norteamérica en un nuevo Oriente Medio, con estabilidad política, buena infraestructura regional, y fácil acceso a la destreza tecnológica de EU.

Esa combinación podría ayudar a América del Norte a mantener bajos los precios de la energía y diversificar sus fuentes lejos de los proveedores más inestables, como Venezuela y el Medio Oriente, proporcionando una gran ayuda geopolítica adicional. "Realmente va a ser una potencia en suministro de energía, no sólo para México, también para el mundo", dice Moshiri.

La energía más barata y más abundante podría, a su vez, acelerar la industria manufacturera de México, que ya exporta más bienes que el resto de la región. Lo que a su vez podría cuadruplicar su lento crecimiento a más del 5 por ciento anual.

Esta llamada "Segunda Revolución Mexicana" ha evocado visiones de un retorno a los años del boom en la década de 1940 a 1970, cuando México fue aclamado como un milagro económico. "Un nuevo México está emergiendo", dijo Barack Obama, presidente de EU, entusiasmado durante una visita el año pasado. México ya es el tercer mayor socio comercial de Estados Unidos, después de China y Canadá.

Sin embargo, toda la emoción pasa por alto el estado actual de la industria energética de México –en decadencia, pero todavía envuelto en orgullo nacionalista– y el meollo de cómo continuará la liberalización.

La legislación final que rige el proceso ha sufrido retrasos inesperados en el Congreso y ahora es poco probable que sea aprobada a mediados de julio. México ha observado el éxito de la liberalización del petróleo de Colombia, donde la producción casi se ha duplicado en tan sólo ocho años. También ha evitado un marco regulatorio al estilo brasileño, que tiene requisitos de contenido onerosos, y tampoco exige, como hacen algunos países, que Pemex sea el único operador, aunque se espera que prevalezca en campos de aguas poco profundas, donde goza de décadas de experiencia.

La principal área de atracción de inversionistas extranjeros como BP y Royal Dutch Shell es el petróleo en aguas profundas. Las perspectivas en el Golfo de México se encuentran a una profundidad de al menos 2 mil 500 metros, presentando un desafío técnico como mostró BP en el campo Macondo en 2010.

La segunda área atractiva para los inversionistas está en hidrocarburos en tierra no tradicionales –lo que la industria llama no convencionales– en especial de esquisto de gas y petróleo de esquisto bituminoso. Estos son más propensos a ser explotados por pequeñas compañías independientes estadounidenses y Grupo Alfa, un conglomerado mexicano que ya tiene experiencia en fracking en EU.

Las dificultades son la falta de agua, fundamental para el proceso de fracturamiento hidráulico, y la violencia, como los carteles de la droga que han diversificado su negocio hacia el robo de petróleo.

Por último, está la liberalización del sector eléctrico.

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