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La intensa discusión sobre la inflación que padecemos

Hay quienes consideran que la inflación es un exceso de demanda, pero otros opinan que es un problema de costos. El diagnóstico que se utilice será clave para combatirla.

Pareciera que la inflación es de los hechos económicos más fáciles de definir y diagnosticar. A simple vista parece que se trata simplemente de un proceso en el que los precios de los bienes y servicios aumentan y punto.

Pues no. Ni hay acuerdo del todo respecto a lo que significa la inflación, ni tampoco acerca de sus causas y menos aún de la forma de hacerle frente.

Vamos por partes. Si en México, el índice de precios al consumidor aumenta en 3 por ciento cada año, ¿habría inflación?

La cifra es el objetivo del Banco de México, con una tolerancia de un punto hacia arriba y otro hacia abajo. Que el incremento de los precios sea cero es algo que en general no es deseable para la economía pues cuando se trata de una situación crónica, se asocia frecuentemente con el estancamiento de la economía.

En Estados Unidos, a la Reserva Federal le gusta un incremento de 2 por ciento anual en sus referencias para la inflación.

Aproximémonos de otra manera al tema. Cuando hoy se habla en México de que la inflación es de 7 por ciento, algunos responden que si pensamos eso es porque nosotros no vamos al supermercado, pues los incrementos de precios son mucho mayores.

La percepción popular es que la inflación es mucho mayor de lo que indican regularmente las cifras oficiales. Para evitar una discusión subjetiva, desde hace muchas décadas se inventaron los índices, que miden el incremento de una canasta de bienes y servicios.

Los índices de precios al consumidor pretenden representar la canasta típica, el gran promedio de un país. Y, por eso, frecuentemente no coincide con las percepciones particulares. Además, nuestras percepciones detectan con mayor facilidad los incrementos que las reducciones de los precios y, regularmente, en las tiendas existen ambos fenómenos. Sin embargo, la discusión empieza desde el índice que debe ocuparse para hacer una medición adecuada de la inflación.

Por ejemplo, la Reserva Federal de Estados Unidos no utiliza el índice de precios al consumidor sino el índice de precios para los gastos de consumo personal. El segundo ajusta con mayor rapidez cambios en la estructura del gasto que a juicio de la Reserva Federal son relevantes.

Por ejemplo, al cierre de octubre, el incremento anual de los precios al consumidor fue de 6.2 por ciento. Pero el aumento del índice de los gastos de consumo personal fue de 5.0 por ciento.

En el caso de México, algunos consideran que el índice al que el banco central debe atender es el de la inflación subyacente, ya que el de precios al consumidor integra bienes y servicios muy fluctuantes, que distorsionan las tendencias profundas de los precios.

En la primera quincena de noviembre la inflación fue de 7.05 por ciento, pero la inflación subyacente fue de 6.1 por ciento.

Más allá de la medición, hay una amplia discusión acerca de las causas de la inflación que hoy tenemos. Algunos señalan que son las mismas de siempre: un exceso de demanda producido por un aumento en la cantidad de dinero circulante.

Se trata de la visión ortodoxa que considera que la inflación es siempre un fenómeno monetario. Al existir una mayor cantidad de dinero en una economía que tiene los mismos o incluso menos bienes, su valor expresado en dinero aumenta.

Un ejemplo de ello es lo que ocurre con los precios de los autos de alquiler en aplicaciones como Uber en días en los que hay mucha demanda. Existen usuarios que están dispuestos a pagar más por el servicio, por lo que este se encarece.

Generalice este comportamiento a toda la economía y entenderá los principios del diagnóstico usual de la inflación. Pero hay quien privilegia otros factores pues encuentra circunstancias en las cuáles los precios suben aún sin existir una sobredemanda.

En ese tipo de casos, se considera que la mayor inflación deriva de incrementos de los costos y no de un exceso de demanda. El incremento de los precios de las gasolinas que hemos visto en los últimos meses es un ejemplo.

Aumentaron las gasolinas porque aumentó la materia prima básica con la cual se producen: el petróleo. Aunque no haya una sobredemanda de gasolina, de cualquier manera, su precio se iría para arriba.

El diagnóstico que se utilice para explicar la inflación es determinante de las medidas que habrán de tomarse para combatirla. Si se considera que se trata de un exceso de demanda, entonces la vía para bajarla es encareciendo el dinero a través de un alza de las tasas de interés. Un dinero más caro bajará la demanda pues en las sociedades modernas, tanto el consumo como la inversión dependen fuertemente del crédito.

Pero, si el diagnóstico es que los incrementos de los precios no provienen de un exceso de demanda sino de problemas de costos, entonces un incremento de las tasas no serviría para frenar el alza de los precios.

La Reserva Federal de Estados Unidos ha considerado hasta ahora principalmente la segunda explicación por lo cual considera que no es necesario aún aumentar las tasas de interés.

La mayoría de los integrantes de la Junta de Gobierno del Banxico considera que no solo se trata de un alza de los costos, sino que hay en juego también la expectativa y que el incremento de las tasas, como se ha hecho, puede conducir a contener las expectativas inflacionarias.

Las decisiones divididas en la Junta de Gobierno del Banco de México respecto al alza de las tasas han sido, en meses recientes, de 4 a 1. Solo el subgobernador Gerardo Esquivel, cuando argumentó su voto particular dejó ver que su diagnóstico de la inflación hoy se parece más al de la Reserva Federal. Sin embargo, hace algunos meses también hubo una decisión de 3 a 2, en la cual Galia Borja se sumó al rechazo al aumento.

La composición de la Junta del Banxico cambiará a partir del 1 de enero. Se integrará, en calidad de gobernadora, Victoria Rodríguez Ceja. En su comparecencia ante el Senado, Rodríguez Ceja desarrolló un argumento que se acerca al del subgobernador Esquivel.

En la jerga de los bancos centrales se han presentado estereotipos, no siempre justos pero que sirven para caracterizar ciertos atributos de los integrantes de sus órganos de gobierno. Se habla de “palomas” cuando hay poca proclividad a incrementar las tasas de interés y de “halcones”, cuando esta es mayor.

Pareciera, solo pareciera, que la nueva gobernadora podría acercarse más a ser una “paloma”, por lo que, si Galia Borja en algún momento se apega más a la postura de Esquivel, podríamos tener una Junta más reticente a incrementar las tasas.

Veremos en los primeros meses del próximo año la intensa discusión sobre la inflación que padecemos. Hay quienes consideran que la inflación es un exceso de demanda, pero otros opinan que es un problema de costos. El diagnóstico que se utilice será clave para combatirla.

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