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Cunde el optimismo

La economía en Estados Unidos y la vuelta a la normalidad de la vida económica en México han empujado el optimismo de instituciones nacionales e internacionales.

Las previsiones de crecimiento económico para México han aumentado sensiblemente.

En el más reciente Informe Trimestral del Banco de México, se prevé un rango que va de 5 a 7 por ciento y se asume el 6 por ciento como escenario base.

La secretaría de Hacienda anunció que revisará al alza su estimación de crecimiento del PIB a 6.5 por ciento para este año. Las instituciones internacionales también han modificado sus estimaciones, aunque son menos optimistas.

A finales del mes de mayo, la OCDE subió en medio punto su estimación y la ubicó en 5 por ciento.

También el sector privado se ha subido al tren del optimismo. La Encuesta entre expertos económicos aplicada por el Banco de México y que fue dada a conocer al comenzar junio, estimó un crecimiento para este año de 5.15 por ciento, cuando el mes anterior la estimación era 4.8 por ciento.

En la encuesta quincenal de Citibanamex correspondiente a la segunda quincena de mayo, la mediana fue 5.0 por ciento, pero, por ejemplo, JP Morgan estima 6.5 por ciento, una cifra semejante a la de Hacienda.

¿Cuál es la razón por la que se ha producido esta generalizada revisión al alza y hasta qué punto resultará sostenible?

Las dos fuerzas que inciden positivamente en el desempeño de la economía mexicana, la economía de Estados Unidos y la normalización de la vida económica interna, han generado señales positivas recientemente.

Por un lado, se encuentran las variables relevantes de la economía de Estados Unidos. La previsión de que la economía norteamericana crezca 6.5 por ciento este año se ha confirmado y la producción industrial de Estados Unidos creció en los meses de marzo y abril.

La tasa mensual anualizada de abril fue también de 6.5 por ciento, mostrando que la demanda de productos generados en México que forman parte de las cadenas manufactureras norteamericanas avanza firmemente. El único obstáculo serio que se observa este año es el problema de abasto de semiconductores, que ha producido un freno en la industria automotriz.

En el caso de la recuperación de la movilidad interna, también existen buenas señales pese a que no se ha erradicado del todo la amenaza de la pandemia. El proceso de vacunación avanza con mayor lentitud respecto a lo previsto, pero camina firmemente. En los primeros días de junio se habían aplicado alrededor de 35 millones de dosis de vacunas y cerca de 15 millones de personas ya estaban inmunizadas con el esquema completo.

Aunque la cifra de vacunados por completo equivale apenas al 19 por ciento de la población objetivo, que suma alrededor de 80 millones, ya ha generado un incremento sensible de la movilidad.

Por ejemplo, los indicadores del tráfico vehicular en la Ciudad de México, de acuerdo con datos oficiales, ya rebasan en algunos días los niveles prepandemia.

A partir del lunes 7 de junio, 19 entidades del país quedaron en el semáforo verde, que es el más bajo en los indicadores del riesgo epidemiológico, lo que anticipa un nuevo avance en la normalización de la vida económica interna durante las siguientes semanas.

Todos estos factores se han sumado para mejorar las expectativas de crecimiento de la economía.

La clave es que no se vaya a presentar de nuevo un repunte de los contagios asociado a la mayor movilidad que eche por tierra la recuperación, como sucedió ya en diversos países de América Latina y algunos de Europa.

Hasta ahora no se ha presentado ese repunte en México lo que ha permitido que las perspectivas se vean bastante favorables.

El otro factor que se ve con optimismo es el resultado fiscal. Como el gobierno mexicano prácticamente no apoyó a los agentes económicos durante la pandemia, está regresando al crecimiento con menor deuda que otros países. Eso ha conducido a que prácticamente se descarte la posibilidad de que se pierda el grado de inversión de la deuda soberana, al menos en este año.

¿En qué medida un crecimiento de 6.5 por ciento como lo supone Hacienda permitirá recuperar lo perdido por la crisis desatada por la pandemia?

Solo parcialmente.

La estimación más reciente del Inegi indica una caída del PIB de 8.3 por ciento en el 2020. Un crecimiento de 6.5 por ciento en 2021 aún dejará el nivel absoluto de la producción 2.3 por ciento por debajo del 2019.

El consenso respecto al crecimiento que tendremos en 2022 es de 2.7 por ciento, con lo cual, el resultado sería finalmente 0.3 por ciento superior al de 2019.

Es decir, para restablecer los niveles absolutos previos a la pandemia, habría que esperar hasta el término del próximo año.

Es decir, el optimismo de corto plazo más bien confía en un buen desempeño de este rebote económico más que en un crecimiento sólido hacia delante.

La clave para acelerar el crecimiento sería un aumento de la inversión.

El año pasado, la inversión productiva cayó en 18.2 por ciento y para este se estima un crecimiento de 6 por ciento.

En el caso de la inversión, a finales de este año aún estaría 13 por ciento por debajo de los niveles prepandemia y sería 17 por ciento inferior al nivel del último año del sexenio anterior.

Lo que tendría que ocurrir es un giro bastante profundo en la percepción de los empresarios para que los flujos de inversión crecieran en tal medida que propiciaran un crecimiento más acelerado.

El otro saldo de la crisis que no habrá de arreglarse con la recuperación del 2021 es la desigualdad.

Como señalábamos previamente, el hecho de que el gobierno no haya desplegado apoyos para los segmentos más afectados de la población condujo a que las pérdidas de empleos y de ingresos fueran más severas en los estratos de menores ingresos.

Al concentrarse la recuperación en segmentos como el de la industria exportadora y toda la cadena de provisión que tiene, privilegia a los grupos medios y altos en la estratificación de los ingresos.

Los participantes en la economía informal serán de los últimos en beneficiarse del crecimiento por lo que también quedarán más rezagados, y ellos tienden a concentrarse en los segmentos de menores ingresos.

La recuperación de la economía adquirirá firmeza hasta que veamos una generalización del crecimiento y también un alza de los niveles absolutos de inversión productiva.

Pudiera no darse en esta administración si el resultado electoral no propicia un cambio en las políticas públicas que han desalentado proyectos.

Estamos cerca de empezar la segunda mitad de la actual administración. Veremos si hay condiciones para convertir el “rebote” económico de este año en real y permanente crecimiento, y por tanto si hay fundamento para el optimismo.

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