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Los infranqueables obstáculos de Meade

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Ser un candidato ciudadano no es una etiqueta, es un individuo que decide lanzarse a una aventura sin tener red protectora. Ese tipo de aspirante carece de partido político, sólo cuenta con sus ideas, la decisión de realizar sus proyectos, programas y un puñado de personas que lo apoyan en ese intento. Es el caso de Emmanuel Macron, quien, decidido a alcanzar la presidencia de Francia, renuncia al Ministerio de Finanzas de François Hollande dos años antes que concluya el periodo presidencial. Ahí, en la nada, funda un partido político y abiertamente se lanza a perseguir sus ideales.

En el caso de José Antonio Meade. Él espera ser ungido como líder de un partido para, sólo después, presentar su renuncia; y si bien es cierto que no ha militado en ningún organismo político, eso no lo convierte en automático en candidato ciudadano. Si después de ser canciller y secretario de Desarrollo Social llega a la conclusión de que quiere ser presidente de nuestro país, pudo y debió presentar su renuncia para ganar la calle, plazas públicas y, lo que es definitivo, personas idóneas a su alrededor.

Ahora se enfrenta a una situación particularmente difícil, no puede ejercer ni la autocrítica ni tomar distancia de aquello que, a todas luces, es un partido con una severa carga de puntos negativos, como tampoco puede abrazar los frutos positivos alcanzados por la presente administración sin verse como un heraldo de la continuidad.

De haberse dado una estrategia exitosa para los fines priistas, debieron haber tomado en cuenta el creciente descontento entre la población con los casos de altos funcionarios y gobernadores corruptos, así como los lujos y abusos que, como gigantesco esmeril, fueron limando y erosionando las expectativas de logros y esperanzas. Uno tras otro, se presentaron los escándalos sin que de manera determinante se detuvieran. En lugar de ello, reinó la impunidad. En esas condiciones, presentar como candidato a un hombre honesto, razonable, capacitado en las difíciles tareas gubernamentales, no ha sido suficiente. El tiempo debió haber sido otro, al igual que el rumbo. No se supo conservar el éxito de los primeros dos años y los resultados electorales de mitad de sexenio, así como los del año pasado, han sido definitivos para alentar todo tipo de oposiciones, algunas con posibilidades reales de triunfo; especialmente la de López Obrador, pues pareciera que junto al INE, todo el gobierno priista colabora con errores, aberraciones y ceguera para que alcance el triunfo.

¿A qué se enfrenta Meade? Inicialmente a él mismo. Es conocedor de los agudos problemas económicos y sociales que tiene el país. Eso hace posible que sea un magnífico funcionario. No se le acusa de ningún enredo que ponga en duda su honestidad, se ha identificado como un burócrata singular al llegar a ser titular de cuatro secretarías, repitiendo en Hacienda. Es un activo muy importante que cuenta con el visto bueno del Banco Mundial y la OCDE, además, goza de una caballerosidad inusual.

Lamentablemente los miembros del partido que lo postula, no lo consideran como uno de ellos, así como tampoco los otros que forman la coalición.

Lanzado como un posible imán para muchos panistas, tampoco ha resultado como se esperaba.

En suma, no es el mejor candidato interno, pero tampoco externo. ¿Cómo franquear esos obstáculos? La única manera es convertirse en lo que él mismo postula: un verdadero candidato ciudadano, con la crítica desenvainada a los errores de esta administración y con propuestas claras, concretas, que echen por tierra la percepción de que desea continuar con lo mismo.

Es un remedio con un alto grado de peligrosidad, primero dentro de 'su partido'. ¿Cuántos tolerarán tamaño comportamiento? Ser el primer priista sin ser del PRI. Afuera, el desconcierto puede ser mayor que la aceptación. E inmediatamente se presenta el tiempo para crear verdaderos seguidores, aquellos que más allá de las emociones y del griterío real o fingido, acudan a las urnas con un voto así concebido. Por si lo anterior fuera poco, el propio José Antonio Meade tendría que enfrentar una mutación. Bien que sea austero, sereno y muy estructurado, pero esto no resulta atractivo para una población acostumbrada a la matraca, el confeti y el estruendo. ¿Logrará vencer los obstáculos?

Twitter: @RaulCremoux

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