Opinión

Lo que quiere Canadá

     

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Como nosotros, los canadienses son pesimistas sobre lo que puede resultar de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Preferirían que todo se quedara como está y no comprometer lo conseguido, en una pugna en la que Estados Unidos tiene la iniciativa y la fuerza para alcanzar sus objetivos. Como la nuestra, su economía es altamente dependiente de la americana y cualquier cambio puede ser disruptivo.

Saben que su aspiración de acceder a las licitaciones para proyectos de infraestructura al nivel sub-nacional no cristalizará. Donald Trump se mueve bajo la divisa de "Buy american" y aunque sea contraproducente, porque eleva los costos, tiene el apoyo de Republicanos y Demócratas. En forma similar, no llegará a ningún lado su petición de ampliar la clasificación y el número de visas para profesionales (capítulo 16). El presidente enarbola el "Hire american" y una política migratoria restrictiva. A pesar del absurdo de no permitir el ingreso de programadores de computadoras y otras especialidades, en el Capitolio lo respaldan. Lo mismo puede decirse del capítulo Ambiental. EU lo aceptará por la presión de sus sindicatos, pero no incluirá la mayoría de los compromisos del Acuerdo de París.

En cambio, no habrá mayor problema para añadir capítulos que son importantes para la política doméstica: derechos de género, indígenas y laborales. Ottawa depende del apoyo de las grandes centrales de trabajadores, que se han coaligado con las estadounidenses para tratar de abatir el diferencial salarial con México.

Canadá desea modificar el mecanismo de resolución de disputas entre inversionistas y gobiernos (capítulo 11), ya que ha perdido 39 demandas y ha debido saldar 170 millones de dólares, mientras que EU no resultó culpable en ninguna y no ha tenido que pagar nada. Intenta evitar el conflicto de intereses en la integración de los paneles y que (como la mayoría de esas denuncias se enderezaron contra normas ambientales) se asiente en el texto su derecho soberano ineludible a regular el interés público.

También espera que se le garantice cierto volumen de compras de petróleo crudo, ya que EU se abastece cada vez más localmente o mediante importaciones de México. Se ve dudoso que se llegue a un convenio satisfactorio en esta materia.

Sí es posible que pueda seguir protegiendo sus industrias culturales y que se haga más eficiente el tráfico fronterizo. Después de los atentados terroristas de 2001, Washington detuvo la construcción de nuevos cruces (como el segundo de Windsor-Detroit) y estableció engorrosos procedimientos, que implican múltiples autorizaciones para el vehículo, el chofer y la carga.

PRETENSIONES ALARMANTES
Respecto a las exigencias de la Casa Blanca, hay asuntos peliagudos, que de aprobarse tendrían un elevado costo económico. De ampliarse el margen de las compras en línea libres de arancel y de impuestos a las ventas, el comercio detallista sufriría un gran golpe.

Pero no se podría comparar con lo que sucedería con las industrias automotriz y siderúrgica si se consintieran reglas de origen que requieran 50% de contenido nacional (de EU) en vehículos, autopartes, acero y aluminio.

Los norteamericanos quieren transformar la forma como se procesan las reclamaciones cuando se adoptan medidas antidumping (capítulo 19) y llevarlas a sus tribunales (es decir, ser juez y parte). Canadá, que ha utilizado exitosamente esos mecanismos para defenderse de repetidas ofensivas contra sus exportaciones de maderas suaves y de trigo, ha pintado su raya asegurando que nunca aceptaría algo así. Contar con ese sistema fue la condición para que firmara el Tratado en 1993 y es la única certidumbre que tiene de que podrá brincar las barreras que ponen a sus productos.

En cambio, hay sectores en los que parece dispuesto a discutir, como en lácteos y aves de corral. Sus políticas proteccionistas ya no son viables porque los precios domésticos son demasiado elevados y la Organización Mundial de Comercio les ha cerrado los mercados.

En otros temas, como la protección de inversiones o la extensión de las patentes farmacéuticas, Canadá ya ha cedido en acuerdos previos, como el Transpacífico (TPP), el Comprehensivo de Economía y Comercio con la Unión Europea (CETA) o el de Protección de Inversiones con China.

Justin Trudeau no antagoniza públicamente con Trump y realiza un intenso cabildeo para preservar el acceso al mercado americano. La incertidumbre está frenando el dinamismo de su país.

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