Ezra Shabot

Frente a todos

 

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La construcción de la alianza político-electoral denominada Por México al Frente acabó por desechar el término ciudadano, para darle legitimidad al acuerdo logrado entre los tres institutos políticos: PAN-PRD-MC, en una difícil negociación encaminada a repartirse, en primera instancia, los espacios a disputar en la elección de 2018, para luego establecer una plataforma política basada en los conceptos "cambio de régimen y gobierno de coalición", como los ejes de su propuesta al electorado en todo el país.

La fortaleza de Acción Nacional y el control casi total que ejerce Ricardo Anaya sobre su partido, aunado a la debilidad estructural del Partido de la Revolución Democrática, desmembrado por AMLO y Morena, más el apuntalamiento de Dante Delgado en Movimiento Ciudadano, permitieron superar los obstáculos internos y las presiones externas, para presentar al Frente como una opción competitiva de cara a 2018.

De igual forma como las estrellas se alinearon para la conformación del Pacto por México, en 2013, las condiciones internas y externas facilitaron este experimento electoral de pronóstico reservado.

Y es que finalmente la idea de una apuesta ciudadana ha sido desechada o enviada a un segundo plano. Los panistas y específicamente Anaya se quedan con la candidatura presidencial, y los perredistas con la de la Ciudad de México, casi seguro en la figura de Alejandra Barrales. Las quejas de Mancera, combinadas con su apoyo incondicional al Frente, demuestran la imposibilidad de otra alternativa distinta para estos partidos. Es cierto, ninguno de los institutos políticos participantes en la próxima elección llevó a cabo procesos de selección interna de candidatos, que pudiesen ser considerados como democráticos.

Fueron sus jefes máximos: López Obrador y Peña Nieto, los que decidieron las candidaturas presidenciales en sus respectivos partidos. En el Frente, lo novedoso es la capacidad de acuerdo entre tres partidos para repartirse las candidaturas y principalmente la presidencial. En el PAN, por primera vez el presidente del partido se convierte en candidato y además consigue el apoyo del PRD y MC.

En el PRD su necesidad por mantener el control de la Ciudad de México los lleva a aceptar este reparto de posiciones en un acuerdo cupular sin precedentes.

El desafío para el Frente será ahora demostrar la unidad a la hora de presentar el resto de las candidaturas en disputa, y simultáneamente posicionarse en las encuestas en esta lucha que comenzará a principios de año, en donde habrá tres fórmulas compitiendo, tratando de evitar a cualquier precio quedarse rezagado en lo que apunta a convertirse en una lucha de dos al final de la contienda. Por lo pronto, las duplas están prácticamente amarradas. López Obrador con Claudia Sheinbaum, José Antonio Meade con Mikel Arriola, y Ricardo Anaya con Alejandra Barrales, en esta vinculación estrecha que existe entre las campañas en todo el país y en la Ciudad de México, aunque la repartición del voto sea diferente en ambas instancias.

La propuesta del Frente tendrá que buscar las coincidencias en el ámbito de la continuidad con las reformas puestas en marchas durante la administración priista, cuestionando simultáneamente los actos de corrupción y la falta de resultados en el ámbito de la seguridad. Ante López Obrador, el enfrentamiento es frontal en toda la línea en la medida en que no hay ningún punto de coincidencia entre ambas formaciones políticas. Por lo pronto y en la medida en la que el Frente se ha consolidado, tanto el PRI como Morena dispararán contra él, bajo los argumentos de incongruencia ideológica y oportunismo político, en una guerra de lodo tripartita que convertirá a esta campaña electoral en la más sucia en la historia de la democracia mexicana. De eso, no hay duda.

Twitter: @ezshabot

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