Eduardo Guerrero Gutierrez

¿Le convendría al PRI postular a Aurelio Nuño?

   

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Adelanto que sí.

A Miguel Ángel Osorio Chong lo descartaría. Él quiso encabezar una supersecretaría de Gobernación y responsabilizarse directamente del sector seguridad; los resultados han sido lamentables.

José Antonio Meade es el nombre que más fuerte ha sonado. Al parecer, el secretario de Hacienda es el preferido de los grandes empresarios y del sector financiero. También parece ser el menos malo para los antipriistas (que de todas formas no votarán por él), precisamente porque es el menos priista y porque no le debe su carrera política a Peña Nieto. Sin embargo, a pesar de sus méritos –es, sin lugar a dudas, talentoso y preparado– Meade sería en mi opinión menos competitivo que Nuño. Y, en caso de ganar, Meade tendría menos herramientas para resolver la terrible crisis de violencia e inseguridad que seguirá siendo el dolor de cabeza del próximo Presidente.

Si viviéramos en los ochenta, con un país en relativa paz, pero agobiado por la deuda, por el déficit o por las devaluaciones; si la prioridad de México fuera abrir su economía, dar certeza a los mercados y atraer inversión, un perfil como el de Meade sería ideal. Pero estamos en 2017, el año más violento en la historia del país. El enemigo a vencer no es una inflación de dos y tres dígitos, sino las mafias que cobran cuota, ordeñan ductos u operan redes de trata de personas en prácticamente todo el país. El enemigo a vencer es también la indolencia o la complicidad de las autoridades estatales y municipales.

Hay dos atributos del secretario de Educación que me hacen pensar que está mejor preparado para enfrentar estos desafíos que el secretario de Hacienda. El primero es su talante. México requiere de un político reformador que asuma riesgos. Aurelio Nuño inició el sexenio en Los Pinos. Ahí tuvo oportunidad de vincularse con actores de todos los sectores (obtuvo la visión de cancha que necesita un contendiente serio a la Presidencia). Desde esa posición, fue un operador político eficaz y logró cabildear con las distintas fuerzas políticas que integran el Congreso una reforma educativa con sustancia (es decir, que implicara una evaluación real de los docentes).

Sin embargo, como jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño estaba bajo el cobijo de Peña Nieto. Por eso me parece fundamental que haya salido de la comodidad de Los Pinos para ejecutar la reforma educativa, es decir, la iniciativa más ambiciosa y arriesgada de la administración de Peña Nieto. En México tenemos una clase política acomodaticia, cuyos integrantes tienen como prioridad permanecer en sus cargos el máximo tiempo posible, y con ello beneficiarse de las rentas y las prebendas asociadas al ejercicio del poder. Ésa ha sido la constante durante este sexenio, y la única excepción notable ha sido la reforma educativa. En contraste, no me viene a la memoria que en Hacienda, en Desarrollo Social, en Cancillería, o como secretario de Energía, a José Antonio Meade le haya tocado asumir riesgos o impulsar una transformación de fondo.

El segundo aspecto que me parece central es precisamente la experiencia de Nuño al frente de la SEP, su contacto con el México bronco, con el país de abusos y carencias en el que vive la mayor parte de la población. En este encargo, Nuño tuvo que imponer acciones que afectaron a los intereses de algunas de las organizaciones más radicales y mafiosas del país (me refiero, por supuesto, a los sindicatos de maestros, en particular las secciones de la CNTE de Guerrero, Oaxaca y Chiapas). También tuvo que encabezar un cambio de prácticas por parte de la anquilosada burocracia de la SEP.

En repetidas ocasiones, Nuño también debió salir a dar la cara y atender personalmente las exigencias de grupos de padres de familia (por ejemplo, tras la suspensión de clases en miles de escuelas, como consecuencia de los recientes sismos). Finalmente, como secretario de Educación, a Nuño también le tocó resistir las presiones de los gobernadores y otros actores locales, que desde siempre se inclinan por ceder hasta a las exigencias más insólitas de la cúpula magisterial (de forma muy similar a como ceden ante las amenazas y el dinero de las organizaciones criminales). Al "Amigo Pepe Meade", ni con todo y su canción a ritmo de banda, difícilmente me lo imagino fuera de la burbuja del sector financiero y la alta burocracia.

En resumen, me inclino a pensar que en la elección de candidato del PRI la mejor opción es Aurelio Nuño. Habrá que ver que opinan los priistas. La convocatoria del Revolucionario Institucional dice que la elección quedará en manos de más de 19 mil delegados, y que no se tomará sino hasta febrero próximo. Sin embargo, todos sabemos que la verdadera decisión la tomará mucho antes –muy probablemente ya la tomó– un solo priista, el más encumbrado. El PRI no la tiene nada fácil de cara a la jornada electoral de 2018. Sin embargo, el Frente PAN-PRD nace debilitado por el protagonismo y la indisciplina de sus tribus, demasiado diversas para actuar de forma cohesionada. Por lo tanto, el principal contendiente de Andrés Manuel López Obrador saldrá del actual gabinete y será aquel que el dedo presidencial indique en los próximos días.

Twitter: @laloguerrero

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