Viajes

Capadocia y sus chimeneas de hadas

En un valle tallado por la naturaleza se encuentran las formaciones rocosas que en otros tiempos albergaron a los habitantes de las cuevas y que ahora alojan en sus entrañas a los viajeros.

Desde que vi las fotografías que mi amigo Luis tomó en su luna de miel en Capadocia desde un globo aerostático, me prometí que algún día iría a ese lugar en Turquía para vivirlo en carne propia.

Con la mira puesta en Capadocia, que de paso sea dicho no es una ciudad, sino una región histórica en Anatolia Central, repleta de formaciones geológicas que se originaron por la erosión del tiempo y de la mano del hombre al escavar en la toba volcánica, se empezó a gestar este viaje.

Me resultaba fascinante pensar que en esas cavidades hubieran habitado los hititas, persas, romanos y otomanos y que actualmente acojan a viajeros de todo el mundo en su modalidad de hoteles al más puro estilo de “Los Picapiedra”.

Hoy no se pudo

Muchas de las imágenes que sobresalen de Capadocia están salpicadas por decenas de coloridos globos aerostáticos, una forma espectacular de apreciar las icónicas “chimeneas de las hadas” en el Parque Nacional Göreme.

Para que esto suceda las condiciones climáticas tienen que ser favorables, cosa que puede no suceder todos los días, por eso es recomendable permanecer al menos tres en esta región para tener más opciones de disfrutar el suceso.

Las siluetas alargadas de miles de rocas perfectamente erguidas y rematadas por coronas en forma de hongo logran un paisaje como salido de un cuento fantástico de Dickens; aquí se antoja pensar en historias de duendes y hadas juguetonas escondidas tras las gigantescas columnas.

Existe una aplicación en la que se monitorea el clima y con ella la posibilidad de realizar el vuelo en globo, cosa que hoy no se pudo, así que aprovechamos el tiempo para ir a la ciudad subterránea de Kaymakli.

Como las hormigas

En Capadocia existen alrededor de 36 ciudades subterráneas construidas con el propósito fundamental de brindar protección a sus habitantes de antaño.

Eran enormes complejos de viviendas, almacenes, escuelas e iglesias en varios pisos excavados en las rocas volcánicas de la región.

La ciudad subterránea de Kaymakli es una de las más visitadas, con ocho niveles y 80 metros de profundidad formados por túneles y laberintos que las hormigas envidiarían.

Su conexión directa con algunas de las casas de la superficie, permitía a los habitantes, en caso de ataques, refugiarse y llegar rápidamente a la ubicación subterránea y así evitar el peligro.

Aunque estas construcciones se remontan al siglo VIII a.C., en la Edad Media, los cristianos las usaron como protección de las persecuciones religiosas, prueba de ello es un túnel de 9 km de largo que conecta Kaymakli con Derinkuyu, otra ciudad subterránea que podía albergar hasta 20 mil personas.

Otro día y el globo no se deja

Las ráfagas de viento ocasionadas por el cambio de estación de invierno a primavera una ves más impiden que los globos coloreen el cielo. Así que iniciamos la jornada con un opíparo desayuno turco que invade la mesa con múltiples viandas que van desde frutas frescas y secas, semillas, dátiles, jocoque, quesos, aceitunas, panes, ensaladas, miel y huevos para quien se quede con hambre.

Con la barriga llena y el corazón contento nos dirigimos al Monasterio de San Basilio, un museo al aire libre en el Parque Nacional de Göreme, a 30 minutos en auto desde Nevsehir.

Este campus dedicado a la oración y catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, alberga un sinfín de capillas incrustadas en las cuevas con bellos frescos pintados hace miles de años. Aquí las formaciones rocosas son un paraíso fotográfico.

Una visita al centro joyero y de piedras de Capadocia es inevitable; pulseras, dijes y collares con el famoso ojito de protección resulta un buen suvenir para los menos afortunados que no viajaron a Turquía.

Mientras mejora el clima

Una visita a la ciudad de Kayseri, en la provincia del mismo nombre, a tan solo hora y media en coche desde Nevsehir, es otra buena razón para seguir esperando que el clima mejore.

Es la puerta de entrada a Capadocia, ya que en esta provincia se encuentra el aeropuerto que trae a miles de visitantes cada año.

Desde el horizonte se observa la imagen del volcán inactivo Erciyes, que junto con el volcán Hasan dieron lugar a ese caprichoso paisaje.

En esta ciudad de origen otomano vale la pena visitar el complejo de Hunat Hatun con sus mausoleos octagonales. También el castillo de la ciudad, la Mezquita, el baño turco y el museo de la civilización Seljuk.

Para los amantes del esquí y el senderismo, el monte Argeo está a solo veinticinco kilómetros al sur de Kayseri con su centro de esquí; no es Vail, pero nieve es nieve.

Por fin, llegó el día

Desde la noche anterior nuestro guía nos avisa que por fin será posible el ascenso de los globos, así que habrá que levantarse a las cuatro de la mañana, salir abrigados, las cámaras bien cargadas y la disposición para disfrutar tan anhelado acontecimiento.

Docenas de camionetas con pasajeros y otras tantas con globos en los remolques se van agrupando en una sección del parque Göreme, como si fueran equipos a punto de realizar un rally, todos a la espera de la señal de salida.

Los guías hablan entre si, miran sus relojes, levantan la mirada al cielo como si hablaran con Alá acerca del clima, uno que otro prende un cerillo y observa hacia dónde corre el viento, el tiempo pasa en una forma angustiante, el sol se asoma para dar los buenos días y de paso la mala noticia. Hoy tampoco será el día.

Inesperadamente las condiciones cambiaron y con ellas nuestras ilusiones de obtener la mejor fotografía jamás vista que desapareció.

Como premio de consolación terminamos en el valle de los cazadores en donde un paisaje espectacular desde el mirador panorámico nos ofrecía la promesa de que todo aquello seguiría allí; esperando que algún día pueda regresar por la cereza de mi pastel, un vuelo en globo sobre las chimeneas de las hadas

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