Sociedad

Ayotzinapa somos todos; grito que unificó a las protestas

Miles de personas, en su mayoría jóvenes estudiantes, claman por desaparecidos; exigen además la renuncia del gobernador de Guerrero Ángel Aguirre.

CIUDAD DE MÉXICO. Una es la pregunta que quedó en el aire. Es la pregunta y el reclamo. Unos minutos antes de que comience la marcha de las seis en el Ángel de la Independencia, un grupo de jóvenes estudiantes, 30 si acaso, camina por un Paseo de la Reforma, a contraluz de la tarde.

Sólo se ve la sombra de los muchachos. Aún no empieza la marcha y su grito ya cala el espíritu, por lo cruel de la frase, porque ésa es hoy la pregunta y el reclamo. "¿Por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina?" ¿Por qué?

Antes de las seis el pedestal del Ángel ya está a reventar. Y van llegando otros. Se desbordan por Florencia, por Génova, por las laterales de Reforma y se forman.

Son miles y miles de ciudadanos indignados, sobre todo jóvenes, encontrándose, formándose para ir al Zócalo y gritar "¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!".

Un moño negro se amarró en el pedestal de la columna de la victoria alada. México está de luto. El padre Alejandro Solalinde reparte abrazos y sostiene un cartel que reitera la exigencia: "¡Vivos los queremos!".

La segunda marcha en memoria y en exigencia a la aparición de los 43 estudiantes normalistas de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa se nutre con contingentes de universidades, de organizaciones sociales, de los familiares que cargan los retratos de los ausentes, de toda una sociedad que les grita a los deudos "¡No están solos!".

Pancartas exigen justicia. Banderas negras en lugar del verde y el rojo del lábaro patrio sobresalen, en señal de luto. Se oyen consignas contra el gobernador de Guerrero, contra el alcalde de Iguala.

Vienen normalistas de las zonas rurales. Vienen estudiantes de la UNAM, de la UAM, del Poli, de la Ibero, de la ENAH, del INBA, de la ESEF, de la Pedagógica. Gritan sus porras, no como vítores, sino como alaridos de coraje. Se protegen de intrusos con un lazo que define los límites de cada contingente.

El sol cede el paso a la noche y proceden a encender velas como protesta, pero a la vez como señal de esperanza por encontrar vivos a los 43 desaparecidos.

Y la marcha avanzó hacia el Zócalo, al corazón de México y con el corazón y las antorchas en la mano.

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